Cristina y Alberto tienen sus diferencias. Intentan que no trasciendan, porque no quieren mostrar fisuras entre sí. Pero las diferencias están. Una de ellas, la más importante, refiere a los “presos políticos”.
Para el presidente es un concepto sobregirado, que no resiste ningún análisis. A lo sumo, hay “presos que han sido detenidos irregularmente”, pero solo eso. En cambio, para su vicepresidenta es un hecho fáctico que hay presos políticos. De hecho, de su verba proviene la reinvención del término lawfare.
No es el único tópico: cristinistas y albertistas se enfrentan en estas horas por cómo debe encararse la ayuda social en torno al avance de la cruel pandemia.
El presidente ha decidido brindar una ayuda, pero lo más limitada posible. Para no tener que acudir al peligroso recurso de la emisión monetaria desmedida, que siempre viene acompañada de la consecuente inflación.
Por su parte, los K de paladar negro se muestran insaciables. Quieren más y más recursos para los sectores menos pudientes (¿Gravitará en la cuestión el siempre polémico clientelismo político?).
Poco y nada se habla sobre cómo contener el avance del Covid-19 en esos estratos sociales en particular, que aparecen más reacios a obedecer las restricciones de rigor.
En ese contexto, a los cristinistas —principalmente los camporistas— solo les interesa el hecho de “sostener” a los más postergados. Es una cuestión importante, nadie lo duda, pero no lo es menos que el hecho de buscar una estrategia para parar al coronavirus.
Tal la discusión absurda que se da en estas horas en el seno del gobierno, donde el albertismo ha logrado más empatía con la oposición que con sus propios “compañeros”.
Entretanto, empieza a aflorar el temor por eventuales saqueos, tal cual publicó este mismo cronista el pasado domingo.
Por caso, intendentes de los distritos que suelen ser más explosivos empezaron a vallar los límites de sus propias localidades, tal cual publican este martes varios medios.
El temor, como comentó Tribuna de Periodistas, surge de un documento que circula en estas horas entre los jefes distritales. Allí se analiza esa posibilidad en el marco de la falta de recursos de aquellos que saben sobrevivir de “changas” y otros rebusques.
A algunos de ellos —los denominados “trabajadores informales”— se les dará en las próximas horas una suma fija. También a titulares de la AUH. ¿Alcanzará para contenerlos?
Hay otra inquietud ahora mismo, que nadie menciona en público pero todos deslizan por lo bajo: ¿Qué sucederá con los adictos a las drogas, un ejército silencioso —cada vez más grande— que en el corto/mediano plazo saldrá a las calles a intentar "proveerse"? ¿Quién contendrá a esa masa de personas que también son foco posible de contagio?
Nadie sabe/nadie contesta...