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La desinformación de los medios II

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REVISTA NOTICIAS Y LAS BOMBAS
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Con el transcurso del tiempo, resulta harto interesante hurgar en los archivos periodísticos para encontrar pistas y paliar ese exceso de desmemoria tan caro a un gran número de argentinos.

 

Por eso, siguiendo el mismo criterio de la nota anterior sobre el libro Cortinas de humo de Jorge Lanata y Joe Goldman, en este artículo se analizarán los dos suplementos que la revista Noticias lanzó a la calle los días 19 de marzo de 1992 con motivo del ataque a la embajada israelí y el 20 de julio de 1994, por la voladura de la AMIA.

Conviene aclarar que esto no se trata de una crítica visceral contra dicha publicación, sino que es un intento de describir como un sector del periodismo vernáculo intentó explicar luego del pasmo inicial, estos dos tremendos acontecimientos que sacudieron la calma porteña.


"A sangre fría"

 

Desde el comienzo de esta edición extra de 100 páginas, se intenta hallar un responsable directo de la destrucción de la sede diplomática israelí. En una nota ubicada en las páginas iniciales, firmada por Miguel Wiñaski y Daniel Olivera, puede leerse: "Destrucción y muerte al enemigo. La consigna levantada por el grupo Jihad Islámica (Guerra Santa) desde el 18 de abril de 1983, cuando destruyó la embajada de los EEUU en Beirut, El Líbano, siempre estuvo marcada a fuego para el gobierno israelí y sus sedes diplomáticas en el mundo. Sin embargo, inexplicablemente, los rigurosos controles que hacían casi inexpugnable el acceso al portón de Arroyo 916 (sede de la Embajada del Estado de Israel) se aflojaron en las últimas semanas. El motivo: las refacciones a las que estaba siendo sometida la sede, en el subsuelo y la planta baja.

Ese aflojamiento en los controles de seguridad habría permitido que el martes 17, a media mañana, por lo menos, tres personas cuidadosamente elegidas por el grupo terrorista se infiltraran entre los obreros que realizaban las tareas y descargaran 50 bolsas que en su interior debían tener cemento, pero que en realidad contenían panes de trotyl con su carga de horror y muerte. Como un preciso mecanismo de relojería, los terroristas habrían descargado las bolsas en la máquina mezcladora colocada en la planta del edificio, desaparecieron sin dejar rastros. El operativo habría quedado completado dos autos (un Siam Di Tella y un Valiant), con poderosísimas cargas de explosivos en su interior, fueron virtualmente volados al ser accionados por control remoto desde las cercanías del lugar. En total, el grupo habría utilizado 500 kilos de explosivos. De allí que los testigos del atentado, todavía shockeados, repitieran hasta el cansancio que escucharon tres explosiones en cadena, o en un lenguaje más técnico, los peritos en explosivos seguida de una "implosión" desde el interior de la misma embajada. El virtual arrasamiento, casi de raíz, de la sede diplomática, abona esa teoría y prácticamente la confirma en plenitud."

El análisis de estas líneas, a la luz de estos 11 años de impunidad, resulta fascinante. Luego de deslizar la presunta responsabilidad de la Jihad (naturalmente, sin poseer prueba alguna), ambos periodistas relatan en lenguaje condicional como se desarrolló el ataque. Es un dato curioso, ya que aventuran desde el modus operandi, el explosivo utilizado ("panes de trotyl con su carga de horror y muerte"), su probable cantidad ("el grupo habría utilizado 500 kilos de explosivos") y la existencia de "tres explosiones en cadena". Cabe señalar que en ningún momento se hace mención de la Ford F-100 conducida por el archifamoso kamikaze fundamentalista.

Según este artículo, esta falacia fue tirada primeramente por el ministro de Relaciones Exteriores israelí David Levi, quien sindicó la autoría de la voladura a los conocidos de siempre: "El atentado habría sido realizado, según informes de nuestro servicio secreto, por grupos fundamentalistas islámicos o palestinos". Más adelante, aventuraría que la responsabilidad le cabía supuestamente al "eje irano-sirio."

Siguiendo una presunción temeraria, Menem derraparía (como se vio en un análisis anterior) al acusar primero a los carapintadas de Seineldín primero, y luego al gobierno iraní.

