El lunes 18 de julio de 1994, a las 9:53, el festival del odio estalla nuevamente en el centro de Buenos Aires. Esta vez el blanco elegido es la sede de la AMIA, ubicada en la calle Pasteur 633 en el barrio de Once, corazón de la judería porteña.
"Al escuchar la primera explosión, vi como desde el edificio de la AMIA comenzaron a volar todo tipo de objetos que iban desde abajo hacia arriba y caían sobre la calle. Después, casi pegada a aquella, hubo otra explosión y desde el interior del edificio salió una gran bola de fuego que cubrió toda la calle, tapó al patrullero que estaba estacionado, a una camioneta de pan Sacaan, a un auto que, creo, que era un Volkswagen Gacel, y también a una mujer que estaba en la esquina de Pasteur y Viamonte. La parte de atrás del Wolkswagen explotó y pude ver con claridad como su conductor se debatía dentro de la cabina. Después se produjo como un efecto de succión, y la bola de fuego se retiró hacia la AMIA. Con ella desaparecieron la mujer y el auto. El edificio se desplomó y una gran nube de humo lo cubrió todo. Pude ver como entre el humo y los escombros salía caminando un policía". El testimonio, sacado del libro de Juan Salinas AMIA, el atentado (Planeta, 1997), pertenece a un sobreviviente de la masacre, Gabriel Alberto Villalba. Es de una importancia trascendente, pues corrobora el análisis de muchos investigadores acerca de la destrucción del edificio de seis pisos por dos bombas. Una colocada en el exterior, que sería la que detonó primero; y otra dentro, que estalló después y provocó la bola de fuego a la que se refiere Villalba.
Un dato interesante, para tener en cuenta y que no fue investigado: la empresa encargada de la limpieza de la mutual judía pertenecía al Cartero Yabrán.
A las 20 hrs de ese lunes funesto, todavía conmocionados por el pasmo, efectivos de la Federal realizan los primeros allanamientos en la búsqueda de culpables. Son mandados por el entonces juez federal interviniente en la causa, Juan José Galeano. El mismo que meses antes decidió librar un acta a un detenido que esperaba ser interrogado por él ¿El motivo?. El individuo, acuciado por el hambre, no resistió comerse un sandwich de crudo y queso que su señoría había comprado para almorzar.
Por un llamado anónimo, a las 20 horas se dirigen a Juncal 2519 4ª, en búsqueda de unos sospechosos aparentemente originarios de Oriente Medio. Quien efectuó la denuncia, no sería otro que el "testigo estrella" Wilson Dos Santos, un taxi boy brasileño que trabajaba de informante de los sérpicos de su país.
Cuando el subinspector de la Federal se presentó en el departamento en cuestión, fue recibido por Narman Al Henawi, una ciudadana siria que se encontraba en Buenos Aires desde el 4 de julio con una visa de turista. En el depto también estaba quien afirmaba ser el esposo de ella, Mohamed Al-Alem, nacido en Damasco y residente en Argentina desde el 11 de noviembre de 1991. En la Dirección Nacional de Migraciones, consta el expediente de radicación 266718-6\91, a quien se le otorgó el DNI para extranjeros 92881464.
Resulta sumamente extraño que en un matrimonio uno de los cónyuges sea residente en un país extranjero y el otro viaje al mismo país en calidad de turista. ¿No convivían ambos?
Además de esta pareja rara, Almerich encontró al sirio Ghassan Al-Zein, nacido en Kurmartra y naturalizado argentino desde el 1 de noviembre de 1990. Este, cuando se le preguntó su domicilio legal, denunció Florida 938. Insólitamente luego se constató que allí en realidad era la sede de la marroquinería Namir, propiedad de los Yoma y cuyo encargado era Yalal Nacrach. Pero esto no fue lo máximo, al mostrar el DNI N° 18744519, Al-Zein se presentó como sobrino del presidente Assad.
Almerich quedó de una pieza. Sólo atinó a comunicar estas novedades a sus superiores, quienes le ordenaron "retirarse inmediatamente del lugar y no causar más molestias a los moradores de la vivienda de la calle Juncal".
Un día después, el trío sirio se tomó las de Villadiego. Presumiblemente, rumbo a Chile a reunirse con el primo Bathich.
La reacción de Menem ante la efímera detención de los sirios fue, cuando menos, curiosa. Al día siguiente, se ocupó personalmente de publicitar que habían sido detenidos un marroquí y un iraquí que intentaban abandonar el país por Paso de los Libres.
