La seca y ventosa primavera cuyana trajo aires de alivio a la golpeada y deshilachada coalición gobernante. La derrota sonora de Anabel Fernández Sagasti, la camporista que más lejos había llegado hasta hoy en la arena argentina, produjo cataratas de festejos en las redes de Cambiemos. Sin embargo, a no engañarse, todo parece indicar que la suerte ya está echada de cara al 27-O.
Puede fallar, como decía Tu Sam. A veces, hasta las orquestas más entrenadas desafinan. La relojería electoral del Frente de Todos debió prestarse al papelón de un apoyo federal, con viñedos de fondo, a una candidata débil y no apta para el consumo de electores indecisos. Su endeblez, aunque empeñosa, era el comentario obligado de la nomenclatura peronista que tuvo que rendir tributo a La Cámpora y Máximo Kirchner. Imágenes y sinsabores que deberán dejarse atrás rápidamente.
Para remotorizar tsunami albertista seguirán siendo clave esta semana los datos del INDEC y otras encuestas sobre el descalabro económico y social que ha empobrecido a millones de argentinos. “Mauricio no está muerto” se animaban a decir anoche dirigentes y militantes al tiempo que se lamentaban haber ninguneado tantos semestres a la UCR, Emilio Monzó, Rogelio Frigerio y siguen las firmas.
Pero el escenario de un Macri reelecto no es precisamente tranquilizador para el establishment y el status quo de la política argentina y coyuntura en llamas. De ese registro ya han tomado debida nota los factores del poder económico y financiero, que este fin de semana leyeron y postearon los tips del diálogo de Alberto Fernández con Beatriz Sarlo. Un megaimpuesto a la riqueza argentina y una reforma laboral y otro mapa sindical, que sólo podría garantizar el peronismo, según el candidato, fue lo más subrayado
La UCR, tanto tiempo reducida a convidada de piedra del Gobierno, ayer pasó factura a sus socios de los globos que terminan el ciclo ocultos en boletas y marketing para intentar llegar al balotaje. Mientras asoman los brotes verdes (sólo en los árboles, claro) y la pampa húmeda reza por lluvias que salven la fuerte apuesta que en esta siembre hizo al trigo, hay datos que alarman a la política nacional, como el caos sindical y político en el desgobierno de Chubut, aristas de una Argentina que puede venir sino se controlan los focos de incendios (sociales, no los de las Sierras de Córdoba, que tienen menos espacio en los medios argentinos que las quemazones de Brasil y Bolivia).
Cuando faltan sólo cuatro semanas del largo maratón electoral, el justicialismo, de a gotas va dando pistas de cómo enfrentará la tormenta, mientras se proclama como el gran garante frente a la debacle. Por el rosario de comicios que fue ganando en las provincias y por ese imaginario histórico de que sólo el peronismo puede poner orden en este batifondo.
Falta todavía la madre de todas las batallas. La bonaerense, en la que María Eugenia Vidal recita el lema de no haberse rendido. Gesto encomiable, pero está rodeada por sus depredadores, a pesar del re distribucionismo generoso tardío en Nación y provincias en precios, subsidios e impuestos.
“Olvidémonos de Mendoza, ya pasó”, es la consigna en los bunkers de F&F, una Babel donde cientos de oportunos entusiastas se prueban las pilchas que les van a dejar. Al fin, nadie es más inmortal que el gran Enrique Santos Discépolo, un peronista de Perón y Evita, de cuando la K era una letra más, dos antes de la M.
Yira Yira (1931), del gran Discépolin
Cuando la suerte que es grela,
fayando y fayando
te largue parao;
cuando estés bien en la vía,
sin rumbo, desesperao;
cuando no tengas ni fe,
ni yerba de ayer
secándose al sol;
cuando rajés los tamangos
buscando ese mango
que te haga morfar.
la indiferencia del mundo
-que es sordo y es mudo-
recién sentirás.
Verás que todo el mentira,
verás que nada es amor,
que al mundo nada le importa...
¡Yira!¡Yira!
Aunque te quiebre la vida,
aunque te muerda un dolor,
no esperes nunca una ayuda,
ni una mano, ni un favor.
Cuando estén secas las pilas
de todos los timbres
que vos apretás,
buscando un pecho fraterno
para morir abrazao.
Cuando te dejen tirao
después de cinchar
lo mismo que a mí.
Cuando manyés que a tu lado
se prueban las pilchas
que vas a dejar
Te acordarás de este otario
que un día, cansado,
¡se puso a ladrar!