Era de esperarse, en algún momento, casi ineludiblemente, sucedería. Quizá no se esperaba que fuese tan rápido y repentino, pero así fue. ¿O será acaso que las interpretaciones que estaban a la vista no fueron analizadas de forma pertinente?
No importa ya. Lo cierto es que el Gobierno comenzó con el plan de la venganza contra la prensa y no detendrá esa obsesión hasta conseguir el objetivo final: Dominarlo todo.
Como ya se ha manifestado en Tribuna de Periodistas, la vicepresidenta Cristina Fernández se siente la reina, la dueña de la Republica y, por ello, busca domesticar a los tres poderes del Estado. Pero había una pata que faltaba para consignar el control absoluto de la situación: La información.
¿De qué le serviría a la expresidenta controlarlo todo si el periodismo continúa fustigándola? ¿No es un “maravilloso plan” tener el control dictatorial de la Argentina con el acompañamiento de los medios?
Ayer nomás, en una entrevista que le brindó al colega Nicolás Wiñazki, Marcelo Logobardi soltó la bomba: “Ya está en marcha alguna orden de detención de periodistas”.
El hecho de que las mismas se terminen llevando a cabo pasó a ser un factor secundario. El temor de que el país se encuentre con la calidad de prensa de países como Corea del Norte, Turkmenistán, Eritrea, China, Vietnam o Siria ya comenzó a propagarse.
Según un informe de Reporteros sin Frontera, en el cual se mide la libertad periodística de 180 países, Argentina ocupa el puesto número 64 ¿Cuánto tiempo pasará hasta que la prensa vernácula se encuentre junto a países como Cuba, Laos o Arabia Saudita?
Resulta ser una prueba de fuego. Una tarea faraónica para quienes ejercen -ejercemos- la tarea de informar. No queda más remedio que avanzar a paso firme. Ese va a ser el trabajo de la prensa independiente.
Serán épocas duras, pero con una gran parte de la Justicia corrompida, el Congreso funcionando a medias y el Ejecutivo obsecuente a las decisiones de una fanática del control autoritario, será el trabajo de los medios el que marque la diferencia, el que tienda a continuar protegiendo el republicanismo.
Sobre todo en épocas donde la oposición se limita a realizar declaraciones en redes sociales, o publicar algún que otro lindo comunicado. Pero hechos de defensa concreta, salvo casos aislados, ninguno.
Hacer periodismo en estas épocas es complicado, sobre todo porque desde el poder golpean y desde la ciudadanía acusan. “Lamento mucho lo que está viviendo el Periodismo. De corazón. Pero cuando vos no defendés con la misma intensidad, algo que tanto costó recuperar como lo es la libertad, pasan estas cosas. A @mauriciomacri lo masacraron. Reconozcan que la pifiaron UNA VEZ!!” (sic) supo redactar uno de los militantes macristas más importante en su cuenta de twitter.
Salvando las diferencias entre sendos Gobiernos ¿La corrupción M es buena y la K es mala? La respuesta es sencilla: corrupción es corrupción. En todo caso, el periodismo es simplemente aquel que informa. Es el medio entre lo que sucede y los consumidores de noticias, de allí la definición de “medios de información”.
La culpa, a la vista del pseudoprogresismo kirchnerista, de que Cristina haya tenido que recorrer durante cuatro años los pasillos de Comodoro Py 2002 es del periodismo. Para la militancia macrista, la culpa del resultado de las últimas elecciones presidenciales, también es de los medios.
Entonces, ¿El periodismo tiene la culpa de la corrupción, la inoperancia política, los negociados que se realizan desde el trasfondo político para aumentar intereses personales de la dirigencia representante?
Parece que una masiva parte de la población considera que si, aun cuando los informadores en general se limitan a contar lo que sucede.
Es un tiempo difícil para hacer el trabajo de periodista, ya que la información está totalmente devaluada y la población no acepta los hechos y los relativiza dependiendo del protagonista.
¿Qué hubiese pasado si el escándalo por espionaje ilegal hubiese sido endilgado al kirchnerismo y no al macrismo? Aquellos que ponen en tela de duda la causa no dudarían en manifestar su descontento hacia el Gobierno que estuvo al frente del país 12 años y medio.
En fin. Se vislumbran tiempos oscuros, de los más alterados para la prensa. De acá en adelante hacer periodismo será una tarea tan dificultosa que probablemente serán –seremos- pocos los que seguirán con el mismo ímpetu ante la necesidad de la independiencia a la hora de informar, ya que la dirigencia política quiere controlar y la sociedad –o una parte de ella- no confía.
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