Hay una creciente paranoia a raíz de las millones de filtraciones de Internet a manos desconocidas. Pero, ¿tiene asidero tanto miedo junto?
No podemos vivir sin Internet, desde transacciones bancarias hasta el mundo íntimo o expuesto de las redes sociales, hay una vigilancia extrema sobre nuestros movimientos, gustos, adicciones, ideologías y lo que se te ocurra.
La mayoría de las acciones que se espían van a parar a empresas de marketing que una vez extraído nuestro perfil de consumidores nos ofrecen una variedad infinita de productos.
La gente entra en pánico cuando Facebook reconoce oficialmente que se le escaparon 5 millones de tortugas que parecían seguras.
Y la gente reacciona amenazando con que cerrará su cuenta, y en verdad pocos, muy pocos lo hacen. Hoy parece imposible vivir sin el engendro de las comunicaciones mentirosas y todos quieren ser protagonistas de esta historia bizarra de ver y ser vistos.
Otros suponen que los robots vigiladores entrarán en sus habitaciones por la noche después de haber criticado de día a tal o cual gobierno o dirigente.
La ciencia ficción y la paranoia colectiva van de la mano. Hay centenares de programas que tratan de captar posibles terroristas o ladrones bancarios detrás de perfiles falsos.
Cuando detectan una sospecha las máquinas van decantando en otras máquinas a los posibles sospechosos, y es tal la magnitud de dudas que no existe fuerza humana capaz de llevar a cabo la investigación sobre cada uno de nosotros. No hay suficientes “hombres de negro” como para ir tras nuestros pasos.
El satélite espía más grande y sorprendente se llama Echelon. El sistema fue creado durante la Guerra Fría para captar las emisiones de mensajes de bandos enemigos y hasta de posibles traiciones, pero la tecnología de las últimas décadas convirtió a Echelón en una pieza de temer para quienes actúan desde la ilegalidad de internet, y otros ítems.
Capta a la vez hasta 3.000 mil millones de comunicaciones telefónicas, pero lo más sorprendente es que dispone de un registro digital de voz. Si vos hablaste por cualquier medio telefónico hace diez años, tu voz quedó registrada como una huella digital… y si hoy Interpol, la CIA o la DEA quiere ubicarte le pide a Echelón que detecte desde qué número de teléfono estás hablando y su ubicación.
Como ya está grabada tu voz, el sistema responde con exactitud ni bien salgan tus palabras al ciberespacio.
Solo en el mundo grande del narco los grandes capos usan hasta tres teléfonos por día que luego descartan, y así y todo son atrapados cuando se quiere hacerlo.
Los hackers ayudan a este sistema entregando información sobre los delitos más ruines, como pedofilia y trata de menores.
Pero para eso los miserables traficantes cuentan con la llamada “deep web”, la web profunda, un sistema que prescinde de los buscadores como Google y compañía.
La “deep web” tiene sus propios motores de búsqueda, fueron creados para usos militares hasta que se les escapó de las manos a sus inventores.
Los usuarios comunes de Internet solo deben preocuparse de proteger sus claves bancarias y todo lo referente al acceso a sus cuentas.
¿Si el sistema localiza en voz una ideología rebelde? No hay personal humano disponible para ir a buscarte, y menos leyes que amparen esa persecución.
Pero el hombre sigue siendo vulnerable a todo tipo de paranoias y amenaza dejar las redes sociales cuando ya es tarde. Nos hemos vueltos adictos a traficar “fake news” y en el fondo hasta nos complace -aunque lo disimulemos- tener ese rapto de importancia suponiendo que somos víctimas de conspiraciones inexistentes.
No te preocupes, no le interesás a nadie. Todo el sistema de satélites espías no es operado para pitufos inservibles.