Cuando consideramos las supersticiones, comprobamos que no son menos abundantes que los mitos. Por el contrario, son infinitas. Podemos dividirlas en físicas, mentales y "espirituales".
Para ofrecer una idea panorámica de este inmenso mundo ficticio que marcha a la par del mundo real entre los cuales navega el hombre, podemos comenzar con las adivinaciones, uno de cuyos máximos exponentes son las diversas mancias (mancia: sufijo latino que significa "adivinación").
Para interrogar el porvenir (según los "pseudosabios"), podemos hacerlo, por ejemplo, mediante la ocultomancia, que consiste en adivinar el número de enemigos que se cruzará en el camino del consultante durante su vida. Por medio de harina mojada puesta al sol para secarse, podemos responder a las consultas interpretando los dibujos y líneas que se hayan formado al contraerse y resquebrajarse la masa: es la aleuromancia. También podemos adivinar mediante los movimientos de las ranas: batracomancia; por la dirección que tomen las hojas de los árboles transportadas por el viento: botanomancia; por las vísceras de los animales sacrificados a los dioses: aurispiscina; por el estudio del hígado de algunos animales: hepatoscopia.
La hidromancia, adivinación por medio del agua tiene muchas variantes. Una de ellas es la que practicaban algunos pueblos antiguos. Para comprobar si los hijos eran legítimos los arrojaban al río; si flotaban todo estaba bien, pero si se hundían esto significaba que la madre era una adúltera. Todos conocemos la famosa cartomancia (adivinación por las cartas; pueden ser Tarot, baraja francesa o española), y la también universal astromancia mal denominada astrología.
Además existen adivinaciones tales como la onfalomancia, por la conformación del ombligo; onicomancia, por el exámen de las uñas; necromancia, por la invocación de los muertos; minomancia, por medio de los ratones; partenomancia, adivinación por la virginidad; piromancia, por el examen del fuego; scianomancia: por el estudio de la sombra... y aún otras mancias.
Una de las supuestas artes adivinatorias que merece un comentario aparte es la radiestesia o rabdomancia, que consiste en la "percepción" de las radiaciones y emanaciones de los distintos cuerpos. Su actividad más característica es el descubrimiento de agua u objetos subterráneos de modo directo o mediante el empleo de una rama de avellano en forma de Y que es tomada por sus brazos iguales y cuya parte libre se dirige hacia el suelo cuando el zahorí (persona que supuestamente posee la acultad de ver lo lque se halla oculto, aún lo que está bajo tierra como filones o vetas de metal, depósitos de aguas subterráneas, etc.), llega al lugar preciso del yacimiento. También se ha pretendido utilizar este método en el campo médico, tanto con el zahorí como por medio de la observación de los movimientos de un péndulo sobre el enfermo o algún objeto de su pertenencia. Los practicantes de la radiestesia incluso han pretendido darle carácter científico, siendo por otra parte no más que una simple superstición, una de las tantas mancias.
No son pocos los que se inclinan a pensar que estas supersticiones, fruto del ansia de prever el devenir y de la capacidad de intuir del hombre no son todas falsedades y que incluso algunas de las mancias han pasado a la categoría de ciencias. Consideran que ciertas personas poseen capacidad paranormal y que la parapsicología es una ciencia que estudia precisamente todo fenómeno paranormal, pero este es capítulo aparte y sólo podemos asegurar que todos los adivinos y la propia parapsicología en bloque no reconocen más que pseudofenómenos que por ende, no condicen en absoluto con el mundo real.
Las primeras son meras supersticiones sin visos de verdad y la segunda es una pseudociencia que pretende estudiar lo que no existe. Es una especie de "fantasmología".
Las supuestas adivinaciones se pueden entender de la misma manera que las profecías y los oráculos. Los yerros del adivino pronto son olvidados; un sólo éxito puede darle credibilidad y varios aciertos casuales aunque más no sea en un porcentaje ínfimo comparados con los fracasos siguiendo las rigurosas leyes del azar, pueden otorgarle fama, ya que los "favorecidos" se encargan de difundir sus virtudes que permiten al charlatán conquistar nuevos clientes.
Por supuesto que las leyes del azar hacen que los aciertos se repartan desigualmente entre los adivinos. Unos los tendrán, con mayor frecuencia que otros y son los que cobran fama. Otros los tendrán al incio y esto los catapultará hacia el éxito inicial y su notoriedad trascenderá aunque más tarde sus aciertos disminuyan en su número.
Por otra parte, algunos iniciados nunca llegarán a nada, quizá por no tener la paciencia de perseverar hasta que "se de vuelta la taba" y tengan suerte con el tiempo, aunque más no sea transitoriamente. Esta situación es idéntica a la del jugador de ruleta. Hay quienes aciertan de entrada y hacen saltar la banca, mientras que otros que ganan fortunas y continuan jugando pierden lo que ganaron más sus bienes, y todo por las leyes del azar.