Ese mismo día, Menem crea la Secretaría de Seguridad y Protección de la Comunidad, bajo la égida del brigadier Antonietti. Esto le cayó como un balde de agua fría a los pitufos de la Federal, que protestaron airadamente. Entonces Menem aprovechó su rebelión para descabezarlos, nombrando al comisario Adrián Pelacchi en reemplazo de Passero.
Otra llamada anónima alertó a los federales sobre una nueva dirección sospechosa. En la misma, alertaba el llamado, vivía un sujeto llamado Mohamed Oubed.
Al llegar al sitio en cuestión, Lavalle 397, 4°, el oficial Gabriel Prado se encontró con la empresa Nordland Sa. Los federales fueron recibidos por el apoderado de la firma, Julio Argentino Yahia. Sospechosamente, Oubed había dado como dirección legal la sede de Nordland, pero luego de investigaciones se pudo detectar que el mismo estaba relacionado con el hijo del dueño de la empresa y con Hassan Sabai.
Oubed resultó ser uno de los ciudadanos sirios a los que el embajador argentino en Arabia Saudita, Julio Uriburu French, entregó el DNI a cambio de una generosa suma. Esto para Galeano no resultó ser digno de investigación, como tampoco la empresa fantasma de Yahia.
Pero la caja de Pandora aún no se cerraba. Efectivos de la Bonaerense, que estaban tras la pista del truchador de autos Alejandro Monjo, llegaron a la casa un tal Alí Al Hassan en la localidad de Castelar. Allí se toparon con cuatro libras de trotyl, armas, credenciales de la embajada de Siria y elementos de propaganda palestina y videos relacionados con la lucha en el Líbano. El inmueble donde se encontraba Hassan pertenecía a Julio Tanus, miembro preclaro de la comunidad árabe y acompañante de Eduardo Menem en un viaje a Siria en 1992. Al ser detenido, Hassan cantó como un pajarito. Declaró que había ingresado a la Argentina en 1990, gracias a las promesas de trabajo que un tío residente en Río Negro le había realizado. Paradójicamente, en esa provincia se asentaba la empresa Santa Rita, la proveedora del volquete que un camión depositó frente a la AMIA minutos antes de su destrucción. Esta empresa tenía como propietario a Nassif Haddad, de origen libanés.
Según se sabría después, Tanus tenía fuertes vinculaciones con Alberto Kanoore Edul, un ex empresario textil y relacionado con el entorno menemista. También tenía relación con Monjo, que además de los autos truchos y los vehículos mellizos, tenía amistad con la plana mayor de los Federales.
En la tarde el mismo 18, una comisión de federales, al mando del oficial Fabián Prado, allanó la empresa Santa Rita, ubicada en la calle Anatole France 553, de Avellaneda. Allí es recibido por el encargado del lugar, quien afirmó que la empresa tenía una sede en la Dársena F del puerto de Buenos Aires, junto a la terminal número 6.
Raúl José Díaz, el encargado en cuestión, señaló que ese mismo día había recibido una llamada pidiendo un volquete para la AMIA Entonces le pidió al chofer López que lo llevara al lugar del destino. Sin embargo con el transcurso de la investigación, se descubrió, gracias a la hoja de ruta que López tenía en su poder, que a pesar de que primero figuraba la AMIA como lugar a donde depositar el volquete, partió hacia un supuesto baldío ubicado en la calle Constitución 2655-57. Enfrente del mismo, se encuentra la vivienda de Jacinto Kanoore Edul, quien ocho días antes había llamado a Telleldín por la compra de una Traffic que apareció publicada en los clasificados de Clarín. En el permiso de tenencia del supuesto baldío, había intervenido Alito Tfeli, el médico presidencial. Allí, según indicios más que claros, se cargó en el volquete el nitrato de amonio que derrumbaría la sede mutual. El predio en cuestión constaba de una vivienda de dos ambientes con electricidad, agua, teléfono y antenas para TV y para comunicaciones radiofónicas.
El círculo completo comenzaba a cerrarse, pero el miope de Galeano no quería percatarse de nada.
"Si hay cráter, hay coche bomba"
El día 21, las cuadrillas de rescate que removían los escombros en la AMIA hicieron un par de interesantes descubrimientos. Encontraron un cráter de dos metros de diámetro y uno de profundidad, ubicado a escasos pasos de la puerta de entrada, en el que se encontraba el cadáver de un hombre. Más tarde, hallaron otro hueco de gran profundidad que se encontraba muy cerca de la vereda.