Luego de esta nota, se presenta un análisis del corresponsal en París Andrés Bruzzone quien se destaca por su buen tino y mesura: "Hay que tener cuidado. Los culpables no son los que están a la vista, sino los que se esconden detrás de una red muy difícil de descifrar; un ejemplo reciente son las investigaciones de los atentados contra aviones", señaló una fuente de la Embajada de Israel en París, después de escuchar de Carlos Menem que aquí reprodujeron todas las cadenas de TV".

Mejor sería pecado. Ante la impunidad verbal del riojano más famoso, le sale al cruce la prudencia de un diplomático israelí quien alude, seguramente, al famoso caso Lockerbie y al proceder de otros grupos no tan identificables.

Más adelante, Bruzzone puntualiza otra hipótesis inquietante: "Con poca información todavía los analistas preferían ver, a pocas horas de la explosión, una acción relacionada con las tensiones del Oriente Medio o con cuestiones internas de la Argentina: no es posible que se trate de una advertencia al Gobierno en relación con la apertura de los archivos nazis". Como se analizó convenientemente en un análisis anterior, esta explosión tuvo indicios muy claros de ser motivada por "cuestiones internas de la Argentina", relacionadas con la traición de Menem a sus aliados sirios.

Hacia el final, Bruzzone le cede la palabra a "un diplomático especializado en el problema del terrorismo": "Es un laberinto en el que se pierde uno muy fácilmente: en los 70 estaban muy orgullosos de sus acciones y las difundían por los medios, pero eso después se les volvió en contra y ahora son más difíciles de individualizar. Los más audaces son siempre los islámicos ligados a Irán y Siria". Luego, prosigue Bruzzone señalando que "en este marco cualquier investigación resulta difícil y, si se trata de grupos internacionales que tomaron a la Argentina como escenario para sus batallas, la verdad no saldrá nunca a la luz. Tal vez si se trata de la obra de locales –fanáticos exacerbados o calculadores que se benefician con el caos y con el miedo-, la presión internacional ayude a identificarlos."

Como se verá, jamás se halló a los culpables y la presión internacional de poco sirvió para que se sepa lo que realmente ocurrió aquel fatídico martes 17 de marzo.

Más adelante, Joaquín Morales Solá intenta encontrar a los responsables, pero siempre dentro del marco del conflicto de Medio Oriente: "Por último, si se confirman las versiones que atribuyen el atentado a la participación directa o indirecta de elementos árabes, estaríamos ante la primera expresión concreta de un traslado a la Argentina del conflicto del Medio Oriente. Ese conflicto no había llegado a estas playas como consecuencia directa de la pacífica convivencia entre las colectividades árabes y judías. Pero si el conflicto se trasladó no es que haya cambiado esa armoniosa relación; simplemente se han creado aquí las condiciones de inseguridad que hacen permeable la violencia, producida por pasiones lejanas".

Esa frase final, indica que el analista estrella de La Nación tira la pelota afuera. La voladura se debió a un conflicto producido por "pasiones lejanas", y no a cuestiones inherentes a una vendetta de los sirios contra Menem. La ruta que lleva a Damasco, previa escala en Yabrud, ni siquiera es mencionada.

Seguidamente, las páginas del suplemento le ceden la palabra al psicoanalista Mauricio Abadi: "Por otra parte, es muy difícil saber –pero muy fácil de intuir- que se trata de grupos fundamentalistas. No importa si neonazis europeos o pertenecientes a fuerzas que, como Irak, intentan subvertir el nuevo ordenamiento del mundo. Vengan de donde vengan los protagonistas, -y víctimas- de un fundamentalismo contra el cual debemos luchar por todos los medios". Causan pavor estas definiciones, pues parecen más propiamente de un general del Proceso que de un profesional de la salud mental. Se adelanta diez años al pensamiento lateral de George Bush Junior, al acusar a Saddam Hussein como patrocinador del terrorismo mundial.

