Hace 5 años, en el día de Nochebuena, la Argentina parecía al borde del abismo de
Hastiados de la corrupción menemista, habían depositado su confianza electoral en una Alianza que se mostraba ante ellos como los paradigmas de la ética republicana, pero pronto cayeron en la cuenta que se trataba, realmente, de un híbrido amorfo que no tardaría en fagocitarse a sí mismo.
Con la defección del vicepresidente Carlos Chacho Álvarez, Fernando De la Rúa emprendería a toda velocidad la ruta hacia el helicóptero en la azotea, víctima no sólo de su falta de percepción, sino también de un maldito entorno que no lo dejaba decidir por sí mismo.
Dos días de estallido social dejaron como saldo a 35 muertos, cinco de éstos asesinados por la represión en las inmediaciones de Plaza de Mayo. Luego de este infierno de balas y sangre, la corporación política se vio contra el abismo y sacó de la galera a Eduardo Duhalde para que garantizara su supervivencia.
El otrora hombre fuerte de Lomas de Zamora, y también ex ladero de Menem durante los primeros 90, fue emplazado por sus pares pejotistas para que acabara con la “anarquía”, término con que definían a esas embrionarias formas de organización popular denominadas asambleas barriales. Entonces se montó un mecanismo destinado a cortarlas de cuajo, para sentar a futuro un precedente de hierro. La casi matanza del 26 de junio de 2002 en Avellaneda, no sólo sirvió para esto sino que marcó el fin de ese proyecto de autogestión apartidaria.
Como durante las jornadas de diciembre, el sistema se abrió paso a balazos con el fin de no perder sus privilegios y prerrogativas. A partir de allí, con la convocatoria a elecciones para mayo de 2003, los que habían hecho retumbar sus cacerolas concurrieron casi como zombis a sufragar consagrando con un porcentaje mínimo al ex gobernador santacruceño Néstor Kirchner.
Durante toda esta semana, la televisión abierta y de cable emitió en forma de racconto lo acontecido hace media década atrás. Y comparándolo con la actualidad circundante, no deja de provocar en muchos de quienes tomaron parte un sabor amargo.
Es interesante inferir que habrá pasado por la mente, en el supuesto caso que haya visto estas emisiones, del presidente Kirchner. Pues según datos certeros, actuó con dureza innecesaria para reprimir a unos manifestantes en Río Gallegos durante esas jornadas iracundas.
También, formó parte de la conspiración para sacar de la Rosada al sonriente Rodríguez Saá como luego fue uno de los jerarcas que le pidió mano dura a Duhalde en aquella reunión en La Pampa.
Seguramente festejará la Navidad en El Calafate, pensando en lo cerca que estuvo de naufragar sus apetencias en aquellos tiempos de furia, cuando ser político era para la gran mayoría de la gente más que una mala palabra.
Los que marcharon el martes y el miércoles, quizá habrán visto con desdén el cerco que aísla a