Existen muchos libros sobre cierta supuesta ciencia llamada Teosofía desparramados por el orbe; incluso un diccionario completo bastante grandecito sobre esta pseudociencia, y las ventas en el mundo entero son importantes.
Veamos un poco las bases de esta pretendida "sabiduría adquirida por el estudio de la vida y la forma" -según una de sus definiciones- o "conocimiento profundo de la Divinidad".
Aún tratándose de una metafísica, la incluyo aquí porque sus sostenedores, con insólitas veleidades de sabiduría, dicen basarse en la ciencia.
"La Teosofía es en cierto modo una revelación, pero una revelación de conocimiento -se dice- por aquellos que lo han adquirido. Al principio se presenta como hipótesis, y sólo por el experimento y la experiencia se convierte en conocimiento personal". (C. Jinarajadasa en su libro: Fundamentos de la Teosofía, Kier, Buenos Aires, 1982, Introducción, pág. 18).
"No hay más que una ciencia -nos dice Jinarajadasa- mientras no cambien los hechos: lo estrictamente científico es teosófico y lo verdaderamente teosófico se halla en armonía con todos los hechos y, por tanto, es lo más encumbrado de la Ciencia". (Ob. cit. pág. 21).
"La Teosofía se define como la sabiduría adquirida por el estudio de la evolución de la vida y la forma". (Ob.cit.pág. 17).
Adhiriéndose a la filosofía alejandrina, los teósofos nos hablan de un logos como el espíritu intermediario entre lo humano y lo divino.
"Los Maestros de la Sabiduría, agentes del Logos, dirigen el proceso evolutivo... Constituyen la Gran Jerarquía o Gran fraternidad Blanca. Ellos son los que guían la construcción y destrucción de las formas por mar y tierra; los que dirigen el encumbramiento y la decadencia de las naciones, dotándolas de la Sabiduría Antigua, a cada una en la medida de asimilación". (Ob. cit. pág. 41).
No vamos a entrar en el laberinto de las especulaciones teosóficas porque sería una pérdida de tiempo. Sólo vamos a describir una de sus "conclusiones" fruto de sus incursiones en la ciencia, según dicen.
Los disparates abundan, y el dislate mayor es haber tomado como base los conocimientos científicos de fines del siglo XIX para edificar sobre ellos toda una metafísica ficticia.
Para ofrecer pruebas de que la teosofía es pura invención mental, basta dar sobre ella un somero vistazo a vuelo de pájaro con el fin de conocer a grandes rasgos qué clase de temas se barajan en su construcción.
Si este "conocimiento de la Divinidad" se hubiese avenido a dejar abierta la posibilidad de modificar su metafísica para adaptarla a nuevos conocimientos científicos, quizás hubiese obrado con inteligencia. Flexibilizando su dogma, hubiese obtenido la posibilidad de amoldarse a los nuevos descubrimientos científicos y salir airosa con su concepción central. Pero resulta que esta concepción medular del mundo y la vida ha hincado tan profundo en muchos supuestos científicos tomándolos como piedras angulares, los ha tomado tan al pie de la letra para elaborar su sistema, que hoy ya no queda nada de su edificio.
Nos habla, por ejemplo, de un sistema solar con doce cuerpos (cuando hoy sabemos que en realidad son nueve (con el planetoide Plutón), y si contamos también sus lunas podemos redondear la cifra en 40 cuerpos espaciales que rodean al Sol) pues añaden al planeta Vulcano y uno más allá de Plutón (¡Quizás por las dudas, por si llegan a ser descubiertos algún día!) y también incluyen a Eros, uno de los asteroides.
Nos informan acerca de ciertos tipos de evolución humana y dévica (hombre perfecto y "Angel") etc.; de tipos humanos según sus tendencias (ritual filosófico, ejecutivo, devoto); de una clasificación del hombre del tipo lemur, atlante y ario. El lemur proviene de Lemuria, del tiempo cuando la tierra emergente, hace más de un millón de años, ocupaba áreas totalmente diferentes de las actuales. Los atlantes son oriundos, por supuesto, del continente Atlántida (hoy Océano Atlántico), que se hundió y los teósofos, siguiendo a Platón, lo aceptan como cuna de una raza humana. Finalmente la tercera raza es la de Asia (aria) de modo que la Lemuria, la Atlántida y el Asia, según estos macaneadores, fueron la cuna de las tres razas cuyos descendientes pueblan hoy la Tierra.
Basta comparar estos datos que nos brinda la teosofía de antaño con la moderna antropología, para darnos cuenta de que esta gente navega en el siglo XIX y sólo en los "mares" de algunas hipótesis escogidas, hoy ya definitivamente abandonadas.