En ese momento, la hipótesis que manejaba el menemismo era calcada del atentado a la embajada: el edificio fue volado por una camioneta accionada por un kamikaze fundamentalista islámico. "Si hay cráter, hay coche bomba", insistían como si se tratara de una letanía.
Unos tres minutos antes de la explosión, un camión conducido por Alberto López, estacionó frente al edifico de la AMIA dejando un volquete de la empresa Santa Rita. López bajó del camión para asegurarse que el volquete estaba bien ubicado, luego se alejó rápidamente. Más tarde declararía lo contrario, alegando que entró al edificio para que el arquitecto Andrés Malamud le firmara el remito por el volquete.
El electricista Daniel Joffe fue testigo de la huida precipitada de López. Sobreviviente de milagro del atentado, Joffe aseguró que López empujó al volquete un poco más a la vereda y se marchó. Eso es lo que vio, y no la famosa Traffic blanca que Galeano tanto ama.
Esta famosa Traffic fue adquirida por Carlos Alberto Telleldín, alias "El Enano", un ex agente de inteligencia de la policía cordobesa que se dedicaba también al negocio de los automotores truchos, a Alejandro Monjo. A este se la robó una banda de policías bonaerenses liderada Juan José "El Lobo" Ribelli, un cana con excelente llegada al jefazo Pedro Klodczick.
Edul y Tfeli conocían a Al Kassar. En los teléfonos del primero, se registraron varias llamadas a Siria y a España, así como a Telleldín. En su agenda, además del Patrón, figuraban varios funcionarios gubernamentales y Moshen Rabbani, encargado de negocios de la Embajada de Irán, y uno de los sospechosos de estar inmiscuido en la autoría mediata del atentado.
También Edul, quien reconoció públicamente de ser "amigo íntimo de Carlos Menem", mantenía estrechas relaciones con el Centro Islámico de Buenos Aires y con su ex presidente Mohamed Massud.
Pero en la tarde de aquel infausto lunes, Edul sería protagonista de un hecho digno de la "casualidad permanente". Según la edición especial que la revista Noticias lanzó el miércoles 20, "en la tarde del lunes en la tienda Edul, en Constitución al 2500, dos amigos se abrazaban. No quisieron dar sus nombres. Uno llevaba la cabeza vendada, como consecuencia del atentado, ya que estaba a 100 metros de AMIA cuando explotó la bomba. "Primero me reencontré con mis familiares, y ahora vine a tranquilizar a mi viejo amigo". ¿Qué cuernos hacía un Edul "a 100 metros de AMIA"?. ¿Fue a cerciorarse por sí mismo que la misión había sido cumplida?. ¿Cómo es posible que al entonces juez Galeano este suceso rarísimo no le haya parecido sospechoso?
Muchos nombres árabes, sobre todo sirio-libaneses, y demasiados sucesos "casuales", aparecen en esta compleja trama. Trama en la que el juez del sandwichito no quiso adentrarse demasiado.
Muchas casualidades permanentes para hombres que están estrechamente vinculados a la causa, los cuales quedaron en una gran incógnita ya que nunca se los investigó a fondo.
En busca de un culpable cantado
Un documento elaborado por los legisladores republicanos Yossef Bodansky y Vaugh Forrest, miembros de la Fuerza de Tareas sobre Terrorismo y Guerra no convencional, afirmaba que "el increíble éxito", del atentado se debió en parte sustantiva al reclutamiento de "dos operativos locales, ambos islámicos", quienes organizaron sendos grupos que se encargaron de cometerlo, tarea en la que habrían contado con el decidido apoyo de agentes sirios, a su vez miembros del círculo más próximo al presidente Menem. El mismo integra desde hace años el paquidérmico expediente tramitado por Galeano, pero es seguro que se lo regaló a las ratas para que se lo devoren.
El documento agrega que muy poco después, un desertor iraní informó que "los elementos más poderosos y reconocidos de Argentina estuvieron directamente involucrados en brindar apoyo a quienes perpetraron el ataque". Y apostilla seguidamente que "otras fuentes parecen confirmarlo, al afirmar que hubo agentes sirios de alto rango en el entorno inmediato del presidente argentino ".
