En los últimos días se conoció una grave amenaza contra el Ministro de Seguridad Porteño, Martín Ocampo. Tres policías habrían colocado un petardo para destruir un cuadro con la foto de dicho funcionario, que se encontraba colgado en la pared de una dependencia policial. El hecho fue filmado, y las imágenes de la explosión, y del cuadro cayendo al piso y destruyéndose, fueron ampliamente difundidas.
Este condenable hecho ha expuesto otra situación –silenciada por la mayoría de los medios- que también reviste gravedad y que también atenta contra la cultura democrática y republicana:
¿Qué hacía la foto del Ministro de Seguridad enmarcada y colgada en la pared de una comisaría?
La actividad que se desarrolla en las comisarías, el sueldo de los policías, y el edificio mismo de la sede policial se sostiene con los impuestos de todos. A algunos de los que pagan impuestos les parecerá que Ocampo es un prócer enmarcable, a la altura de San Martín y Belgrano, y otros quizá lo detesten. Muchos de los contribuyentes quizá no lo conocieron hasta que, petardos mediante, se enteraron de su relevante existencia. En definitiva, un edificio público nos pertenece a todos y todos lo sostenemos. Por esa razón, no debe ser utilizado para que alguno o algunos se autopromocionen.
Pregunta: ¿Si la imagen de un simple ministro como Ocampo adorna las paredes de las comisarías, que impediría erigir algunas estatuas ecuestres de Rodríguez Larreta para embellecer las plazas de la Ciudad?
Dice el art. 33 de la Ley de Ética Pública de la Ciudad que “La publicidad de los actos, programas, obras, servicios y campañas de los órganos públicos deberá tener carácter educativo, informativo o de orientación social, no pudiendo constar en ella nombres, símbolos o imágenes ajenas al normal ejercicio de sus funciones que supongan promoción personal de las autoridades o funcionarios públicos.” Asimismo, el art. 4º de la misma ley, exige de los funcionarios “austeridad republicana” y privilegiar “el interés público sobre el particular”.
Contrariamente a lo que la ley manda, Ocampo utiliza los recursos públicos para difundir su propia imagen. Atenta así contra la austeridad republicana y privilegia su propio interés por sobre el interés público.
De este modo, mientras surgen conflictos en la Federal como consecuencia de policías que pretenden imponer sus intereses por encima de la legalidad, quien debe subordinarlos predica la ilegalidad con su ejemplo.
El diccionario del lunfardo del sitio Todo Tango define la expresión “gil a cuadros” como “muy tonto”. Quizá a partir de los hechos que aquí se relatan nazca la expresión “ministro a cuadros”, o quizá no. El tiempo lo dirá.