Entre los efectos de la pandemia y la crisis económica nativa, la administración de los Fernández enfrenta los primeros cortocircuitos propios de una alianza en el poder. Son comunes, pero al mismo tiempo son algo extraños, los simpatizantes de los Fernández están a punto de dirimir el primer round por sus diferencias de concepción ideológica.
Con las dificultades para sesionar, el proyecto de ley de impuesto extraordinario a la riqueza divide aguas en el oficialismo, en particular entre la comunidad de gobernadores y los legisladores de los bloques parlamentarios. En la Casa Rosada, a puertas cerradas, no creen que el tributo arrime una solución a la multiplicidad de problemas que tienen las cuentas públicas y sólo va a generar el enojo de la clase dirigente con el gobierno, lo que va a complicar las perspectivas políticas hacia futuro.
Sin embargo, y más allá de la suerte del gravamen, para el ala dura de la alianza oficialista encarnada por La Cámpora y algunos gobernadores de cuño kirchnerista, este es el momento para llevar adelante todas las reformas que son consideradas vitales para los intereses del oficialismo.
Mientras se discutía en Olivos, los alcances del tributo a la riqueza, los representantes de La Cámpora sugirieron al presidente Fernández que se avance en forma paralela con un proyecto de reforma de la ley de Entidades Financieras y con una nueva carta orgánica para el Banco Central. Esto desató un intenso debate entre los ministros y legisladores reunidos en Olivos.
El ministro Guzmán respaldado en el apoyo presidencial, avaló las modificaciones legales al sector bancario, al igual que el diputado Máximo Kirchner que se mostró decidido a avanzar en profundidad con la iniciativa.
El ministro Kulfas no lo consideró conveniente porque se le está pidiendo a los bancos el máximo de colaboración para afrontar los efectos de la pandemia y además se los está usando para pagar todas las ayudas sociales. Pero fue el presidente del Banco Central, Miguel Pesce, el que se opuso tenazmente a la idea de la Cámpora, porque dijo cualquier ofensiva hacia el sector financiero se podría traducir como una invasión en el negocio, lo que podría desatar una corrida bancaria y cambiaria, de grandes proporciones.
La discusión fue tomando temperatura y color, hasta que fue el propio Presidente quien tuvo que terciar en la discusión ordenando archivar por ahora la iniciativa. Fernández se mostró muy sorprendido por la virulenta postura del ministro Guzmán justo en medio de las negociaciones por la reestructuración de la deuda y cuando más se necesita ayuda de los bancos.
Lo cierto es que el jefe del Estado, ya no ve con tan buenos ojos a Guzmán y sospecha que el ministro preparó el plan de negociación con los acreedores sólo para que sea rechazado y sincerar la situación de default, para luego dar un portazo e irse, ante la dramática situación en la cual queda la Argentina después de la pandemia.
Lo cierto es que los números fiscales de marzo han mostrado un severo empeoramiento de la situación de la Tesorería y que presentar esos números al FMI significa un no rotundo por parte del organismo para refinanciar el stand by caído.