Sostiene la investigación que el ataque a la AMIA tuvo como planificador general al jeque Shobhi Tufaili, secretario general de Hezbollah desde 1982 hasta 1987, y que fue pagado en la Argentina a quienes tuvieron la misión de perpetrarlo, por el citado Moshen Rabbani.
Esta sorprendente revelación coincide con las extensas denuncias, que también integran el expediente judicial, acerca de la presunta participación en la operación terrorista de Yalal Nacrach, del propio médico del ex mandatario, Alejandro Alito Tfeli.
Asimismo, apuntala la llamada pista siria, que fue dejada de lado por la investigación oficial, que durante largos años se concentró en la supuesta y exclusiva responsabilidad de Irán en la instigación del atentado.
Según el informe, el atentado contra la AMIA, así como el derribo de un avión comercial en Panamá, y el ataque a la embajada de Israel en Londres, fueron "patrocinados y controlados por Teherán y Damasco" y su aprobación final se produjo en "Bir-Al -Abd, Beirut, donde altos funcionarios iraníes y de Hezbollah se reunieron a finales de mayo de 1994".
Con todo, no son Siria, Irán y Líbano los únicos países a los que involucra, ya que también admite la posibilidad de que el atentado, planificado para cometerse antes, se haya postergado hasta que terminase el Mundial de EEUU (la final del domingo 17, en la que Brasil le ganó a Italia por penales) a pedido de Arabia Saudita, que participaba en la contienda deportiva. Una fuente fiable, afirma, informó (es de suponer que a la CIA) que los terroristas "originalmente planificaron el ataque durante los partidos del Campeonato Mundial de fútbol, pero que Arabia Saudita compró un aplazamiento".
La investigación puntualiza que "la planificación profesional general de la operación en Buenos Aires, fue realizada por Zabhi -Zabih Tusufaili- Tsafaili (dependiendo de la traducción)", a quien presenta como "un ex militar iraní y oficial de IRGC", en alusión a las tropas especiales de Irán destacadas en Líbano, "que había vivido en Argentina durante varios años y que conocía muy a fondo las condiciones locales".
Las dificultades de traducción que el propio documento reconoce explícitamente, permiten inferir que el nombrado es la misma persona que las agencias internacionales de noticias suelen identificar como Sobhi T' faili o Tufaili, señor feudal del libanés valle de la Bekka, también conocido como "El jeque Rojo".
El informe insiste en que "El jeque Rojo" habría "vivido por varios años como residente en Argentina, pasando (luego) a desempeñarse como agregado militar iraní", condición en la que habría "tomado parte en la planificación del ataque de 1992 a la embajada de Israel", así como que salió de la Argentina poco antes de que se produjera el ataque a la AMIA.
Los expertos republicanos quizá confundan al libanés Tufaili con alguno de sus "encumbrados" parientes en Argentina. En todo caso, no ha podido confirmarse hasta ahora que el jeque haya vivido en Buenos Aires (lo que, con todo, no sería de extrañar, si se tiene en cuenta la rapidez con que el Patrón y una decena de traficantes de armas de origen árabe se establecieron en Argentina, y obtuvieron documentos locales de identidad en tiempo récord) y es sumamente improbable que se haya desempeñado como agregado militar iraní. En todo caso, no lo hizo con su nombre.
Que Tufaili tiene encumbrados parientes en Argentina, lo reconoció él mismo en una entrevista que le realizó en su bunker de Baalbeck, la capital del valle de la Beckaa, la periodista argentina María Laura Avignolo, corresponsal de Clarín en Londres.
Había pasado poco más de un mes del atentado a la AMIA, cuando Avignolo viajó a Baalbeck y aceptó ponerse el chador con tal de realizar la entrevista. Clarín la publicó el domingo 28 de agosto, en su segunda sección, con el título "El más temido de los miembros de Hezbollah tiene familiares directos en la Argentina. Los Tufaili llegaron al puerto de Buenos Aires después de la Primera Guerra Mundial".
"Tengo parientes en la Argentina, pero carezco de contactos con ellos. Sé que son una familia muy numerosa. Se fueron hace sesenta años y eran de la rama de mi padre. No tengo ningún contacto con ellos", aseguraba el jeque en la entrevista.
Avignolo narró que aunque le preguntó insistentemente quiénes eran esos parientes, Tufaili le dijo que algunos eran "muy encumbrados" y no quería comprometerlos. La periodista escribió que "el jeque se negó rotundamente a decir dónde vivían o cómo se llamaban, o a dar algún indicio geográfico" que permitiera ubicarlos.
