Mariana Márquez sabía que
un cáncer la estaba devorando de a poco. No obstante, tenía muy en claro que
la dispersión terminaría minando la resistencia de los familiares de las víctimas
de la masacre de Once, y se puso al frente. Intuyendo que la movilización de
estos provocaría el emplazamiento de Aníbal Ibarra,
no dejó de marchar todos los jueves al principio y luego todos los 30. El 28 de
enero, el ahora suspendido jefe de Gobierno porteño hacía su descargo ante la
Legislatura. Con la vista clavada en los papeles que le hacían de ayuda
memoria, declinó toda responsabilidad, al mismo tiempo que se definió como un “hombre
sensible”. Entonces, Mariana no pudo más. Se levantó, y con toda la
fuerza que suele provenir de la resistencia le espetó en su cara de piedra: “Aníbal,
vos sos un cadáver político”.
Siete meses después, su profecía
se cumplía y Jorge Telerman asumía en su reemplazo.
Pero un dolor aquejaba a Mariana además
del cáncer. Tenía la certeza casi total que Kirchner no se pondría del lado
de los padres militantes del dolor, y que no se animaría a destapar las ollas
de corrupción prohijadas por el partícipe necesario de aquella noche atroz, y
motorizadas por su hermana Vilma, novia del jefe de Gabinete Alberto Fernández.
No se equivocó, pues el santacruceño jamás sacó la cara por ellos, y sostuvo
el peso muerto de Ibarra hasta que se tornó demasiado podrido.
Así las cosas, Cromagnon
es una metáfora de Argentina como también Argentina contiene a Cromagnon.
Pues durante este recién concluido 2005, el kirchnerismo se consolidó buscando
perpetuarse con las miras puestas en 2007. Caído por insostenible el cuento
chino, Kirchner buscó el bronce al anunciar en los finales de diciembre el pago
de casi 10 mil palos verdes al FMI. Como se dijo en este sitio, un salto al vacío
que obtura por varias décadas el resarcimiento progresivo y sostenido la
acuciante deuda interna.
Ante la contradicción de una población
que en lugar de imitar el ejemplo de Mariana, se retrotrae dentro de sus
hogares, dispersando la bronca mediante la manipulación informativa.
Agigantando los hechos de inseguridad,
una buena parte de la corporación mediática nacional desactivó la protesta
social luego de los sucesos de Haedo. La explosión del 1° de noviembre, marcó
un punto de inflexión en el kirchnerismo al visualizarse hasta qué punto álgido
podía llegar el hartazgo popular. Días después de esto, el borocotongo y la
gran Bonasso llevarían al límite el termómetro de la bronca general. Por eso,
la ola de violaciones y la seguidilla
de robo a ancianos crearon una histeria colectiva para preparar el terreno del
decretazo pagador.
Cuando se cumplieron cuatro años del
denominado Argentinazo el 20 de
diciembre, en la Plaza de Mayo no se dio cita una multitud iracunda portando
cacerolas sino concurrieron los mismos de siempre.
La sonrisa confiada de Felisa Miceli, el
gesto displicente de Martín Redrado, la cara de nada de Alberto Fernández, la
desidia infinita de Aníbal Ibarra, el gesto sobrador de Aníbal Fernández, el
dedito acusador de Cristina Elizabeth Fernández y la pendencia perpetua de Néstor
Kirchner, son los emblemas de ese 2005 que recién ha llegado a su recta final.
Frente a ello, se yergue una oposición a veces timorata que no acierta a
constituir un bloque homogéneo que sepa plantarle cara a las ambiciones
fascistoides del matrimonio venido del sur. Más allá, una izquierda por
momentos atomizada donde sobresale el empuje permanente del Partido Obrero, con
su brazo piquetero del Polo, sufriendo embates arteros como el robo e incendio
extraños de su sede partidaria.
En el medio, el resto de los argentinos
que en gran parte salió a la calle hace cuatro años porque le tocaron los
ahorros, observa con incredulidad como se desarrollan estos acontecimientos que
sin duda les afectarán hondamente. Ni fríos ni calientes, a veces hastiados de
estar en el papel de observadores adelantados, desilusionados o simplemente
resignados, ven con conmiseración como luego del 23 de octubre han vuelto todos
los integrantes del elenco estable del atraso nacional.
Es preciso que el ejemplo de vida de
Mariana Márquez se multiplique y perpetúe, demostrando
que para que jamás se repita algo así, es preciso levantar el tujes de la
silla y salir afuera. Pues allí es precisamente, donde discurre la vida y la
historia. Porque sino, Cromagnon será
extensible para todo el territorio de este país.
Fernando
Paolella