Estamos frente a un posible cisma dentro de la Iglesia. Somos testigos de lo que puede derivar en la división de la Iglesia. En el centro de la escena, un argentino: Jorge Bergoglio, ahora Papa Francisco. Sin embargo, los argentinos permanecemos ajenos a las causas profundas de este proceso que sacude al mundo; vivimos enfrascados a la política vernácula.
¿Quién es el papa Francisco? A sus 82 años y luego de haber llegado a la cumbre de la Iglesia, Jorge Bergoglio sigue siendo un misterio. Quizás sea ese el secreto de su éxito: nadie sabe exactamente quién es. Bergoglio se mueve en un mar de ambigüedades y sabe cómo confundir a la opinión pública.
Desde este remoto país de Sudamérica nos especializamos en tratar de entender los gestos y humores del Papa, ¿Le sonrió a ella? ¿Sólo estuvo 5 minutos con él? ¿Qué cara puso? ¿A quién envió rosarios? Pendientes de este lenguaje gestual para con sus compatriotas, no podemos ver qué hay detrás de estos gestos. Pero en el mundo ¿tienen una visión más acertada del Papa?
La respuesta es no. Dentro de la Iglesia los conservadores lo consideran un progresista rupturista; los progresistas, un conservador; la derecha recalcitrante, lo ve como un cura tercermundista; los tercermundistas, como un soplón que entregó curas de la Iglesia de la Liberación a la dictadura militar.
Acaso todas estas descripciones tengan algo de cierto. Esas categorías contradictorias se reconcilian en un término que sólo comprendemos los argentinos: peronismo. Así ejerce Francisco el papado del tercer milenio; con los Diez mandamientos en una mano y las Veinte verdades justicialistas en la otra. Y las cambia alternativamente de la mano derecha a la izquierda según lo cree conveniente.
Las dificultades que tiene el mundo para entender al Papa son las mismas que impiden entender al peronismo. ¿Cuál es el cisma del que el Papa ya habló y al que dice no temer? Seguimos con el sello local. Todos recuerdan cuando Cristina aseguró que si algo le pasaba había que mirar al Norte. Francisco con idéntica matriz culpa a EEUU de los problemas actuales de la Iglesia.
¿Es realmente como él dice o se trata del típico argumento populista y de la izquierda de explicar todos los males del mundo echándole la culpa a EEUU?
Veamos de qué va esa feroz interna eclesiástica: Carlo María Vigano es un cura italiano que fue muy poderoso durante el papado de Juan Pablo II y Benedicto XVI, fue también embajador en EEUU y fue justamente lo que vió dentro de la iglesia norteamericana lo que lo decidió hablar.
Vigano denunció prácticas de los hombres de la Iglesia de EEUU, no a EEUU. Francisco quiere apalancar esta confusión para apoyarse en el clásico folklore anti imperialista. En conversaciones con periodistas durante un vuelo a Mozambique dijo “los ataques de estadounidenses contra mí son un honor”. ¿Qué encubre el Papa tras esa prosa progre? Lo que originó las denuncias de Vigano fue el caso McCarrick.
McCarrick es un obispo estadounidense muy cercano a la Argentina. Muchas veces viajó a la Argentina, está vinculado a la Congregación del Verbo Encarnado donde ordenó a varios seminaristas. Tan fuerte es este vínculo, que actualmente está retirado y vive en una sede norteamericana de esta Congregación fundada en la Argentina.
En efecto, la Congregación del Verbo Encarnado fue fundada por Alberto Ezcurra Uriburu, miembro de Tacuara, antecedente de las dos organizaciones peronistas armadas: Montoneros y la Triple A. El Verbo fue dirigido por Miguel Buela, acusado por graves casos de abusos sexuales. Estos personajes tenían importantes conexiones con los servicios de inteligencia en los 60 y la dictadura de los 70.
Conociendo las relaciones de McCarrick con la fauna local, volvamos a sus andanzas en su patria, EE.UU. Vigano descubrió que este obispo tenía una casa en la playa en Seagirt, en Jersey.
Un lugar muy bonito en el que pasaba temporadas en compañía de novicios, cinco o seis, con los que dormía y disfrutaba de sus vacaciones. A Vigano no le tiembla la voz para poner en evidencia una siniestra red y acusa al papa Francisco de haberlo protegido.
Benedicto había sancionado McCarrick, pero Francisco, según Vigano, lo liberó y hasta circularon fotos en las que se ve a ambos muy abrazados y sonrientes. Lo paradójico del caso es que Francisco acusa a EEUU, pero McCarrick, a decir de Vigano su protegido, es un personaje muy importante de la Iglesia norteamericana, y el denunciante, Vigano, es italiano.
Lo más triste es que en el fondo de la discusión no están las verdaderas víctimas: los menores abusados.