En estas horas, la ex presidenta Cristina Fernández está dentro del salón AMIA de los Tribunales de Comodoro Py en el marco de una de las causas en la que se encuentra involucrada, se trata de la que comprende irregularidades en la obra pública.
Cristina está tranquila, incluso lo dejó ver al salir de su vivienda en el coqueto barrio de Recoleta, donde un cordón de militantes la estaba esperando para saludarla y darle besos a efecto de transmitirle el afecto que sienten por la ex presidenta.
Su sosiego refiere al apoyo judicial que ostenta, el cual supo edificar a lo largo de los años mientras supo ser primera dama y mandataria de la Argentina. Durante esos 12 años y medio logró construir un espacio de militancia dentro del Poder Judicial.
Por caso, Ricardo Lorenzetti, quien fue presidente de la Corte Suprema de Justicia de la Nación (CSJN) durante todo el mandato presidencial de la multiprocesada senadora nacional (1 de enero 2007-31 de diciembre 2015) es hoy el ministro del mismo órgano judicial más imponente, es quien mueve todas las fichas con el aval de sus otros tres pares: Horacio Rosatti, Elena Highton de Nolasco y Juan Carlos Maqueda.
Quien fuera el coetáneo presidente de la Corte, Carlos Rosenkrantz, no tiene la pericia para controlar las decisiones de los cuatro magistrados que lo acompañan y es el único que quiere ver a la ex mandataria tras las rejas.
En ese sentido, CFK apelará a cada condena, llevando las causas a la misma CSJN, donde tiene a su peón manejando al resto de los ministros, todos ellos de idiosincrasia peronista.
Es allí donde aparece la defensa de la líder de Unidad Ciudadana, encabezada por el abogado Carlos Beraldi, inteligente, convincente, perspicaz, encargado de recurrir a los recursos más elocuentes y, con ayuda de cuatro de los cinco integrantes jerárquicos de la Corte, logrará en cada causa alguno de sus dos objetivos: no llegar al fallo o que el mismo sea promisorio para la ahora candidata a la vicepresidencia de la Nación.
Cristina está tranquila, sabe que nunca llegará a la cárcel, está segura y resguardada por el apoyo que logró consignar durante los años en los que reinó el kirchnerato, y mientras tanto, los perjudicados, los ciudadanos de a pie, se encuentran impacientes, ansiosos frente a un auguro que nunca llegará, entonces se hallarán desilusionados, nuevamente espantados por la impunidad que el Poder Judicial le brinda a los mayores corruptos en la historia de la Argentina, y no solo eso, del mundo.
Aún no se puede entender como sigue existiendo aquel que apoya a su figura ¿Defenderían Acaso a un ladrón que logró sustraerle algún objeto personal?
Ello fue lo que elaboró la ex mandataria junto a su fallecido ex marido Néstor Kirchner, sustraer dinero que pertenecía a todos los contribuyentes a favor de su propio enriquecimiento, obviamente ilícito, y en detrimento a todos aquellos que aportan dinero al Estado con su honesto trabajo.
Se robó, como mínimo, lo equivalente a una persona que cobra 40 mil pesos por mes durante 96 mil años. Bolsos por montones, billetes por miles de millones, onerosas “regalías”, impunidad inusitada.
Hoy hay cientos de testigos, hiperbólicas declaraciones, elementos probatorios de asaz relevancia, todo ello debería complicarla sobremanera. Pero... Cristina está tranquila.