“El
14 de noviembre de 1955 el interventor del diario El Líder, capitán de navío
Patrón Laplacette, recibió la visita de dos periodistas norteamericanos que
invocaban la representación de las revistas Time y Life. Los periodistas
norteamericanos tienen un aplomo y una desenvoltura tan despreocupada para
afrontar las situaciones, que por lo menos parecen llevar en sus bolsillos un
par de bombas atómicas. El capitán Patrón Laplacette hizo servir buen whisky
escocés e invitó a la reunión al jefe y al secretario de redacción, doctor
Aldo Paciello, Víctor Álvarez y al redactor Enrique Portillo. Desde las
rendijas de la puerta escuchaban otros redactores curiosos. Los periodistas
norteamericanos contaron que para pulsar el ambiente habían residido durante 15
días en Avellaneda, disfrazados de marinos mercantes desertores. Aseguraron
terminantemente que el elemento obrero de las zonas fabriles del sur estaban
decididamente en contra de la revolución. De pronto, súbitamente lo abordaron
al capitán Patrón Laplacette con una pregunta intempestiva e inesperada.
-Dígame,
capitán-preguntó
uno de ellos-, ¿usted
es masón o francmasón?
Laplacette
se crispó.
-Yo
soy católico, apostólico, romano-dijo,
con tono de protesta.
El
americano hizo un gesto vago. Quizá quiso decir: “Ya sabemos que esos términos
no son forzosamente excluyentes ni obligadamente antagónicos”. El gesto quería
decir muchas cosas, pero lo que realmente dijo el americano fue:
-Oh,
no tiene importancia. Mañana preguntaremos a Washington. Allí están todos
afiliados.
Los tres periodistas criollos
reprimieron un gesto de asombro. Los servicios informativos de la Marina de EEUU
demostraban ser de una eficacia sorprendente. El whisky era de muy buena marca,
y un generoso trago fue el punto final del regocijado asombro de los redactores
de El Líder. El colega norteamericano mantenía embretado al marino, que los
tenía acorralados a ellos con sus ametralladoras. Junto con el whisky los
redactores de El Líder se relamían de placer en este inesperado desquite. Uno
de los norteamericanos quiso conocer las causas que a juicio del marino
argentino habían provocado la revolución. Patrón Laplacette habló un largo
rato sobre la vocación democrática del pueblo argentino, sobre los excesos de
la tiranía derrocada, sobre la eliminación de la
-Esta
es la rebelión del pueblo argentino.
Uno de los americanos trasegó a su
estómago casi un vaso entero de whisky. Hizo un gesto de satisfacción. Puso su
vaso en un plato y como si la perorata de Patrón Laplacette le hubiera
disgustado, afirmó:
-Para
nosotros la cosa es más simple. Este es un desembarco británico. Ellos
proporcionaron las espoletas y el petróleo y se los van a hacer pagar muy caro.
Las bombas que cayeron en Plaza de Mayo eran de fabricación británica.
Y sin pausa alguna, preguntó:
-¿Porqué
no han publicado el contenido de los alambres magnéticos del doctor (Oscar)
Alende?
La
pregunta sorprendió al capitán Patrón Laplacette, quien sólo atinó a
repetir lo que ya era de conocimiento público.
-Se
extraviaron-dijo,
como explicación.
-Pero
nosotros dimos una nueva copia -insistió
el norteamericano.
-No
sé……Creo que volvieron a perderse……Yo no
estoy en ese asunto -arguyó,
desconcertado, Patrón Laplacette.
El
norteamericano tomó un vaso y antes de ingerírselo, a modo de punto final,
dijo:
-Podemos
enviarles otras copias, si lo desean. Los originales de esos alambres están en
Washington. Ellos forman parte –una parte importante- de la prueba de la
intervención de Gran Bretaña en los asuntos argentinos”
(Raúl Scalabrini Ortiz en la revista Qué,
el 18 de junio de 1957)
El
entonces diputado radical Oscar Alende había denunciado en el Congreso
Nacional, en agosto de 1955, que la flota británica proveniente de Malvinas
reabasteció en aguas de la Patagonia a la buques de la Armada argentina que
luego participarían en la rebelión del 16 de septiembre de 1955.
Concretamente, en la sesión del 10 de ese mes se logró establecer con precisión
que el encuentro tuvo lugar cerca de Puerto Madryn a finales de julio.
Con una ayudita de los amigos
De acuerdo con esto, el historiador Fermín Chávez sostiene
que “Alende,
por su parte, tratando de refutar dichos (del diputado justicialista
José Raúl) Lucero
sobre la inactividad de la flota durante tres días (a causa del temporal que se
desató el 25 de julio), sostuvo que ello no contradecía “el
hecho de que naves extranjeras merodearan en la vecindad de las naves
argentinas”. Afirmó que el SIN tenía las pruebas y que lo único
que hacía falta era un grabador: “Hay
una versión fotoeléctrica captada en Puerto Belgrano y en la misma ciudad de
Buenos Aires, que pudo escucharse durante tres días; y transmisiones radiales
que fueron grabadas y elevadas a la superioridad en el Ministerio de Marina”. Según
Alende, empezaron el 25 y fueron grabadas el 27 de julio, y se trataba de una
fuente “que
no podía estar a más de 200 millas de la costa” (Perón
y el peronismo).
El
11 de febrero de 1995 un cable de la agencia noticiosa Dyn
revelaba que, según el libro EEUU
y el peronismo de Mario Rapoport y Claudio Spiguel, el Foreign Office
británico y no el Departamento de Estado estuvo sponsoreando la Revolución
Libertadora: “Rapoport y Spieguel recuerdan que luego del golpe de septiembre
de 1955, el embajador británico en
Argentina no podía ser más
ilustrativo, pues en un informe a su gobierno escribió que había caído un
sistema “esencialmente
gangsteril” cuyo objetivo “fue
el poder personal y el engrandecimiento y enriquecimiento del dictador y sus
sostenedores”.
En
cambio, a partir de la visita del presidente norteamericano Eisenhower a la
Argentina entre el 18 y el 20 de julio de 1953, el Departamento de Estado había
comenzado a aplicar con el peronismo la política de la “correcta amistad”.
Desde entonces, la administración norteamericana facilitó la concesión de créditos
y la radicación de industrias”.
Como
se ve, el viejo león británico en aparente decadencia no se resignó
simplemente a ser desplazado por su aliado y competidor estadounidense, de una
región donde había sentado precedente por más de un siglo.
Fernando Paolella