Ya es harto conocido el caso de Leandro Miguel Alcaraz, el colectivero de 26 años de edad que recibió dos disparos por parte de dos pasajeros, con los que discutió porque estos no poseían una tarjeta SUBE.
Ayer se realizaron protestas, cortando la General Paz, en pos de la muerte del chofer en La Matanza, incluso, los trabajadores, también denotaron su descontento en la entrada de la comisaria de Virrey del Pino.
Uno de los tópicos más planteados refiere al mayor número de gendarmes en la zona, se pueden mencionar un sinfín de vecinos del barrio que se sumaron a la petición, por ejemplo Sergio Andrade que anheló: “Esperemos que, una vez que se instalen los gendarmes en el destacamento, las cosas empiecen a cambiar, de a poco”.
Esto fue luego de que el cura de la parroquia “Nuestra Señora de la Esperanza”, Virginio Isotton asegure que se va a reabrir el destacamento. Así lo explicó en diálogo con El1 Digital: “(el destacamento) estaba en el fondo del barrio Esperanza, en desuso y ahora va a ser utilizado por Gendarmería”, agregando que “eso es una ayuda más para combatir la inseguridad que estamos padeciendo en la zona”.
De todas formas, la solución no es un mayor número de agentes, sino una política de Estado a largo plazo. Así lo explicó el abogado penalista Maximiliano Legrand en diálogo con Tribuna de Periodistas: “para frenar la inseguridad necesitamos una política de Estado que sea a treinta años, pero eso a nadie le conviene políticamente”.
Por tanto, dilucidó que al peticionar mayor cantidad de oficiales, lo único que se hace es empeorar la situación, ya que, de cumplirse la petición, se formaría deficientemente a los uniformados para sacarlos rápido a la calle, “hay un montón de problemas que ocurren por esta poca formación. Desde nulidades en los procedimientos, hasta inocentes que terminan siendo enjuiciados porque un policía no actúa profesionalmente y lo que hacen es cumplir con ciertos cupos, armas causas… de esos hay un montón”.
Sin embargo, más allá de esto último, lo que más llama la atención es la petición por los gendarmes, ya que, hace un tiempo, se los veía de una forma perjudicial para la sociedad, no es necesario mencionar el caso Santiago Maldonado.
En el momento en que desapareció el joven tatuador, la sociedad salió a la calle a protestar en contra de gendarmería, se podía sentir en el aire un odio generalizado hacia la fuerza de seguridad.
Incluso se pudo ver como Milagro Sala desde su prisión domiciliaria le gritaba a un uniformado “¿Dónde está Santiago Maldonado?”, y ese es solo un caso para ejemplificar. Como este último suceso, sucedieron defenestraciones hasta el hartazgo.
En esos momentos, la vehemencia se había apropiado de una gran parte de la sociedad, haciendo que muchas personas se enojen con una fuerza inusitada.
Lo que en ese momento se vilipendiaba visceralmente, hoy urge de manera tal que casi al unísono la sociedad lo reclama.
Esto demuestra que dependiendo de las circunstancias, y la coyuntura de los hechos, en su gran mayoría (siempre existe la excepción de quienes se mantienen en la misma opinión), la gente dignifica o humilla a quienes se encuentran en medio de un asunto.