La obra cumbre de Dante Alighieri es atemporal y universal, por lo que podemos utilizarla en el análisis de la Argentina de hoy.
Básicamente, la trama de este libro trata, acerca del camino que debe recorrer el hombre, para elevarse a la mayor expresión de sí mismo.
Es el recorrido que va desde el infierno (donde reinan las pasiones, los caprichos y los instintos animales), pasando por el purgatorio (lugar donde la razón y la voluntad luchan contra los vicios y miserias del espíritu humano), hasta llegar al cielo (donde reina la virtud, la ética y la moral).
Decía Kant: “la disciplina convierte la animalidad en humanidad”. Si trazamos un paralelismo con el Dante, diríamos que, para pasar de la animalidad del infierno a la humanidad del cielo, es preciso transitar la disciplina del purgatorio.
Aplicando esto a nuestra Argentina la pregunta sería, ¿Por qué vivimos en el infierno de la animalidad desde hace tantas décadas?
¿Por qué? Simple, porque hemos perdido la disciplina.
No faltarán aquellos que me acusen de represor, dictador, censurador o hasta de nazi; en verdad no me interesa. Este escrito no está dirigido a ellos. Este escrito está dirigido a aquellos que son capaces de analizar las ideas sin prejuzgar, sin personalizarlas y con espíritu crítico.
Durante años y años, el discurso de los políticos, de los “formadores de opinión” y de los ideólogos de nuestro país, ha girado alrededor de la idea de que, la satisfacción de nuestros deseos y necesidades es un derecho y como tal, debe ser satisfecho (sin importar el esfuerzo o merecimiento) para poder así alcanzar la felicidad.
O sea, prometen salir del infierno y llegar al cielo sin pasar por el purgatorio. Les tengo una triste noticia, esto no es posible.
El purgatorio del Dante es la disciplina de Kant. Esa disciplina es preferible que sea propia, interna. Esta es la auto disciplina que nos brinda la educación, la adopción de valores y principios; la cultura del esfuerzo, del respeto y del mérito.
Esa disciplina está casi extinta en nuestro país, por eso triunfan los corruptos, por eso triunfan la ignorancia, la mediocridad y la violencia. Por eso estamos viviendo el Imperio de la Decadencia Argentina.
Cuando esta auto disciplina se pierde, las leyes deben imponer la disciplina por la fuerza y proteger a las personas decentes. Pero si la legislación y los jueces, no marcan la diferencia entre el bien y el mal, entre el que se defiende y el que ataca, entre el honesto y el delincuente; entonces será prácticamente imposible salir del infierno en el que estamos inmersos.
La cultura de lo “políticamente correcto” es incorrecta, es el igualar lo blanco y lo negro (el bien y el mal) cubriéndolo con un manto gris bajo el cual, vale lo mismo un delincuente que una persona honesta. Debemos librar la batalla moral que se nos plantea y defender la cultura de lo “ético y moralmente correcto”, diferenciando lo correcto de lo incorrecto, lo justo de lo injusto.
Ya sea “por la razón o la fuerza”, el respeto de los derechos del prójimo debe imperar para vivir en armonía y libertad. La educación es la razón, la justicia debería ser la fuerza. La pregunta es ¿están los jueces a la altura de este desafío?
Excelente artículo, el populismo kirchnerista llevó el daño social y moral a su máxima expresión, llevará al menos un par de décadas poder intentar ser un país normal.
Desastre de artículo. La primacía de la disciplina en una sociedad conduce a un estado militarizado, y cuando no, a uno totalitario. Ejemplos de sistemas con una primacía de la disciplina son el facismo, el nazismo y el peronismo. El problema no es la disciplina sino la dirección hacia dónde la disciplina disciplina, es decir, el fin hacia el cual aquello que es disciplinado se disciplina para alcanzar. Para establecer tal fin hacen falta dos cosas: 1) aptitud crítica y 2) disposición para un cambio en el orden disciplinar. Ninguna de las dos existe en la Argentina contemporanea. PD:Al autor le falta un poco de Foucault.