No había pasado un año, cuando a fines de abril de 1995, Avignolo se encontró casualmente en Beirut con Alito Tfeli a quien no conocía personalmente. Poco antes, Israel había destruido a cañonazos una sede de la ONU en la aldea libanesa de Caná, con un saldo de un centenar de muertos. Ante la tragedia, los Cascos Blancos argentinos fletaron un "viaje solidario", encabezado por dos "representantes directos" de Menem, Tfeli y la inefable Amira Yoma, según se informó oficialmente.
Apenas se topó con María Laura Avignolo en los salones de un hotel céntrico de la capital libanesa, Tfeli la increpó con dureza. Suponía que había sido ella la que reveló su parentesco con el Jeque Rojo, lo que la periodista -que tardó en entender quien era su atacante- negó terminantemente. Fue testigo de la reyerta otra periodista, Olga Wornat, enviada especial de Gente.
Muy ofuscado, Tfeli le pidió encarecidamente a Wornat que le hiciera una entrevista. Era una ocasión única, ya que el médico prácticamente nunca las ha concedido, por lo que ella accedió. Tan pronto lo hizo, Tfeli le pidió que aclarase que si bien su apellido original era Tufaili, y por lo tanto el mismo que el del Jeque Rojo, "no creía" que éste fuera su primo, y en todo caso, jamás lo había visto. "Desde mi abuelo para acá, no supe nada de él", fue lo que le dijo. "Me quedé atónita que me hubiera pedido muy nervioso que lo entrevistase, y que cuando lo hice se limitara a decir que no era primo de otra persona", expresó sorprendida la periodista más tarde.
Aún así, Gente le concedió cuatro páginas de despliegue a la no-noticia, titulada "No soy pariente del jefe de Hezbollah".
Para entonces, Sobhi Tufaili no podía desmentirlo. Luego de haber perdido el favor de Siria y de ser expulsado de Hezbollah, y atacado por el ejército libanés, se encontraba herido y prófugo en las montañas aledañas a Baalbeck. Precisamente, tan pronto fue puesto fuera de combate, Menem, que se encontraba a punto de abordar el Tango 01 para ir a la Cumbre de Davos y luego a Egipto, cambió abruptamente el itinerario para dirigirse a Beirut, donde se reunió con el presidente Rafic Hariri y asistió al Parlamento, donde se abrazó con los diputados del Hezbollah oficial, que habían expulsado de sus filas al réprobo Tufaili. Al día siguiente, Tfeli envió una insólita carta al diario Clarín donde desmintió todo.
El informe de los expertos del partido republicano quizá confunda al Jeque Rojo y a su desmentidor primo argentino, puesto que éste también está acusado en el expediente del caso AMIA de haber desempeñado un importante papel en la consumación del atentado.
Como se puntualizó antes, Alito Tfeli determinaba quiénes podían ingresar al supuesto baldío de la calle Constitución de propiedad municipal, que según distintos investigadores -entre ellos los mencionados Jorge Lanata y Joe Goldman, y Gabriel Levinas, de La justicia bajo los escombros. AMIA, lo que no se hizo (Sudamericana, 1998) -desempeñó un papel protagónico en la comisión del atentado a la mutual judía.
Coincidentemente, el informe elaborado por los expertos republicanos para su presentación ante la Cámara de Representantes de EEUU afirma que el atentado a la AMIA fue supervisado por el jefe del Hezbollah en Brasil, y que cuando surgió "la necesidad de operativos adicionales" a la colocación del explosivo, "recién en las últimas semanas anteriores a la misión, para reducir el riesgo de detección", ingresaron a la Argentina procedentes de Brasil agentes "tanto de Hezbollah como del Comando General del Frente Popular de Liberación de Palestina."
El "Comando General" del FPLP (FPLP-CG) es una escisión ultraprosiria del ya prosirio FPLP, escindido hace muchos años de Al Fatah, el tronco principal de la que era entonces la OLP, y es hoy la Autoridad Palestina presidida por Yasser Arafat. Ambos, el FLP, dirigido por Abu Nidal, y el más pequeño FPLP-CG, cuyo jefe es Ahmed Jibril, tienen cuarteles generales en Damasco y son acérrimos enemigos del presidente Arafat y de los acuerdos de paz palestinos-israelíes.
Acusado de haber intervenido en el derribo del vuelo 203 de Pan Am en Lockerbie, el FPLP-CG ES, según los expertos, apenas un brazo de los servicios secretos sirios.
