De la derrota probable al repunte y del clima de polarización a la sensación de triunfo irreversible en apenas cinco meses. Esos fueron los estadíos por los que pasó el Gobierno y su brazo electoral desde que el fiscal Alberto Nisman apareció muerto en su departamento de Puerto Madero el 18 de enero.
Con Cristina Kirchner como bastonera, la maquinaria oficialista logró recuperarse de aquel golpe al mentón —cuya resolución judicial sigue en una enorme y preocupante nebulosa— y ahora hace uso y abuso de su fortaleza electoral e institucional.
El cierre de listas de candidatos pareció dejar mejor parado al Frente para la Victoria. Barrió las contradicciones bajo la alfombra y ahora marcha encolumnado detrás de Daniel Scioli, a quien de acuerdo con los eufemismos elegidos por el kirchnerismo duro, "complementa", "sintetiza" o "supervisa", Carlos Zannini.
Con encuestas parciales —en todos los sentidos del término—, el FPV asegura que la incorporación de Zannini y los jóvenes de La Cámpora en la boleta que encabezará el gobernador bonaerense generó un efecto electoral nulo porque ganó votos por un lado y perdió por el otro pero otorgó réditos políticos.
Sin la molestia retórica de Florencio Randazzo y del ultrakirchnerismo acusándolo de candidato de las corporaciones y de mal gestor, Scioli tiene 45 días menos de desgaste y el mismo plazo de gracia para avanzar con su agenda "positiva".
Es probable que las desaveniencias en el oficialismo comiencen en caso de que retenga el poder. Pero eso, se sabe, en el peronismo es secundario: primero hay que ganar.
En la oposición, hay una sensación de que se necesita barajar y dar de nuevo, después de la decisión del PRO de no armar una coalición amplia con Sergio Massa.
El mejor posicionado sigue siendo Mauricio Macri, líder del PRO y posible emergente de la primaria del Frente Cambiemos, aunque parece haber frenado su ascenso en las encuestas y ahora busca recrear el clima optimista que lo rodeaba hasta hace un mes con visitas diarias al Conurbano bonaerense, su Talón de Aquiles.
El jefe de Gobierno porteño apuesta a la polarización total con el oficialismo. Descuenta que será el opositor más votado en las primarias y que esa elección ordenará a gran parte del 60% —según palabras de sus armadores— que no quiere más kirchnerismo.
A diferencia del FPV los operadores políticos de Cambiemos esperan para los próximos días los sondeos que encargaron para ver el impacto del cierre de las listas.
El problema para el líder del PRO es que hoy su nivel de rechazo estaría por debajo del Gobierno pero en parámetros similares a los de Scioli.
Expansión ilimitada
Corrido el caso Nisman de la agenda y con la economía sin sobresaltos —más allá de algún coletazo con el dólar—, el Gobierno se encuentra en fase expansiva, más allá de que los desequilibrios macroeconómicos subyacen.
Esta semana el INDEC indicó que la economía creció 1,1% en el primer trimestre del año, pero para el Congreso —que promedia los trabajos de consultoras privadas— se contrajo 0,8%.
Amparada en los números oficiales, la Presidenta anticipó durante un acto de campaña en La Pampa que "estamos volviendo a crecer" y recitó números que avalarían el repunte de la economía.
El acto fue transmitido por cadena nacional, la vigesimosexta del año, sin nada que remitiera al artículo 75 de la Ley de Medios en el que se indica que debe ser utilizada en "situaciones graves, excepcionales o de trascendencia institucional".
Por cadena, Cristina dijo que no se gobierna con "chamuyo ni globitos" en alusión al PRO y cuestionó a Martín Lousteau, hoy candidato opositor en la Ciudad, por su diseño de la resolución 125 de retenciones a las exportaciones agropecuarias.
Esa decisión defendida al extremo por el Gobierno desembocó en un prolongado e ideologizado conflicto con los productores agropecuarios en 2008 y etiquetó a Julio Cobos como un traidor, por pensar lo mismo que piensa ahora Cristina Kirchner.
La semana próxima habrá elecciones en cuatro distritos: primera vuelta en la CABA, primarias en La Pampa, generales en La Rioja y en Córdoba. La Presidenta ya tiene actos programados en la Casa Rosada, el martes con anuncios; Córdoba y Chubut, como virtual jefa de campaña del Frente para la Victoria.
Paralelamente, la jefa de Estado estuvo en los últimos días al frente de medidas sensibles en el plano institucional: la salida del jefe del Ejército, César Milani, acusado por crímenes de lesa humanidad y por quien había tenido que pagar un altísimo costo político; y la designación de jueces afines en la Cámara de Casación Penal, el máximo tribunal penal del país.
Esta última maniobra tuvo varias etapas. La primera fue la confección de una lista de conjueces afines, luego el usufructo de las mayorías parlamentarias para cambiar el régimen de suplencias en la Justicia y finalmente el uso de su fuerza en el Consejo de la Magistratura para imponer cambios en tribunales sensibles como la Casación.
El más sonoro fue el caso del juez Luis María Cabral, quien desde 2011 era subrogante en la Sala IV de la Cámara de Casación Penal. Cabral es muy crítico del Gobierno y sus decisiones suelen ser contrarias a la voluntad del Ejecutivo.
Según trascendió tenía redactado su fallo declarando la inconstitucionalidad del acuerdo entre la Argentina e Irán, pero por alguna razón lo demoró y lo corrieron antes de que se hiciera público. La jugada promete una larga polémica. La oposición busca desperezarse con el caso, pero se queja de que la sociedad mira para otro lado con las extralimitaciones del kirchnerismo (NA).