Como se sabe, el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación comenzó a ejecutar el Plan Argentina Contra el Hambre. Se trata de un programa nacional a través del cual se entrega una tarjeta de débito que solo puede ser destinada a comprar alimentos y artículos de limpieza.
Es uno de los tantos planes que se han pergeñado en las últimas décadas con la pretensión de eliminar la pobreza, o al menos disminuirla. Sin embargo, son escasas o nulas las consideraciones sobre su eficacia. ¿Sirve o no sirve finalmente?
Sea cual fuere la respuesta, es pertinente analizar qué es lo que se viene haciendo desde el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación en materia alimentaria. Según los presupuestos de ese Ministerio, se observa que:
-En 2002 tomaron impulso los planes alimentarios nacionales con un presupuesto de $14 mil millones por año a precios actuales.
-En 2019 los planes alimentarios nacionales siguen teniendo un presupuesto de $13 mil millones por año.
-Entre 2002 y 2019 el promedio anual destinado a planes nacionales alimentarios se mantuvo en el orden de los $17 mil millones anuales a precios actuales.
Según analiza la consultora IDESA, estos datos muestran que el Plan Argentina Contra el Hambre tiene poco de original; “Desde la crisis del 2002 que se viene asignando un presupuesto de magnitud importante y estable a la causa del hambre con mecanismos de ejecución muy parecidos al anunciado programa. El fracaso de esta estrategia durante casi 20 años para terminar con el hambre es un rotundo antecedente que da lugar a pronosticar que, con este nuevo Plan, la seguridad alimentaria y nutricional seguirá siendo una asignatura pendiente”, sostiene la firma en un informe.
Para IDESA, el fracaso se explica por la proliferación de programas que buscan asistir a la misma gente por vías separadas. “El nuevo plan es un ejemplo extremo de esta irracionalidad. Los beneficiarios del nuevo plan ya tienen una cuenta bancaria donde reciben la AUH. En lugar de depositarles el dinero en esa misma cuenta y restringir su uso a alimentos, se optó por dar otra cuenta bancaria. Esto demuestra tanto el desprecio por la gente (obligada a hacer un nuevo trámite) como por el cuidado de los fondos públicos (el gasto administrativo). Pero lo más significativo es que pone en evidencia que la prioridad no es la lucha contra el hambre, sino el rédito político”, avanza el documento.
Prueba de ello, para IDESA, es que para entregar la nueva tarjeta la gente es convocada a formar filas en lugares señalizados con cartelería política, que identifica al político que está concediendo la dádiva.
“La asistencia social en Argentina está más orientada a generar capital político a sus ejecutores que a resolver los problemas de los pobres. Cuando se suman los planes asistenciales que ejecutan la Nación, las provincias y los municipios se puede llegar al centenar, dependiendo de la región. Ante semejante superposición de planes sociales se diluyen las responsabilidades. Se destina una enorme masa de recursos públicos para la atención de la pobreza, pero la inseguridad alimentaria se mantiene y no se sabe quién es el responsable: la Nación, las provincias, los municipios; todos, ninguno”, culmina IDESA.