El 05/09 publiqué una nota en este mismo medio sobre este mismo tema, o similar, en relación con el caso del médico acusado de homicidio por defenderse a los tiros de la agresión, las amenazas con arma y el robo de su auto por un delincuente. Sin ánimo de ser repetitivo, a los pocos días me veo obligado a reiterar un reclamo fundamental, de manera más puntual y fundamentada, ahora a raíz de caso del “carnicero” (como ven, toda gente trabajadora): si las élites encargadas de operar el sistema judicial y los medios de prensa no tienen la claridad de pensamiento, el valor y la sensibilidad de ponerse firmemente del lado del pueblo inocente y trabajador en esta suerte de guerra abierta contra delincuentes desquiciados y en gran medida impunes, que por lo menos cedan una cuota de poder, le permitan al pueblo ejercer su derecho a ser juzgado por sus pares, cumplan con la Constitución (que así lo impone no en uno sino en tres de sus artículos: 24, 75 y 118) e implementen el juicio por jurado.
¿Tienen miedo de quedar mal? ¿Están cómodamente enamorados de dogmas abstractos y teorías retorcidas que les permiten mirar para otro lado y negar la verdad? ¿Les gusta ser políticamente correctos incluso cuando ello consagra una injusticia? ¿Creen que los delincuentes son víctimas de la sociedad y que la gente de bien que decide trabajar y sacrificarse es la victimaria pero no se animan a decirlo? ¿Piensan que una persona que, hastiada de que la roben y la agredan sistemáticamente, decide salir a perseguir al delincuente que se lleva su dinero y su sacrificio en una moto, y lo toca desde atrás para obligarlo a detenerse, arriesgándose a que le dispare, está cometiendo homicidio? Bueno, en cualquier caso, bien pueden sacarse la responsabilidad y la presión de tener que afrontar estos dilemas, simplemente, aplicando la letra de la Constitución Nacional (de nuevo, arts. 24, 75 y 118).
Si están verdaderamente convencidos de su propio sentido de la Justicia y creen que el criterio que están usando es de acceso universal a través del sentido común y la razón, los invito a poner a prueba su convencimiento permitiendo que la gente de a pie, que puede ser ignorante en muchos aspectos pero no en lo más importante, que es distinguir entre el bien y el mal e identificar situaciones o acciones injustas, pueda hacerse cargo de impartirse a sí misma un bien tan elemental y preciado que tanto escasea.
Las palabras no alcanzan para describir lo que sienten el médico y el carnicero, y tantos otros como ellos que pasan desapercibidos a diario, al percatarse de que pueden ser condenados a prisión y ver su vida arruinada por obra de la Justicia, por tratar de evitar, por los medios que tuvieron a mano, que la delincuencia se apoderara de su vida y la de su familia y la arruinara sistemáticamente delante de sus ojos. Y las palabras no alcanzan, precisamente, porque son un instrumento limitado que nos sirve para aproximarnos a una verdad interior que emana de una existencia espiritual insondable. Esas son las palabras a las que se aferran quienes pretenden sentirse superiores al manipularlas arbitrariamente con interpretaciones legales contrarias al sentido más elemental de Justicia, que una parte de nuestro pueblo está heroicamente defendiendo en la municipalidad de Zárate.
Justicia no es venganza; sentido común no es ignorancia; legítima defensa no es homicidio; que no nos den vuelta las reglas de juego; que cumplan con la Constitución luego de un siglo y medio de violentarla sistemáticamente y permitan que el sentido básico de Justicia quede protegido por el derecho humano a ser juzgado por los pares.