Encima sonríen para la foto. En la primera página de la edición dominical
de Clarín del 18 de diciembre, aparece una foto de la pareja
presidencial festejando la decisión de pagarle a libro cerrado el 29 de dicho
mes al FMI. Luego de casi 50 años de dependencia embretadora, el
autodenominado hijo de las Madres y nieto de las Abuelas de Plaza de Mayo toma
una decisión temeraria cuando estaba perdiendo puntos alevosamente a los ojos
de la tribuna. Imitando al poderoso Brasil de Lula Da Silva, asociado
sempiternamente con EEUU, Néstor Kirchner recoge aplausos ahora como hace
cuatro lo hizo Adolfo Rodríguez Saá, haciendo todo lo contrario. Y en el
mismo lugar, puesto que el jueves 15 un público selecto (casi los mismos de
aquella vez) celebraba la decisión que a todas luces puede llegar a ser
temeraria.
Aunque pocas voces discordantes muestran su reparo, es de
suyo suponer que erogar de un saque reservas por 9.810 millones de palos
verdes produzca una mayor inequidad social, al privar al Banco Central de
suficientes divisas para domar la ya incontrolable inflación. Como la economía,
y también las matemáticas felizmente no son una opinión puesto que se
manejan con variables y certezas, el anuncio reciente de Aníbal Fernández
declarando que el presidente Kirchner estaría al frente de la economía
nacional, provoca bastante miedito. Como también, la afirmación de otro
temerario oficialista, el piquetero virtual Luis D'Elía que esto es también "para
Lavagna que lo mira por TV" causa bastante resquemor.
Un 2006 movidito
No se
equivoca de plano Kirchner al afirmar que pagar todo es la decisión más
importante de su vida. Pues a pesar del optimismo inicial, y la sonrisa
permanente de Felisa Miceli, tamaña operación provocará seguramente una
retracción en el pago a jubilados, estatales y beneficiarios de planes
sociales. Como también, una paralización de aquellas obras públicas que
estaban en curso de construcción y la no realización de aquellas mejoras
prometidas durante la campaña electoral.
Y como se afirmó, la escasez de reservas provocará que la
escalada inflacionaria siga su alocado ritmo al carecer el Central de un
paraguas financiero. Por eso, muchos economistas nacionales y extranjeros,
además de analistas de la talla de Marcelo Bonelli, coinciden en puntualizar
que lo mejor hubiera sido, como pretendía el recientemente eyectado Roberto
Lavagna, negociar un pago escalonado a 10 años y las reservas utilizarlas
para la inversión interna y también para achicar la enorme brecha entre
clases sociales.
Evidentemente,
Néstor Kirchner y su caterva de alcahuetes pensaron que semejante fuga hacia
adelante era la mejor carretera hacia el mítico 2007. Pero no infirieron
convenientemente que, como sucede en estos procesos, el camino hacia la gloria
a veces se bifurca mal y el destino impensado puede ser Devoto.
Fernando Paolella