En estas horas, se está realizando una marcha sobre la base del caso Nahir Galarza que sostiene dos vertientes, la primera que pide una absolución y la segunda que exhorta una revisión del caso.
La primera mirada, la cual pide que se excarcele a quien “mando hacia otro mundo” a Fernando Pastorizzo, esta argumentada por la presunta violencia de género ejercida por parte del difunto hacia la acusada.
Es necesario tener en cuenta que esta supuesta violencia fue declarada únicamente por la misma Nahir sin sustento alguno, por otro lado, la acusada asevera que la ejecución se trató de un accidente, sin embargo, los peritajes no solo demuestran lo contrario, sino que además refieren a una alevosía.
Incluso, de tratarse de un caso de violencia de género no existe excusa para forjar un final de tal índole, teniendo en cuenta la cantidad de elementos que existen en la actualidad para trabajar en el impedimento de esta práctica, nefasta por cierto.
El segundo punto de vista refiere a la revisión del caso sobre la base de un fundamento un tanto extraño, la velocidad con la que avanzó, ¿Acaso si fuese al revés, no pedirían prioridad para que se llegue a una resolución veloz tratandse de las femeninas?
Además, es dable ejemplificar que en la causa de Micaela García, su asesino, Sebastián Wagner, tuvo su sentencia firme en exactamente el mismo tiempo, seis meses.
También, aquel grupo de feministas con una militancia que supera el raciocinio, comentaba que en todas las situaciones, el caso poseía el mismo nombre que la mujer involucrada, ya sea víctima o victimaria.
Si se revierte nuevamente la situación ¿No se manifestarían en caso de que las causas siempre lleven el nombre del hombre como un acto de machismo puro?
En tanto, esta falaz idea también tiene una explicación razonable. Poniendo el mismo ejemplo, en el caso de Micaela García no se conoció al asesino en el momento - sino que se dio con él a raíz de la investigación llevada a cabo - lo cual si sucedió con el de Nahir Galarza y tanto la justicia como los medios se ven apretados por la urgencia de ponerle nombre a la causa.
También se mencionó que a los femicidas no se les conoce la cara, otra vez cayendo en el mismo arquetipo, el rostro de Sebastián Wagner se propagó por los medios con la misma intensidad que el de Galarza, por tanto, es otro de los argumentos que no poseen validez sustentable.
Incluso han mencionado algunas frases un tanto irrisorias, como que “la justicia es el chamuyo del macho” y algunas otras barrabasadas.
El tópico del feminismo es imperiosamente complejo, no se puede decir que lo que dicen “está bien” o “está mal”, aunque sí, que saben hacerse eco entre ese grupo tan cerrado aunque “abierto al público” a la vez.
La estupidez no tiene límites, y en este caso, solo por tratarse de una femenina, se ríen en la cara del difunto muchacho, lo que desemboca en la última incógnita: Si Fernando Hubiese matado con la misma frialdad a Nahir, ¿Este grupo de feministas se encontraría protestando por su liberación o por la re-evaluación del caso? Para pensarlo…