Cristina Fernández está a punto de transformarse en la principal oposición al gobierno de Alberto Fernández. Cada vez queda más claro.
Al principio, la expresidenta aparecía como un condicionante de Alberto, algo razonable teniendo en cuenta que es la socia principal del Frente de Todos. Pero una cosa es condicionar y otra es obstaculizar los proyectos políticos del Presidente.
Por ejemplo, Alberto F. propuso a Daniel Rafecas como jefe de los fiscales nacionales. Necesita para eso dos tercios de los senadores.
Hoy al menos algunos opositores lo acompañarían. Pero es la propia Cristina la que frena el tratamiento del pliego de Rafecas. En lugar de eso quiere cambiar la ley para que ya no sean necesario dos tercios para designar o destituir ese cargo tan importante.
El cristinismo podría elegirlo y echarlo cuando quisiera. O sea: en lugar de colaborar con el presidente la vice abre otro frente en su intento de copar la Justicia.
Otro ejemplo fue la carta en la que Cristina se despegó de Fernández y hundió a los “funcionarios que no funcionan”. El presidente bajó la cabeza y entregó a la ministra de Hábitat, María Eugenia Bielsa, reemplazada por un ultracristinista. Cristina se va comiendo piezas del gabinete, una tras otra.
Y el último ejemplo es la carta que los senadores, manejados por Cristina, le mandaron a la misión del FMI el fin de semana. La carta parece escrita por opositores en momentos en que el gobierno busca acelerar un acuerdo con el FMI y hacerlo pasar por el Congreso, justamente para que el Fondo confíe en que Argentina cumplirá su palabra.
Pero, además, Cristina vuelve a acusar al Fondo de haber financiado las elecciones a Macri prestándole a la Argentina dólares para que el país pudiera pagar deudas y abastecer la demanda de dólares, la famosa “fuga”.
Pero resulta que eso es justo lo que Alberto le está pidiendo hoy al FMI: un rápido acuerdo para patear para adelante todos los pagos al fondo, de manera que no caigan ni antes de las elecciones legislativas de 2021 ni antes de las presidenciales de 2023.
O sea: mientras Alberto le pide al FMI que le ayude a él a ganar las elecciones ahora, Cristina enchastra al Fondo por, según ella, haber ayudado a Macri. La misión del Fondo, entonces, debe pensar lo mismo que nosotros: que la oposición a Alberto ya es Cristina. Y eso sí puede complicar un acuerdo, porque crea dudas nada menos que sobre la gobernabilidad.