Más adelante, hace su aparición Pepe Eliaschev, quien manifiesta que: "La Argentina fue incorporada esta semana, contra su voluntad a una guerra "santa" que se viene librando hace muchos años y en la cual el terrorismo árabe es protagonista fundamental. El bombardeo de la Embajada de Israel en Buenos Aires no sólo demostró la solvencia criminal ya exhibida en otras ocasiones por estas brigadas, como el reciente asesinato de un diplomático israelí en Turquía, sino que además vino a dramatizar el alcance trasnacional logrado por el irredentismo terrorista árabe. Todo indica que la embajada fue demolida por un comando cuya principal misión era asesinar a dos importantes funcionarios israelíes de paso por la Argentina". Ni lerdo ni perezoso, Eliaschev le apunta la autoría del "bombardeo"a los fundamentalistas islámicos como un correlato de la lucha en las arenas del Medio Oriente. Ni por asomo se menciona la pista siria, sepultada una vez más en los meandros de la desmemoria.


"Tragedia anunciada"

 

Con dos páginas menos que la edición extra dedicada a la tragedia de la calle Arroyo, la publicación de Perfil se interna en el relato de los hechos de aquel lunes negro de hace nueve años. También acá sobrevuela el fantasma del terrorismo internacional de origen árabe, y no se menciona para nada a la pista que desemboca en el eje Damasco-Yabrud.

Una vez más, la lupa analítica de Moralés Solá se le pone fuera de foco y concuerda con la sinfonía menemista: "Hace dos meses, el gobierno israelí detuvo a uno de los principales jefes de la organización guerrillera Hezbollah, la que perpetró el atentado contra la Embajada de Israel en Buenos Aires, hace dos años y cuatro meses. Antes, el gobierno israelí había bombardeado los campamentos donde se entrenaban los efectivos de esa organización terrorista. Todo hacía presuponer las vísperas de una dura represalia de los fundamentalistas islámicos.

La participación de la organización Hezbollah en el trágico atentado a la embajada israelí en Buenos Aires fue anunciada y confirmada sólo por el gobierno de Jerusalén. La administración argentina nunca pudo encontrar ni siquiera una hilacha del ovillo. Se limitó a nombrar al presidente de la Corte Suprema de Justicia, Ricardo Levene, neutralizado por la vejez y la impericia".

¿De dónde sacó Morales Solá que Hezbollah pulverizó la embajada israelí, si ni siquiera sus principales líderes, cuyas declaraciones fueron reproducidas en el análisis de Cortinas de humo, se adjudicaron su autoría?. Después derrapa y desliza que esa supuesta participación "fue anunciada y confirmada sólo por el gobierno de Jerusalén". ¿En qué quedamos, Joaquín?

Con respecto a la reacción argentina, semejante a la de una babosa, hay que agregar que provoca aún hilaridad. Pues se nombró al frente de la investigación al anciano Levene que ya no estaba para esos trotes. Y como era de esperar, se le escapó la tortuga.

Más adelante, el protegido de Bussi según el libro La noble Ernestina, finaliza su análisis diciendo que: "Una lección debería ser leída por el presidente en estos días de estupor. Menem trasgredió una vieja política internacional argentina de no injerencia en los conflictivos asuntos de Oriente Medio. Los presidentes anteriores, de extracciones distintas, entendieron que una intromisión en ese mundo lejano, de violencia y muerte, podía repercutir internamente en un país donde dos colectividades numerosas, la judía y la árabe, establecieron una conmovedora convivencia pacífica.

Menem, en cambio, propuso su mediación en el conflicto de Oriente Medio, se metió en la tormentosa relación entre los EEUU y el presidente sirio Assad y, por último, fue el primer y único país latinoamericano en enviar tropas al Golfo Pérsico. No se trata de que el país eluda sus compromisos en el damero internacional, sino de que juegue un rol más moderado. La Argentina podría, por ejemplo, haber trabajado una alianza de países de América Latina para participar en la Guerra del Golfo, antes de consumar su solitaria estrategia. El papel de un país es ayudar a establecer la paz y la democracia en el orbe y no a ser el "primero" siempre".

Pobrecito, Carlitos. Quiso primero jugar a los soldaditos en el Golfo, y luego pretendió ganarse el Nobel de la paz en mérito de sus dotes diplomáticas, y le encajaron dos bombazos en el centro de Buenos Aires. Claro, fueron los fundamentalistas malos que estaban enojados por esto, ¿no Joaquín?. Y por supuesto, ni una letra que aluda a las promesas incumplidas en Damasco allá en 1988.

