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La inflación sigue siendo un callejón sin salida

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Al menos, por ahora
Al menos, por ahora

El fantasma de la inflación sigue maltratando los bolsillos de los argentinos, como lo reflejan las últimas cifras oficiales, lo cual pone en tela de juicio los objetivos fijados para este año y mete más presión sobre las paritarias.

 

El 2,3% de marzo, pero sobre todo el acumulado del 6,7% en el primer trimestre, prácticamente pulverizaron la meta de inflación prevista por el gobierno para este año.

El dato tomó a contrapierna al gobierno, porque el seguimiento de precios en detalle permitió determinar que la escalada no fue sólo producto de las alzas de tarifas.

Incluyeron en forma determinante las cuotas de los colegios privados y el alza en indumentaria y calzado, dos sectores que están golpeados por la política económica pero no le aflojan a las remarcaciones.

El comercio se defiende adjudicando los aumentos a la fuerte presión generada en los costos por las subas de tarifas.

Pensar que con este comportamiento de los precios en el arranque del año se puede cumplir el objetivo de un costo de vida del 15% cuando concluya el 2018 es casi ciencia ficción.

Esto plantea un dilema de credibilidad para el gobierno, presionado por los inversores que reclaman una reducción más acelerada del déficit fiscal para abrir sus billeteras.

El ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, destaca el sobrecumplimiento de las metas de déficit primario, pero sabe que el número que más miran los dueños del dinero es el rojo financiero, tras el pago de deuda.

Ahí está el dato clave sobre cuál es la salud de la economía, y por ahora esos números dan mal.

En marzo, el déficit fiscal financiero superó los 91.000 millones de pesos, y aumentó casi 30% interanual.

Son números que reflejan el peso cada vez más determinante que tienen los intereses de la deuda sobre las cuentas públicas.

El otro frente abierto es la inflación, ya que hasta ahora las estrategias oficiales apenas lograron paliar la escalada de precios a un costo altísimo: una tasa de interés exorbitante capaz de desalentar cualquier proyecto productivo.

Con rendimientos que superan el 20%, la renta financiera sigue siendo más seductora, y segura, que una inversión en actividades productivas.

Es la historia de una bicicleta que los argentinos nunca lograron revertir, más allá de los múltiples planes aplicados.

Una inflación que se encamina a superar el 20% este año, aunque el gobierno se niegue a admitirlo, refleja que algo no funciona en el esquema económico.

Para colmo, desde mayo la tarifa del agua -la que más subió desde que asumió Mauricio Macri- subirá otro 26%.

Si a eso se le suma un déficit fiscal que cede muy poco y una deuda que demanda cada vez más intereses, el escenario es más que complejo.

Frenar el dólar, para contener los precios

Las tasas altas no alcanzaron para poner en caja la inflación, y por eso el gobierno debió frenar la escalada del dólar, mediante la venta de reservas del Banco Central.

"No esperen más depreciación del peso en los próximos meses", avisó el presidente del Banco Central, Federico Sturzenegger.

Fue una forma de advertir que se terminó la libre flotación y que el mercado de cambios ingresa en una nueva etapa, con más intervención.

El otro problema para la estrategia oficial es el alza en aumento de la tensión por las paritarias, con foco en la provincia de Buenos Aires.

Los gremios -con docentes y estatales a la cabeza- se la están haciendo muy difícil a María Eugenia Vidal, y rechazan de plano la pretensión de cerrar en el 15%.

Todo indica que la pelea será de largo aliento y convertirán a la mandataria provincial en la figura clave para evitar que la estrategia oficial no termine desbarrancando.

 

2 comentarios Dejá tu comentario

  1. La Inflación obedece a varias causas, no es sólo el déficit fiscal como decía Macri. Además tampoco se bajó el déficit fiscal. No cre que a este gobierno le interece bajar la inflación, sólo le importa los negocios que hacen sus empresas.

  2. Este país tiene un problema cultural grave con la inflación y los gobiernos sólo atinan a aplicar recetas de libros, algunos más serios que otros pero nada más que recetas superficiales. Los economistas hablan de falta de confianza, pero en muchos casos es exceso de confianza. Tanto los comerciantes como las empresas ya saben que pueden hacer cualquier desastre que no los va a impactar a mediano plazo porque la gente lo va a olvidar. Desgobiernos como el de Cristina cayero una vez más en la equivocación de negociar con los "formadores de precios" y así concentrar aún más la oferta; porque en toda negociación se pide y se entrega y lo que entregaron siempre fue fortalecer los monopolios y reducir la competencia. Estos giles de ahora creerán que la inflación tiene sólo una causa macroeconómica, pero las causas son muchas y muchas de ellas no se están enfrentando. Pôr parte del gobierno no hay políticas para diversificar la oferta de biene y servicios de primera necesidad; no hay un control efectivo de los gastos y precios de los servicios públicos que se han dejado librados a la voluntad y a la "palabra" de los concesionarios. Los consumidores refuerzan la misma conducta y tendencia: Hace mucho que se ha adoptado la noción marxista del dinero como un medio sucio para conseguir lo que uno necesita. Los consumidores no defienden el verdadero valor del dinero que es el trabajo y el tiempo que cuesta conseguirlo. Todo parece ser de primera necesidad; si te las das de clase media, desde la luna de miel en Europa aunque seas un desocupado, hasta el viaje de egresados de la primaria y las vacaciones en Disney. Si estás en un barrio alejado, pagás más caro todo, desde la verdura hasta el combustible, y en general todo es de peor calidad. Ya nadie vota con su dinero, nadie parece ser consciente de que cuando paga más por algo, se está rebajando el sueldo y está enriqueciendo tal vez en forma indebida a otros. Un caso evidente de la ceguera intencional que tenemos es el de Carrefour. Ni en las encuestas que hacen aparecen los verdaderos motivos del fracaso de esa cadena. Porque nadie pregunta por las políticas sistemáticas de maltrato al cliente, como la cola única o la discriminación en tipo y calidad de productos por barrio. Yo hace rato que no compro más en Carrefour porque se nota la mano del sociólogo pedante que hay detrás de sus políticas comerciales, y eso es una ofensa y un maltrato al cliente que prefiero no premiar con mi compra. Creo que no soy el único últimamente. Otros tipos por citar unos casos tienen un restaurante y fracasan sin darse cuenta que la gente no vuelve porque en el salón tienen olor a cloaca, o porque te hacen esperar una hora para mostrar que el boliche está lleno. Todos tienden a culpar primero al cliente o a la publicidad, y tienen una ceguera morbosa para las cosas elementales y básicas o para sus propias convicciones y pioladas equivocadas. Sin embargo parece que el fracaso de un comerciante fuera un misterio del que nos tenemos que hacer cargo todos como sociedad. Con esa mentalidad no vamos a ningún lado que no sea el fracaso total.

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