Por supuesto que para añadir más dramatismo a la creación del mundo, creen en el "diluvio universal" bíblico (mito que también mencionan los sumerios), evento que jamás existió a escala universal, según lo han demostrado la geología y la paleontología actuales.
Y para añadir más misterios, aceptan las "leyes de la encarnación", nos describen los tipos de almas que se reencarnan (¡como si las hubiesen visto!) a saber: tipo no desarrollado (una subraza antes de pasar a la siguiente y que necesita reencarnarse muchas veces); tipo sencillo, el tipo cultivado (que reencarna dos veces en el mundo celestial; el tipo en el sendero (que se reencarna inmediatamente bajo la direccion del Maestro) y el adepto (que ya no necesita reencarnarse). (Ver: Obra citada, pág. 62)
Aceptan también la ley del Karma tomada quizás del brahmanismo y del budismo según la cual "los señores del kama cual benéficas Inteligencias actúan de árbitros del Karma según el plan del Logos". (Véase Obra citada, pág. 82).
Ese Karma ayuda a dar un paso más en la evolución, se dice.
Los teósofos saben que hay "mundos invisibles" cuya deducción de su existencia sacan, por ejemplo, de las fotografías obtenidas del Sol mediante cámara fotográfica comparada con el espectroheliógrafo. ¡Claro! Si la galaxia Andrómeda es fotografiada con placa común es una cosa. Si con luz infrarroja parece ser otra. Esto para los teósofos indica que "hay mundos invisibles". ¡Claro que hay cosas invisibles a simple vista dada la relatividad de nuestra visión! Pero los teósofos colocan en "esos mundos" que reducen a tres: mental, astral y físico, a ciertos habitantes. Nunca los han visto, pero la imaginación lo puede todo.
En el mundo físico, sólido, líquido y gaseoso, colocan la "vida mineral".
En el mundo etéreo, superetéreo subatómico y atómico, colocan a los hombres y fantasmas de los cementerios.
En el mundo astral primero están los cuerpos astrales
desechados o "cascarones", formas de pensamiento elementales, espíritus de la naturaleza, silfos. Encima, hombres, animales (durante el sueño y temporalmente después de la muerte), kama-devas.
En el cielo inferior están situados los filósofos, artistas, filántropos, devotos y afectuosos, arupa devas.
Estas ingenuidades se repiten a lo largo de todo el dogma que así no es siquiera metafísico sino sólo cuento de hadas.
Mientras dormimos -dicen- vivimos en nuestro cuerpo astral. De este modo es como explican el sueño. Cuando despertamos -añaden- los cuerpos físicos y los superiores se vuelven a unir y dejamos de ser habitantes del mundo astral.
Claro está que, para aquel que no sabe nada de física, química, astronomía, biología y psicología, estas cosas pueden parecerle fascinantes, incluso ser confundidas con un manojo de sabiduría profunda, en cambio para el conocedor auténtico, sólo se trata de una sarta de dislates, fruto de una ilimitada ingenuidad e ignorancia pedante extrañamente amalgamadas.
A su vez los cuerpos astrales desechados son diferentes de los físicos también desechados, porque retienen en sus partículas astrales cierta cantidad de la conciencia del alma que los ha abandonado.
¿Cómo saben todo esto? ¿Por revelación? Ya sabemos que las supuestas "revelaciones" son mitos.
¿Quién que posea elementales nociones de física, química, bioquímica y biología, puede aceptar que existan "habitantes temporales (del mudo físico), que se desintegran a las pocas semanas o meses, que son las contrapartes etéreas de los cuerpos físicos llamados dobles etéreos, que flotan sobre las sepulturas en que están enterrados los cuerpos físicos "más densos"? Puesto que estos dobles etéreos tienen la forma de sus contrapartes más físicas y se componen también de materia física, las gentes sensitivas los ven algunas veces en los cementerios y los confunden con las almas de los difuntos". ( Ob.cit. pág. 105).
¿Es esto algo así como una física novedosa que obliga a tirar a la basura a la que se estudia en las universidades del mundo y a cerrar todas las facultades de física y reemplazarlas por cátedras de teosofía?
Sabemos, dicho sea de paso, que suele verse en algunos cementerios, de noche, sobre algunos lugares de enterramiento, ciertos resplandores fantasmagóricos, que no son otra cosa que productos de ciertas bacterias fosforescentes sobre los cadáveres superficialmente enterrados. (Otro ejemplo lo tenemos también en los troncos de árboles en putrefacción que fosforecen en las noches muy oscuras debido a las mencionadas bacterias, "luces malas" que han asustado a más de un gaucho supersticioso de las pampas).
También nos aclaran los teósofos que nuestro cuerpo físico al morir es desechado para vivir por un tiempo en el mundo astral. Del mismo nos separamos del cuerpo astral para pasar al mundo mental.
