Cada vez son más los empleados públicos que se sienten marginados por cuestiones políticas. La apropiación del aparato estatal por unos pocos. Una ONG, Juntos por el Trabajo en Libertad, propone la titánica tarea de nuclearlos y darle voz.
Ni Cristina ni Néstor inventaron nada. Los libros de historia están repletos de anécdotas sobre purgas en organismos del Estado encaradas por el presidente Juan Domingo Perón. Es más, las listas negras y persecuciones no comenzaron en los años ´40 pero, posiblemente se agudizaron en esa época. En ese sentido, el kirchnerismo fue un fiel exponente de lo peor del peronismo clásico. Las oficinas públicas también se dividieron entre fieles e infieles y la meritocracia, sentenciada de muerte. Este grupo de despedidos del Estado proponen recuperar la tradicional carrera administrativa.
En la agencia estatal de noticias denuncian persecuciones políticas bajo la gestión camporista de Santiago Álvarez, heredero del creador del “periodismo militante”, Martín García. Los jóvenes y poderosos gerentes van más allá y, a pesar de llenarse la boca denunciando la violencia de género y reivindicar a una Presidenta mujer, acosan compañeras. Una periodista que prefiere el anonimato denunció ante la justicia al gerente de audiovisuales de Telam por “cosificar a la mujer”, aprietes y “mandarme una patota integrada por pibes de La Cámpora que trabajan con él a insultarme”. La mujer mantuvo una relación durante un año con el gerente de Telam, Marcelo Rielo, hasta que la mujer quedó embarazada: “Me quiso obligar a abortar”. La denunciante terminó perdiendo el embarazo en su séptimo mes y, según su relato, nunca recibió un centavo del gerente. Rielo no quiso hablar del tema. La denunciante asegura que las puertas del periodismo en Telam y otros medios por los que trabajó, hoy le cierran las puertas por influencias de su ex pareja. No sería el único caso en Telam de violencia de género.
Parece una constante. Los jóvenes camporistas que pululan en el Estado ejercen el poder sin concesiones ni respetan reglamentos internos ni sindicatos. Silvina Martínez lo sufrió en la Auditoría General de la Nación y la terminaron echando por hacer su trabajo. Se ocupó de investigar la constitución de The Old Fun vinculada al escándalo Ciccone. La acusaron de ser cómplice del grupo Clarín. En la IGJ, el director también bajó los cuadros a lo Néstor Kirchner. “Mandó a sacar las fotos de los funcionarios de la época de la dictadura y citaba a los empleados de carrera amenazándolos para que actúen como él quería” recuerda Martínez. El hijo de desaparecidos, Norberto Carlos Berner dejó su impronta revanchista creyendo que hacía la revolución en ese organismo de control.
La fueron como a Fernanda Gil en Aerolíneas Argentinos presidida por otro camporista, Mariano Recalde. Gil trabajó en la aerolínea estatizada hasta que no le renovaron el contrato. El resto de sus compañeros sí tuvieron suerte. Casualmente, todos los demás eran militantes de la agrupación juvenil creada, supuestamente, por Máximo Kirchner. Víctor Maiola no quiso dejarle un diezmo a esa agrupación y también se quedó en la calle. La denuncia judicial por discriminación de Gil, auspiciada por Alejandro Sánchez Kalbermatten, puede marcar un antes y un después.
Griselda López Viegas tuvo problemas similares en la cancillería argentina. Su tragedia laboral comenzó cuando la joven Cecilia Nahón, también de La Cámpora, desembarcó allí. Cuando los “chicos” quieren ingresar al Estado, otros deben irse. Las situaciones parecen calcadas. Viegas nunca quiso asistir a las "charlas de adoctrinamiento" y era crítica de la bajada de línea. Hoy está desocupada. Otra de las fundadoras de la ONG, Graciela Bevacqua fue desplazada del Indec en los tiempos en que comenzaban a conocerse los desaguisados en las estadísticas oficiales. María Laura Haag le pasó lo mismo en Secretaría de Energía y Sandra Votta en la Cancillería de Héctor Timmerman.
¿Estás o no con el modelo? La incisiva pregunta con el que muchos empleados estatales deben lidiar amenaza con repetirse en el futuro con otro partido político en el gobierno nacional. Sería la peor herencia del kirchnerismo. Mientras tanto, los apretados de la “década ganada” insisten en refundar el Estado con otros valores.