Por fin, adelantando las páginas profusas de fotografías y testimonios, se desemboca en la equilibraba visión de James Neilson: "Por supuesto, nadie sabe con exactitud quiénes hicieron volar la Embajada de Israel o si se trataba del mismo grupo que acaba de destruir el edificio de la AMIA. En este ámbito tenebroso, tanto las "confesiones" como los "desmentidos" son de valor cuestionable. Mientras que algunas organizaciones terroristas "duras" suelen atribuirse automáticamente la autoría de cuanto atentado se produzca, otras, igualmente mortíferas, siempre negarán cualquier vínculo aunque las pruebas existentes sean irrefutables. Así y todo, extrañaría que no se tratara de Hezbollah o de uno de sus clones o que los responsables no contaran con la colaboración de grupos locales, conformados por simpatizantes o por mercenarios.

De ser así –y todo hace pensar que efectivamente lo es- estamos ante un acto de agresión mucho más perverso que el perpetrado contra la embajada israelí dos años antes. Al fin y al cabo, según la brutal lógica terrorista, la embajada constituía un blanco "legítimo": formaba parte del territorio soberano del Estado de Israel contra el cual luchaba. En cambio, la AMIA es una institución netamente argentina, lo cual quiere decir que cuando la atacaban los extremistas señalaban que cuando su guerra santa no se limita al Estado de Israel, sino que abarca a todo el pueblo judío. Desde luego, ni la Argentina ni ningún otro país civilizado puede admitir distinciones entre sus ciudadanos. Un ataque contra un sector equivale a un ataque contra todos.

Pues bien: si los autores del atentado contra la AMIA –o contra la Embajada de Israel- respondían a las órdenes de un gobierno extranjero, al país no le quedaría otra alternativa que romper las relaciones diplomáticas y prepararse para tomar las represalias indicadas. Sin embargo, aunque hay evidencia de que Hezbollah y otros grupos parecidos sí disfrutan del apoyo del régimen iraní y que bien pueden recibir instrucciones desde Teherán, no es posible afirmar con seguridad absoluta que operativos como los concretados en Buenos Aires sean responsabilidad del país de los ayatollahs".

Frente a la ligereza de lengua de Carlos Menem y su séquito (recordar la "semiplena prueba" de la participación iraní) Neilson apunta a unos responsables aún más oscuros. El tiempo y la impunidad le darían la razón.

Contrapuesto a este pensamiento, un informe de Sergio Kiernan la sigue con la serenata fundamentalista. En el mismo, se entrevista a Vincent Canistraro, ex agente de la CIA y ex jefe de operaciones de contraterrorismo. De inmediato, sindica a Irán como el responsable de ambas atrocidades: "En el caso de la embajada en la Argentina las investigaciones de inteligencia mostraban con bastante certeza que el responsable último había sido el gobierno iraní o algún grupo islámico subvencionado por el gobierno iraní. Al menos ésa era la información que manejaba el Departamento de Estado norteamericano y que, creo, intercambió con el gobierno argentino. A mí me parece que ambos ataques tienen el sello del grupo islámico Hezbollah, que quiere decir Partido de Dios en árabe, y es un partido político libanés controlado por el gobierno de Irán. Este grupo es quien ha perfeccionado el método terrorista de los ataques con coches bomba combinados con el uso de cilindros de gas para magnificar la explosión."

El ex espía parece haber inspirado al juez Galeano, pues no solo tiene en su manga la autoría de ambos hechos sino que también la tiene clara con respecto a la metodología empleada. Y lo que es peor, se basa en una información suministrada por el Departamento de Estado, en la cual tampoco aparece el nombre de Monzer Al Kassar ni se menciona a la conexión siria.

Hasta aquí, se ha intentado describir como este medio buscó aproximarse a dos de los sucesos más trágicos de la década menemista. Que sigan permaneciendo en las tinieblas de la impunidad no es responsabilidad de este periodismo que por lo menos intentó, con grandes falencias como se vio, aproximarse a una respuesta posible.

 

Fernando Paolella

 

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