Se sabía. O al menos se presumía. Por algunos connotadores que dejaron entrever Alberto y Cristina en los últimos meses al referirse al trabajo de la prensa “no adicta”.
La propia vicepresidenta, a través de un virulento video, hizo una crítica feroz hacia puntuales comunicadores, en sintonía con su valoración respecto del periodismo independiente, al que aborrece desde siempre. Básicamente porque es el que la ha dejado expuesta en sus actos de corrupción.
“Ya está en marcha alguna orden de detención de periodistas”, dijo ayer nomás Marcelo Longobardi, dejando sin palabras a propios y ajenos. Con la certeza de lo que vendrá, más temprano que tarde.
¿Se animará el kirchnerismo a tanto? ¿Irá contra los mismos a los que consideró en plena pandemia “trabajadores esenciales”? ¿Los que, según las definiciones de cualquier manual de periodismo son los “ojos y oídos de la sociedad”?
Para intentar adivinar el futuro, basta con otear el pasado. Aquel en el que Néstor y Cristina promovían escraches a los cronistas, con escupitajos de fotografías y todo.
Utilizando todo un aparato de espionaje ilegal para interceptar las comunicaciones de los hombres de prensa y extorsionarlos con ese mismo material.
Abusando de los medios K —retroalimentados por ellos mismos— para exponer lesivamente la labor del periodismo independiente. Con programas como 678 y pasquines como Página/12 y revista 23.
Rentando los servicios de “sicarios” mediáticos como Diego Gvirtz, Cristóbal López, Víctor Santa María y Sergio Szpolski, entre otros.
Censurando las voces que no eran de su agrado, como Nelson Castro, Pepe Eliaschev e incluso el propio Longobardi.
¿Hace falta acaso rememorar esos días para saber lo que piensan los K sobre el trabajo de la prensa? ¿Amerita recordar los llamados del entonces jefe de Gabinete Alberto Fernández —hoy ungido presidente de la Nación— en los cuales amenazaba a los periodistas que osaban criticar a Néstor y Cristina? Uno lo ha contado en primera persona en 2004, valga para los más desmemoriados.
Lo que ocurre en estas horas es gravísimo, aún si no hubiera detención de periodista alguno. Primero, porque a nadie sorprende la posibilidad de que pudiera ocurrir. Ergo, es algo que el kirchnerismo haría tranquilamente.
Segundo, porque la avanzada oficial contra la prensa persiste, allende la posibilidad de la prisión. Es algo siempre latente, cual espada de Damocles K.
Quien lo dude debe releer el comunicado que esta misma semana emitió la Asociación de Entidades Periodísticas Argentinas alertando "ataques" al periodismo por parte de actores políticos.
La entidad dejó clara su postura al decir que "la estigmatización y la persecución de periodistas por investigar al poder son incompatibles con el clima de respeto a la libertad de expresión que la democracia exige a todos los ciudadanos, y en particular a las figuras políticas"
El comunicado es demasiado cuidadoso y “lavado” —ADEPA evita siempre el alarmismo; es su naturaleza—, pero es claro que cuando habla de referentes políticos refiere puntualmente al kirchnerismo. ¿Quién más sino?
En momentos como estos, es cuando vuelve a escena el siempre vigente Karl Marx con su frase más brutal: “La historia se repite dos veces: la primera en forma de tragedia y la segunda en forma de farsa”.
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