Ya pasaron casi tres semanas desde la asunción del nuevo Gobierno a la Casa Rosada y todo parece ir moldeándose a su gusto. La sociedad ya se acostumbró, aunque en gran parte con mucho descontento, a que nuevamente el peronsimo haya tomado las riendas del poder.
Sin embargo todo parece estar cambiando socialmente de cara a la política, no solamente porque se inició algo sin precedentes, un Gobierno vicepresidencial, donde la mayor cuota del poder recae sobre Cristina Fernández –véase posicionamientos dentro de Ministerios y Organismos Descentralizados-, sino además, porque hoy parece haber una oposición mucho más dura.
Ya no es el peronismo la salvación de los desahuciados, tal cual lo fue históricamente, almenos no para el grueso de la sociedad, no es casual que se haya replicado y multiplicado en redes sociales el famoso 41%.
No obstante ello, la discusión es bastante reñida al tratar de argumentar dicho número. ¿Habrá realmente un 41% de la población que cree terminantemente en el macrismo? ¿Acaso será ese porcentaje el que demuestra un férreo rechazo al fernandismo?
Como sucede en cada ámbito, el número se achica o acrecienta dependiendo del punto por el cual se lo mire. Si se compara el resultado de las generales con el de las PASO la fórmula del Frente de Todos tuvo un resultado casi idéntico, restándole apenas 1,2 puntos porcentuales de los sufragios, cayendo de 49,49% al 48,24%.
No sucedió de la misma manera con la fórmula de Juntos por el Cambio, quien aumentó su apoyo social casi en 8 puntos porcentuales, pasando del 32,93% de las PASO al 40,28% en las generales.
Si se tiene en cuenta ese número, se podría decir que esa suma de aval que consiguieron Mauricio Macri y Miguel Ángel Pichetto, no es inobjetable. Por caso, podría deducirse que, probablemente en su vasta mayoría, se trata de personas que redoblaron su apuesta por el entonces oficialismo para eludir la nueva victoria del peronismo con tinte kirchnerista que se avecinaba.
En ese sentido, no quedarían dudas de que el 41% no es tal. Sin embargo, también, se expresan otros puntos de vista. Si hoy se le pregunta a la extitular de la Oficina Anticorrupción, Laura Alonso, dirá, sin lugar a dudas, que para ella ese porcentaje se incrementó alcanzando el 50%.
La apreciación tiene cierta elocuencia y coherencia. En menos de un mes, se puede percibir un inusitado desgaste del Gobierno en ejercicio, no sólo por las medidas que se toman hacia afuera, también por el fuego interno que incendia a Alberto Fernández.
Es dable rememorar que éste último tuvo la pericia de despotricar contra quien hoy ejerce como su vice. Y si bien esas críticas destructivas ya forman parte del pasado, el pensamiento de Alberto no ha cambiado en absoluto, sabe perfectamente quién es Cristina y lo complicado que va a ser gobernar con ella los próximos cuatro años.
Por ello, para ser presidente, tuvo y tiene que tragarse los sapos cristinistas, aquellos que le marcan la cancha para no dejarlo avanzar con libertad. Como se repitió en innumerables veces, el armado del Gabinete es la muestra indudable de ello.
Es por ello que pensar que el 41% que rechazó en las elecciones generales a la fórmula del Frente de Todos en la coyuntura representa un porcentaje más alto, no es alocado, por lo contrario, tiene cierta congruencia.
Es este tipo de razones las que van a complicar inusitadamente la gobernabilidad de Alberto y el uso de poder de Cristina, pero como se dijo antes, también hay un fuego interno, en donde hay gran descontento por parte del peronismo.
El hecho de que la expresidenta no haya dejado subir al escenario a gobernadores peronistas el día en que la formula Fernández² salió victoriosa, generó un fuerte enojo dentro de la alianza. Sin embargo, ese no deja de ser un dato simbólico.
Pero hay datos duros al respecto, como por ejemplo la “operación secreta” con la cual el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, intentó dar luz verde al proyecto que prevé una suma de impuestos.
Según publicó Clarín, el viernes pasado, luego de caerse la sesión por falta de quórum, Axel Kicillof, en secreto, intentó con diputados provinciales propios y aliados, darle media sanción al proyecto.
Su aspiración quedó trunca al no llegar a los 47 legisladores necesarios para dar quórum. Uno de los que no habría prestado presencia es José Pérez, del Frente de Todos y la otra es Fernanda Díaz, referente de La Cámpora.
Es decir, incluso en secreto y con dos legisladores del interbloque 17 de noviembre que responde Roberto Lavagna, Axel Kicillof no pudo sacar su más codicioso deseo a ver el sol del sábado.
Y es que el peronismo es tan voluble que incluso dos peronistas pueden tener ideas que se encuentren en las más acérrimas antípodas. Vease el caso Carlos Menem y su ideología neoliberal.
Es por ello que se presume erróneo haber juntado a todo el peronismo para ganar las elecciones. Porque, al fin y al cabo ¿Qué es el peronismo?
Alguna vez, el colega Nicolas Yacoy lo definió, palabras más palabras menos, como una camiseta que un dirigente político utiliza para pertenecer.
No hay una línea política ecuánime respecto de la idiosincrasia peronista y, es dable insistir con ese punto, el peronismo unido, cava su propia tumba.