El año próximo, o a lo sumo en 2019, todos los sectores en disputa en Venezuela estarán contentos. Cada uno de ellos podrá celebrar lo ocurrido y dirá que “hizo todo lo posible para pacificar al bravo pueblo”.

Antes de llegar a ese desenlace y explicar los posibles motivos de la gloria futura, debemos repasar lo que ha ocurrido este año y lo que nos espera.

Veamos apenas ocho antecedentes recientes:

1) En 2017, el presidente Nicolás Maduro suspendió de hecho las elecciones regionales y no dió pistas sobre cuándo serán las presidenciales (que deberían celebrarse en 2018).

Entonces, desde Washington, se alzaron voces condenatorias por la desnaturalización de la democracia en el país caribeño.

2) Como no pasó nada con semejante “avivada”, el dictador fue por más y se dedicó a acribillar manifestantes que pedían por los comicios libres en el territorio nacional.

Desde OEA, ONU y Mercosur aparecieron voces de condena implacables.

3) Muerto de risa, el tirano siguió masacrando en las calles compatriotas a plena luz del día y ante la mirada de todos pero redobló la apuesta: encarceló a centenares de personas disconformes.

Desde Europa, los gobiernos de todo signo emitieron severas voces contra Caracas.

4) Envalentonado, Maduro y su cofradía de narcotraficantes hizo que el Tribunal Superior de Justicia dejara de lado cada decisión de la Asamblea Nacional y utilizó a los ministros de la Corte para perseguir “legalmente” a los disidentes.

Entonces, Argentina, Chile y Brasil montaron en cólera pero nunca retiraron sus embajadores del país bolivariano ni le aplicaron sanciones económicas.

5) Con la tranquilidad que le daba su completa impunidad, el chavismo mandó a sus “tonton macoutes” o colectivos a que irrumpieran dentro de las casas y edificios de quienes no se doblegaban. Mataron en total a más de 150 jóvenes.

Desde Miami, legisladores republicanos como Marco Rubio se rasgaban las vestiduras y prometían que “ya llegarían las sanciones”.

6) Nicolás estaba en su gloria: todos los puteaban pero nadie movía un dedo para frenarlo. Entonces, llamó a una extravagante elección de convencionales constituyentes para reformar la Carta Magna y convertir al régimen en una tiranía.

Ahora sí, se calentaron mal el uruguayo Luis Almagro y amenazó con aplicar la Carta Democrática.

7) En un par de semanas, el impresentable primer mandatario desconoció un referéndum naif de la oposición y consagró a los nuevos representantes de la Asamblea Nacional Constituyente.

¡Uuuuuu, para qué!! Se puso loco el presidente norteamericano Donald Trump y dijo que estaba estudiando una opción militar contra el chavismo.

8) Completamente en pedo tras una seguidilla de tantos festejos, Maduro decidió correr aún más el arco y hoy clausuró de hecho al Parlamento, reemplazando a un cuerpo manejado por la oposición por una ANC completamente obsecuente y genuflexa.

El Papa Francisco, luego de años de silencio, emitió un tibio tirón de orejas con la Constituyente. Volvamos a 2017.

Esto aún no terminó, lo que ahora viene es lo que explica porqué todos serán felices y comerán perdices en apenas uno o dos años.

Cada uno de los actores intervinientes saldrá chocho del sketch que están montando de manera conjunta. Los acuerdos son tanto tácitos como explícitos.

a) La Asamblea Constituyente inspirada en el régimen de Cuba se prepara para autoamnistiar a los criminales del PSUV y dejarán plasmado en la nueva Constitución Nacional que nada puede investigarse sobre lo ocurrido en materia de delitos económicos y crímenes cometidos. Ergo, Maduro, Cabello y su “mafiocrasia” podrán disfrutar de los miles de millones de dólares mal habidos.

b) Los rusos se habrán hecho cargo de Citgo, la empresa petrolera de PDVSA que opera en el mercado de Estados Unidos. Ante la quiebra de la estatal caribeña, Vladimir Putin será amo y señor de plataformas submarinas, red de estaciones de servicio y extensas cañerías de combustible en USA.

c) Los chinos, por su parte, se quedarán con el oro negro de la Faja del Orinoco. Caracas ya le debe a Pekin más de 50 mil millones de dólares por lo que los asiáticos sacarán durante décadas las reservas y las enviarán a sus puertos a través del Canal de Nicaragua, un oleoducto que evitará un periplo largo, caro y peligroso por el Estrecho de Malaca, en Malasia. Se trata de un paso dominado por piratas y colapsado por unos 50 mil barcos cada año.

d) Los norteamericanos lograrán por fin un comicio nacional en el devastado país y dirán con el pecho inflado que “Venezuela retoma la senda del voto y la representatividad”. Trump, socio tanto de Putin como de Xi Jinpimg, brindará con champagne porque le habrá dado a sus amigos el contenido de yacimientos y servicios estratégicos, mientras todos lo elogian por su gran “decisión política”.

e) Su santidad, desde el Vaticano, valorará los esfuerzos realizados por la Iglesia Católica y, a pesar de que traicionó como pocos a los caribeños, tratará de llevarse su tajada en la pestilente torta que se repartirán los poderosos.

f) La oposición de la Mesa de Unidad Democrática dirán que la sangre no fue derramada en vano y que tanta calle por fin logró lo impensado: el chavismo dejará por fin el poder luego de dos décadas de completa locura.

Colorín, colorado, el cuento se habrá acabado. En la era de la “post verdad” cada uno contará su versión y con eso les alcanzará y sobrará.

Venezuela habrá sido saqueada y masacrada pero todos armarán su propio relato. Dirán exactamente lo que les convenga.

Durante las próximas décadas, los pensadores nacionales y extranjeros de A, B, C, D, E y F se dedicarán a explicar cómo el país más rico de Latinoamérica fue condenado de manera sempiterna a la humillación, la miseria y el olvido.