Tal vez, cuando comience a leer esta columna, usted, estimado lector, pueda pensar que quien suscribe está tomando con cierta liviandad un tema que, en apariencia es muy complejo y difícil de tratar, que es el de intentar de convertir a la Argentina en un país medianamente normal. Sin embargo, no lo es.
Lógicamente, también nos podemos preguntar a que nos referimos cuando hablamos de "un país normal", por lo tanto veamos qué entendemos por eso.
Un país normal sería, básicamente, una nación donde se respeten las instituciones, pero fundamentalmente donde exista la división de poderes y estos funcionen de manera totalmente independiente. Eso si, siempre hablando de países que se rijan a través de un sistema democrático, republicano y federal como el nuestro. Y para que no queden dudas, podríamos tomar -a modo de ejemplo de país normal- a Australia.
Para no retrotraernos demasiado en el tiempo, veamos algunos hechos acontecidos en nuestro país en estos últimos días que demuestran a las claras que Argentina no es un país normal.
Un juez decide no reabrir una causa, la de la denuncia del fiscal Alberto Nisman, sin embargo otro juez decide reabrirla.
Una señora decide, ante la citación de un Juez Federal, no presentarse a declarar ante la Justicia, pero además insulta al juez públicamente, y el juez va a tomarle declaración a su casa.
Esa misma señora, en un acto público, incita a la población a tomar las calles para derrocar a un gobierno democrático, elegido en elecciones libres.
Un grupo de manifestantes apedrea el auto en el que viajan el Prsidente de la Nación y la Gobernadora de la provincia de Buenos Aires.
A todo esto, por estos actos delictivos, nadie va preso. ¿Qué cree usted que ocurriría en un país normal?
La lista podría ser mucho más larga, pero estos ejemplos son más que suficientes como para demostrar que en Argentina la Justicia no funciona como debería funcionar, y si no funciona la justicia nada puede funcionar correctamente.
Dentro de todos los problemas que padecemos los argentinos hay tres que sobresalen, a saber: 1- La corrupción generalizada; 2- La inseguridad, que en realidad es la delincuencia, y 3- La abismal diferencia de criterio que existe en gran parte de la sociedad, que se ha transformado en intolerancia, o lo que comúnmente denominamos como "grieta". La clave de todo.
El problema está instalado y, ¿cuál sería la solución? En el mundo hubo tres hechos puntuales que nos podrían servir como ejemplo de lo que se podría hacer, que son: 1- El proceso judicial conocido como "Mani pulite", que fue celebrado en 1992 en Italia y descubrió una extensa red de corrupción que implicaba a los principales grupos políticos, industriales y empresariales del momento; 2- El programa de seguridad denominado "Tolerancia cero", que fue impuesto en la ciudad de Nueva York por el alcalde Rudolph Giuliani por el cual se bajó el índice criminal el 77% entre 1990 y 2007, logrando que esa ciudad sea considerada en el mundo un paradigma en la lucha contra el delito urbano, y 3- El "Pacto de la Moncloa", que como sabemos fue un acuerdo histórico en el que representantes de los principales partidos políticos, sindicatos y otros actores sociales se comprometieron a llevar a cabo de manera conjunta un programa político/económico en España en el año 1977.
Si en nuestro país aplicáramos estos tres puntos, inmediatamente veríamos un cambio sustancial, pero, como dijimos, la clave de todo es la gran diferencia de criterio que existe en diversos sectores de la sociedad, y es lo más grave, por dos razones fundamentales. La primera es que se fue gestando de manera solapada y paulatina, generando la grieta que hoy vemos y padecemos en cualquier ámbito. Y lo peor es que quienes la generaron, son precisamente quienes no la quieren cerrar. De hecho todavía existe un grupo de jueces y fiscales autodenominados "Justicia Legítima" que opera permanentemente en favor de uno de los sectores.
Es muy difícil solucionar un conflicto cuando una de las partes no quiere hacerlo. ¿Cómo lograr, entonces, un "Pacto de la Moncloa" argentino, que en definitiva sería el puntapié inicial para solucionar todo lo demás, cuando un grupo de los actores quiere, precisamente, lo contrario?
Hoy, la realidad indica que quienes generaron el caos -y no solo no tienen ninguna intención de repararlo, sino que por el contrario, lo quieren profundizar- son oposición, y casualmente muchos integrantes y ex integrantes de esa oposición están muy comprometidos con la justicia, y saben que de la única manera que pueden zafar es volteando al gobierno. Esto no es ninguna novedad y ya lo hemos dicho en más de una ocasión en esta misma columna.
De hecho, Mauricio Macri tiene en su poder informes de inteligencia que indican que la conflictiva situación económico/social está siendo exacerbada por la oposición, ya que es ese el único flanco débil de su plan de gobierno. Dicho esto de otra manera, el informe confirma, textualmente que "quieren mantener el conflicto y provocarle una derrota política (a Macri) como una manera de demorar la recuperación de la economía". La pelea por el tarifazo es el más claro ejemplo de ello.
Volviendo a los tres puntos en cuestión, el más importante, sin dudas, es el de realizar un acuerdo multipartidario, para luego solucionar lo demás, pero mientras la oposición siga siendo el kirchnerismo, celebrar un pacto de gobernabilidad será una misión más que imposible.