“Hay que mantener el pensamiento,
las convicciones y la firmeza”, afirmó
K luego de calificar a la revista Noticias
de “mentirosa”,
en obvia referencia al episodio de la supuesta foto de su hijo, en un acto en
Mar de Ajó. Antes había hecho referencia a la reciente aparición en dicha
zona de los cadáveres de Azucena Villaflor y de la monja francesa Léonie
Duquet, para luego proseguir con la cansina cantinela de siempre. Esa que
alude a los malos
de los 90, los vampiros del FMI, y todos aquellos que buscan desde
las sombras mancillar la celeste y blanca. Y claro, siempre bajo la arrobada
mirada de su mujer Cristina Elizabeth, la
primera ciudadana que se olvidó de hacer el pertinente cambio de
domicilio.
Ese
mismo martes 11, se dio a conocer un extraño episodio acontecido en la
madrugada del lunes, en el que ocho sujetos fuertemente armados irrumpieron en
el
“El
Presidente paladea una victoria rotunda que, en el orden nacional, podría
acercarlo a la que Raúl Alfonsín consiguió en 1985. Esa vez fue con el 44%
de los votos.
'Tanto
no, pero vamos a estar ahí',
augura el mandatario a sus asesores. La usina de ese triunfo, conjetura, será
Buenos Aires. El Gobierno se envalentonó las últimas horas con una encuesta
realizada en la Provincia para un candidato de la oposición cuyo veredicto
asombra: sostiene que con la proyección de indecisos la ventaja de Cristina
Fernández sobre Chiche podría superar con holgura los 30 puntos”,
aseveraba con confianza Eduardo van der Kooy el domingo 9 en el panorama político
de Clarín.
Oh, tiempos, oh
costumbres
Marco Tulio Cicerón (106 a-43 a) fue un político, escritor y
orador romano que se adelantó a su tiempo. Obsesionado por la pérdida de la
legalidad republicana del Senado frente a las ambiciones realistas de Julio César,
se opuso a sus deseos y estuvo a punto de perder su cabeza. Como al dictador
le gustaban sus escritos, particularmente La
República, donde lo atacaba fuertemente, se salvó aunque tuvo el
buen tino de pasar a la reserva. De la que salió luego de la conspiración
que acabó con la vida del tirano, pero como habiendo tomado partido de
Octavio frente a su rival Marco Antonio, este le soltó la mano y fue
asesinado por la soldadesca del segundo.
Pero, como casi siempre sucede con estos eruditos
atemporales, sobrevive su legado que apunta con el dedo acusador a estos
tiempos de corruptela. Cicerón sostenía que todos los hombres son iguales,
de acuerdo a una ley natural eterna. No iguales en saber, siendo no
conveniente que el Estado intente igualarlos en riqueza, sino que son iguales
en cuanto a que poseen razón, en su estructura psicológica, y en su actitud
general respecto a lo que creen honorable o digno. Llegaba a sugerir que nada
sino el error, los malos hábitos y las opiniones falsas impedían que los
hombres sean en realidad iguales: “De
todo aquello sobre lo que versan las discusiones de los filósofos, nada tiene
más valor que la plena inteligencia de que nacemos para la justicia y el
derecho no se basa en la opinión, sino en la naturaleza. Ello es evidente si
considera la sociedad y unión de los hombres entre sí. Pues si nada es tan
igual, tan semejante a otra cosa, como cada uno de nosotros a los demás. Por
ello, si la depravación de las costumbres, la vanidad de las opiniones y la
estupidez de los ánimos no retorciesen las almas de los débiles y las
hiciesen girar en cualquier dirección, nadie sería tan semejante a sí mismo
como cada uno de los hombres a todos los demás” (Las
Leyes).
En estos tiempos preelectorales donde abundan “la
depravación de las costumbres, la vanidad de las opiniones y la estupidez de
los ánimos”, más electrodomésticos que danzan a la caza de
votantes que no tienen ni para la comida cotidiana, cabe preguntarse que
pensaría ese ilustre romano frente a un escándalo más grande que el
perpetrado por su odiado Catilina.
Fernando
Paolella