Cabe señalar que al Patrón se le acusó directamente de haber provisto la bomba, pues consideraba a Abu Nidal como su "hermano de sangre". Por esto, no es casual inferir que al menos estaba al tanto de los planes del operativo en Buenos Aires. O de lo contrario, tuvo parte activa en el mismo. Pero no existen pruebas suficientes para incriminarlo.
El informe de los diputados republicanos asegura que, si bien la planificación general del atentado a la AMIA le correspondió a Shobi Tufaili, "los operativos iniciales" sobre el terreno quedaron en manos del agregado cultural de la embajada iraní, Moshen Rabbani.
"Dos operativos locales, ambos islámicos radicalizados, fueron seleccionados por los agentes de inteligencia iraníes y sirios y recibieron el dinero para hacer la operación de Rabbani. A su vez, estos dos operativos crearon dos pequeños grupos integrados por personas de la comunidad (islámica) local, para brindar distintos servicios de apoyo".
Uno de estos grupos, detalla, estuvo integrado por mercenarios argentinos que se encargaron de proveer la camioneta Traffic a Telleldín. Se refiere, obviamente, a la organización capitaneada por el citado Alejandro Monjo.
El otro grupo, de apoyo, se habría encargado de "controlar el área del blanco y también el lugar donde se mantuvo la camioneta los días anteriores al ataque", dice el informe y estuvo formado por "islamitas argentinos comprometidos con la causa", dice el informe.
Más allá de que las mayores sospechas, casi certezas, acerca de quienes dejaron la Traffic en la playa de estacionamiento Jet Parking (situada muy cerca de la AMIA, en Pasteur y Azcuénaga) apuntan a la Federal y a un amigo de la infancia de este, ambos relacionados con Monjo, la información proporcionada por el documento republicano es muy interesante. Y lo es porque el anteriormente nombrado Edul aparece relacionado con ambas fases de la operación.
En la causa judicial, en efecto, quedó establecido que Edul, vecino del ya mencionado terreno de la calle Constitución, llamó el domingo 10 de julio desde uno de los celulares a Telleldín. Es decir, lo llamó en el preciso momento en que éste dijo haberle traspasado la Traffic al mencionado grupo de patas negras bonaerenses. E inmediatamente después, llamó a una comisaría de San Martín donde prestaba servicios el inspector Diego Barreda, íntimo de Telleldín e involucrado en ese traspaso.
Una semana después, el domingo 17, Edul hizo con ese mismo celular una serie de llamados, casi consecutivos, a cuatro abonados situados entre cien y doscientos metros de la AMIA, todo dentro de un mismo círculo de 120 metros de diámetro en el que estaba también Jet Parking.
Otro hecho digno de analizar es el encubrimiento elaborado por la Federal. Como sucedió en la embajada israelí, la custodia recibió un imperioso llamado para que se retiraran minutos antes de las explosiones. Pero además, fue en dependencias del DPOC donde se hicieron humo una variada cantidad de evidencias, comenzado por 66 cassettes de escuchas realizadas en la línea telefónica de Telleldín, pasando por rollos de fotos y otras cosas que se secuestraron en la casa de la familia Lorenz, y de un llavero enchapado en oro que la División Sustracción de Automotores regaló en una ceremonia a Alejandro Monjo.
La sustracción del llavero fue obra del principal José Luis González, quien minutos después del atentado se dedicó a sembrar pistas falsas, como inventar la existencia de un F-100 bomba. Luego, arregló con Monjo el allanamiento trucho de su Automotores Alejandro.
Menem lo hizo
"Menem lo hizo", rezaba un pegadizo jingle durante la campaña electoral de 1999. De acuerdo a esta investigación, el ex mandatario tuvo muchísima responsabilidad en el atentado a la AMIA, y en su posterior encubrimiento.
Luego de su victoria ante Cafiero en las internas de 1988 estaba obsesionado por un sólo objetivo: llegar a la Rosada a cualquier precio. Entonces no dudó en tomar decisiones de estado para tal meta, por eso no le tembló el pulso cuando negoció la entrega del Cóndor II a los sirios, libios o egipcios. Tampoco escatimó en detalles para la cooperación nuclear con Assad, como lo mencionó Spinoza Melo. Y tampoco se hizo el chancho rengo cuando ubicó al prófugo Ibrahim en la Aduana, o en ocasión del otorgamiento del pasaporte de la discordia al primo Al Kassar.