"El perro menea la cola,
pero, ¿qué menea al perro?”
(del filme Wag the dog)
Como estarán las cosas en estos tiempos preelectorales, que
hasta a Ricardo López Murphy se le da por hacerse el gracioso. Buscando dejar de
lado aquella severa marca registrada de cara de perro bulldog, sacudió el
acartonado avispero con un spot publicitario de antología: “Duhalde lo puso a
Kirchner. Kirchner la puso a su mujer. De esta manera, se la puso a Duhalde.
Entonces Duhalde le puso la suya. El 23 de octubre ponga mi boleta en la urna
para recuperar el trabajo, la seguridad y la educación de los bonaerenses, y de
una vez por todas terminemos con este qui……….” Esto de suyo habrá atragantado a
muchas señoras estiradas, pero lo que no trascendió es lo que opinó su ladero
Mauricio Macri, ante tanta audacia del ex ministro de Economía de Fernando De la
Rúa. Sobre todo, en días en que caso de los barrabravas de Boca que zafaron de
la sombra es más que emblemático. Pero lo constituye aún más la cuestión que
ningún medio ilustró, como no lo hicieron cuando el asunto del ataque a la
Legislatura porteña, la forma en que esos hinchas caracterizados son usados como
mano de obra ocupada desde hace 20 años por conspicuos políticos radicales y
justicialistas. Tal como se evidenció en lavaca.org y en este sitio, la
presencia de Santiago El Gitano Lancry custodiando el portón de Perú 160
desde la época del puntero Carlos Bello (el papá de Claudia), es la prueba
viviente que en los tiempos pinguineros aún sobrevive la peor cara del matonaje
prebendario.
Eduardo Jozami, otro cararrota que fue ladero de Ibarra como
titular de la Comisión Municipal de la Vivienda, donde bancaba al puntero
Guillermo Villar de la Villa 21-24, primero coqueteó con el ARI para luego
pasarse al engendro kirchnerista Frente por el Triunfo Popular, que en la
Capital Federal apoya la candidatura de Bielsa. Pero parece que hubo problemas
de cartel, puesto que el aludido volvió a bajase y de prisa tuvieron que rearmar
los afiches sin su foto.
Y lo que también perdura, a pesar de la negativa oficial y las habituales
bravatas de Aníbal Fernández, es el clientelismo de la peor ralea. La semana
pasada el duhaldismo denunció que en localidades del conurbano desembarcaban
camiones plagados de electrodomésticos que eran repartidos a gente de bajos
recursos, por integrantes del Ministerio de Desarrollo Social. Esto fue
ilustrado por una investigación del diario Perfil, en su edición del
domingo 25, en la cual se revela cómo los que despotrican cotidianamente contra
los vicios de la década maldita no vacilan en continuarlo: “El sistema, que
crispa a los caciques locales del propio Frente para la Victoria, es sencillo y
brutal: ejércitos de 'asistentes sociales' eligen, según criterios que se
insinúan arbitrarios, las familias a las que 'encuestan' para relevar sus
necesidades. Y les ofrecen un menú del que cada beneficiario puede elegir
mercadería por un valor tope de mil pesos. La carta es amplia: heladeras,
cocinas, lavarropas, calefactores, máquinas de coser, mesas, camas, chapas,
tirantes y membranas, entre otros elementos” (Juan Rezzano).
Con todo el glamour
En el mismo periódico se observa el costoso guardarropa que
ostentó la primera ciudadana en lo que va de la campaña electoral, en una
nota de Paulina Maldonado. El total es 126.685 pesos, bien visible en las fotos
que hace comprender a las claras tanto misterio oficial en cuanto a sus
compras:“CFK está un tanto perseguida con el tema. Por eso a sus proveedores les
advierte, con el mismo tono que utiliza en los discursos de campaña, que si
ventilan sus compras ella jamás volverá a pisar sus locales. Y como nadie quiere
perderse semejante clienta, todos se niegan a hablar de sus adquisiciones,
alegando que esa información es absolutamente confidencial. Los más estrictos
justifican su silencio que las compras de la señora son “secretos oficiales”.
Precisamente, hace un par de meses una encuesta revelaba que
precisamente ese desmedido deseo de ostentación provocaba un enérgico rechazo
por parte de amplias franjas de la población bonaerense. Seguramente para
subsanar esto, las huestes asistencialistas de la suprema hermana pingüina
Alicia (en ningún país maravilloso, y desprovista de espejos) colman de
enseres a familias que no poseen ni trabajo digno y casi no tienen para comer.
En lugar de tanta hipocresía, de tanto lujo y estupidez,
sería mejor moralizar la actividad política promoviendo desde arriba planes
destinados a paliar estos flagelos que hace rato parecen haberse afincado.
Pero claro, para esto hace falta tesón, sinceridad y otras virtudes que no
figuran en la agenda electoral de casi nadie. Mientras tanto, el perro sigue
meneando la cola pero nadie se incomoda en pensar qué lo mueve en realidad.
Fernando Paolella