Dr. Gonzo, ¿peronismo disciplina? Por fgavor, si fue el que alentó la violencia y la disolución de la sociedad con la primera división AMIGO-ENEMIGO ¿o no leyó la historia? no hace falta ir a los libros, recorra los periódicos de la época, entre ellos, DEMOCRACIA que era el órgano propagandístico del gobierno. Sin órden no hay sociedad posible; vaya a EE. UU. y trate de hacer lo mismo que acá, estacionar en doble fila, pasarse a la mano contraria porque tengo que bajar el kiosko desDe mi puerta, intente girar el U en la 5ta Avenida, sobrepase la velocidad permitida por varios kilómetros o millas, intente empujar o abredir a un policía; lo mismo en Europa, y después me cuenta. Sin órden no hay sociedad, sin sociedad, no hay Estado, sin Estado no hay República y a eso hemos llegado, comenzamos por lo elemental, violando las normas de convivencia más elementales y llegamos a la casi disolución del Estado o sea, Nosotros, porque el Estado somos todos, la Administración de la Res Pública son los que se eligen para ADMINISTRARLA, NO PARA EL LATROCINIO. Si estoy de acuerdo con la dirección de la disciplina, cosa que hace mucho tiempo hemos perdido por acción u omisión o tal vez, por comodidad. Después de tantos años, vaya uno a saberlo, solo podemos inferir.
Muy bueno el artículo, pero remitaseló a TODOS nuestros Jueces y Fiscales, a los Abogados, Comisarios y a los Sres. Congresistás, asi sean Senadores o Diputados. El Pueblo en general es sano... Nuestros conductores son los enfermos !!!!! RECUERDEN ACA VOTAMOS EL MAL MENOR
Al sin nombre: suele ocurrir que la dicotomia animalidad-racionalidad genere en el tiempo presente ciertas confusiones. La confusión más grave es la que entiende a la animalidad como una cosa en sí separada del proyecto de ser moderno. La animalidad en sí sería a lo que Kant refiere como aquello a lo cual falta disciplina. Pero eso fue en tiempos de Kant, mientras que al día de hoy, donde la modernidad es un hecho consumado, la animalidad no es animalidad en sí, sino todo lo contrario: la animalidad es la disciplina de la animalidad. En el tiempo presente la animalidad que notamos en el ser humano es una animalidad a la que la disciplina tiende. El tender de la disciplina hacia la animalidad no es en ningún la supresión de la disciplina, sino un modo de la displina donde la disciplina busca la libertad del ser humano en la esencia biológica del ser humano, es decir, en el ser animal del hombre. La supuesta esencia biológica y animal del ser del hombre en tanto que se toma como el fin hacia el cual la disciplina disciplina hace del hombre un animal en todo sentido. El hombre en tanto que es disciplinado de acuerdo a su ser animal, para responder a sus propias tendencias biológicas, debe ser des-disciplinado. Toda tendencia disciplinaria específica será un crimen contra la esencia animal del hombre. La animalidad, por esencia, tiene que plantearse como libre de toda displina y de todo condicionamiento. Cualquier condicionamiento es contrario a la vida natural y a la vida del reino animal. Por lo tanto, el hombre, por ser esencialmente un animal, será disciplinado para no ser disciplinado. En esta contradicción, que no es para nada una contradicción, vive el peronismo. El peronismo es un movimiento político que hunde sus raices es los postulados de la modernidad europea. Por ser hijo de la modernidad europea el peronismo es un movimiento en esencia disciplinador. La disciplina que ejercer el peronismo es una disciplina des-disciplinante. La masa humana a disciplinar (la prole en sentido romano), para el peronismo no puede ser disciplinada por ninguna doctrina extranjerizante, ni por ninguna doctrina que le quite su "libertad" y autonomía. El peronismo es el garante de esa libertad y autonomía que la masa a disciplinar tiene como propia. Ahora bien, la pregunta es en qué cosa consiste la libertad y autonomía que la masa a disciplinar tiene como propia. La respuesta es sencilla. La masa a disclinar lejos de ser una masa animal o animalizada y sin disciplinar tiene por disciplina la disciplina de la des-disciplina entendida como libertad y autonomía. La libertad de la masa disciplinada por el peronismo no puede entenderse de ningún modo como verdadera libertad (la verdadera libertad es la capacidad de darse a sí misma el propio fundamento de su ser), sino que debe entenderse como la disciplina de una des-disciplina fundamentada en el ser biológico del hombre. Pero este no es el único sentido en el que el peronismo ejerce su disciplina. El modo más escandaloso en el cual el peronismo ejerce la disciplina es en el poder fáctico. El poder fáctico es en el peronismo la unidad de doctrina de la no-doctrina, asi que también la verticalidad de su organización partidaria. Bueno. Hasta aquí llego. El tema es mucho más extenso. Y sí, el peronismo es disciplina. Y de las más perversas.