El 25/10/2015 escribía en un artículo en el diario La Nueva (¿por qué Los Pumas?) lo siguiente: “Creo que Los Pumas despiertan una reacción (lamentablemente pequeña y además declamatoria) en nuestra memoria genética cultural de argentinos. Son el emblema de un ideario, el reflejo que esperamos encontrar en el espejo de la vida, el recuerdo de un pasado más armónico y regido por valores nacidos del sentido común”.
Dicho artículo hacía referencia a las sensaciones que había despertado el seleccionado de rugby de nuestro país, como emblema de honestidad deportiva y de respeto al prójimo, a las reglas y a los símbolos patrios.
Apenas unos días después, Macri era elegido presidente. El ingeniero triunfó gracias a los votos de sus partidarios, pero sobre todo, gracias a los votos prestados de quienes, cansados de los atropellos, de la soberbia y de la injusticia de la justicia social distributiva del gobierno anterior, decidieron apostar por él.
Pasó desde entonces un año y medio, tiempo durante el que los ciudadanos silenciosos aguardaron pacientemente alguna señal por parte del gobierno, señal que mostrase el cambio por todos anhelado.
Los argentinos somos conscientes de los gravísimos problemas económicos que atravesamos y dudo exista persona alguna que no desee que estos se resuelvan lo antes posible.
Pero hay más, hay algo más profundo. Desde hace un buen tiempo, la vida en nuestro país se ha complicado. Delincuentes que no van a la cárcel, corruptos que no son juzgados, violentos que se apoderan de las calles avanzan y se multiplican, mientras que las personas de bien retroceden y tienen que ocultarse tras las rejas, esconder sus celulares y hacer malabares para pagar cada vez más y más impuestos.
En este estado expectante, con idas y venidas (y mucha pero mucha tibieza), llegamos al acto del paro docente y a la marcha del 24 de marzo, en ellas reaparecieron en todo su esplendor, los males que los argentinos queremos erradicar. Los discursos y las disputas que allí se vieron, nos mostraron que los que creíamos que eran, fantasmas de nuestro pasado reciente, no son fantasmas ni son el pasado. Como un baldazo de agua fría, las imágenes de la barbarie nos despertaron del letargo en el que nos estábamos hundiendo.
De ahí nació la marcha del 1º de abril. Nació con la convicción del mismísimo Nunca Más del 24. Nunca Más intolerancia, Nunca Más desestabilización, Nunca Más un helicóptero partiendo de la Casa Rosada.
Una cosa trae otra y una manifestación trae otra manifestación, y como si fuese un juego de cartas, en el que cada participante espera su turno, los “dueños” de las corporaciones sindicales, subieron la apuesta y lanzaron un paro nacional.
Pero la cosa no terminó allí. Sorpresivamente, en un hecho inusitado y absolutamente novedoso, los ciudadanos de a pie, los silenciosos, Los Mansos, se atrevieron a más, se atrevieron a decir no al paro e invitaron por las redes sociales a los ciudadanos en general, a hacer lo que se debe hacer, los convocaron a trabajar.
Teléfono para Macri
Tanto el 1A como el No al Paro, fueron reacciones espontáneas, no corporativas, sin apoyo ni organización por parte de gremio o partido político alguno. Pero sobre todo, se trató de movimientos que no fueron generados a favor de nadie y tampoco en contra de nadie (aunque pueden haber ciertas personas indirectamente involucradas).
Ambos movimientos se desarrollaron en paz, la movilización un día sábado (para complicar lo menos posible a quienes trabajaban), y la viralización a favor del trabajo, sin insultos ni amenazas.
Estas manifestaciones tuvieron una fuerte connotación ética y moral, fueron a favor de la tolerancia, a favor del respeto de las libertades individuales, a favor del respeto al derecho a trabajar, a favor de la libre circulación.
Durante años los políticos han temido reaccionar contra las famosas conquistas sociales, contra las llamadas manifestaciones populares, contra los excluidos que perdieron el recto camino; han temido reaccionar por el miedo a realizar acciones políticamente incorrectas.
El presidente Macri tiene una nueva oportunidad, los argentinos le han dado un nuevo voto de confianza. Las masas silenciosas de los que producen, trabajan y desean vivir en paz, se han manifestado, mostrando estar dispuestas a apoyar a aquel político que tenga el coraje de hacer lo que hay que hacer. Hay instantes a lo largo de la historia que son bisagras, pues éste es uno de ellos.
Los argentinos están muy preocupados por la marcha de la economía, pero como nunca, están quizás más preocupados por la delincuencia, por la impunidad, por la corrupción; están preocupados por ser rehenes de quienes se consideran dueños de la calle, por ser rehenes de quienes se creen dueños de los Derechos Humanos, por ser rehenes de los gremios, por ser rehenes del garantismo.
Nuestros presidentes han tenido momentos claves en sus gobiernos, momentos en los que han tenido un plus, un guiño de la ciudadanía. Este es el momento de Macri, los argentinos le están marcando la agenda.
La batalla política es importante, también lo es la batalla cultural. Pero la batalla moral es la primera que debemos dar. Las personas de bien quieren vivir en paz, sin delincuencia, sin piquetes, sin corrupción; si nuestro presidente se atreve a dar la batalla, escribirá una parte importante de nuestra historia.