Pero, puesto que "sabemos" que los cuerpos astrales desechados, son diferentes de los físicos puesto que en sus partículas se halla retenida una cantidad determinada de la conciencia del alma que de ellos ha huido, por este motivo dichos cuerpos contienen "muchos recuerdos". Y puesto que retienen temporalmente una extraña vitalidad, son capaces de imitar hábitos y expresiones de los entes que abandonaron . Estos son los llamados fantasmas, y los espíritus de los muertos que aparecen durante las sesiones espiritistas, atraídos por las invocaciones de los vivos. Pero se trata de simples simulacros. (Véase Ob. Cit. pág. 105 y 106).
¡Buena explicación del fenómeno espiritista! ¡Les ganaron a los parapsicólogos! Lástima que los tres: espiritistas, parapsicólogos y teósofos, sólo van a la caza de fantasmas, creen en ellos y pretenden hacer ciencia con lo inexistente en el mundo real, esto es de las fantasmagorías.
Hablan también de las tres naturalezas del hombre: mental, astral y física y del hombre en vida y en muerte para continuar con una ingenua evolución de los animales donde se describen almas grupo como los cánidos: lobos, zorros, perros y chacales y félidos: leones, tigres y gatos. Cada forma que muere aporta a su Alma grupal sus experiencias y tendencias según donde han vivido.
Pero si nos fijamos en dos gatos -dicen- veremos diferencias. El que nace en una casa donde se le ofrece cariño, responde a "vibraciones (?) de orden superior" que percibe procedentes de los pensamientos y sentimientos de sus amos. Se sabe "a ciencia cierta" que antes de morir este gato favorecido producirá una nueva especialización en el Alma grupal simplemente para mezclarse con las demás sin aportar ningún progreso al grupo. (Comentario aparte: es evidente que para estos pseudocientíficos no existe límite alguno para echar al vuelo sus dotes de fantasía y... ¡su ignorancia!).
¡Genial explicación de la evolución de los animales a partir de la nesciencia! ¡Lástima que el genial Darwin no supiera nada de estas cosas!
Leyendo Teosofía, uno no acierta a veces a distinguir si esta gente habla en serio, o pretende parangonar a la ciencia con sus invenciones para ridiculizarla o nos toma por tontos a los que abrevamos en las Ciencias Naturales. A tal punto sube la fantasía que el ocasional lector conocedor de las ciencias se siente tentado a pensar que todo el edificio teosófico ha sido inventado por niños traviesos fundándose en pinceladas científicas, totalmente distorsionadas luego a capricho para explicar grotesca e ingenuamente el mundo y captar mentes muy simples con fines a la diversión. En efecto, de pronto se advierte a través de la lectura, que los constructores de la teosofía han echado mano de todo a su alcance. Tanto de las mónadas de Leibniz, como del éter de los antiguos cual fluido imponderable que transmite la luz, hoy totalmente desechada por los físicos, sin olvidarse del trillado Logos del no menos trillado Génesis bíblico, de elementos del budismo, y de los átomos de la física clásica pero positivos formados con espirales y también negativos. Se pasa luego, sucesivamente, a los reinos de la vida en evolución, desde la primera esencia elemental hasta la humanidad, a la Cadena Planetaria con siete globos en distintos planos y a una química sui generis.(Ob. cit. págs. 143 y151).
Para explicar la evolución de la vida echan mano de elementos indios como los Avatares de Vishnú cuya secuencia es: pez, tortuga, jabalí (animal); hombre -león (transición), enano (eslabón perdido), gigante destructor (hombre primitivo), Rama el Rey (hombre ideal), Krishna (Dios como hombre) y Kalki (Dios como hombre por venir).
Luego se pasa a la evolución de la conciencia desde lo físico hasta lo nirvánico sin descuidar la mención del bautismo con agua de Juan el Bautista y el realizado por Cristo con el Espíritu Santo y fuego (pruebas de pura invención de gente muy ignorante), para finalizar con "la Gran Fraternidad Blanca" y "el llamado de Dios que es ¡evolución! (No creación). (Ob. cit. pgs. 143, 151 y 198).
Como hemos podido apreciar, si queremos volar en alas de la más pura fantasía disfrazada de sabiduría, no hay nada mejor que incursionar en la Teosofía, un alto exponente del mundo de ficción creado por la fructífera mente para luego navegar en él en alas de la fantasía, a la par del ciego, tenebroso, traicionero y enigmático mundo real.
Este mundo real, paradójicamente es el que ha creado al mundo irreal desde una estructura cerebral humana. Allí se ha generado todo y se vive en ese ámbito mientras se tengan noticias de él y mientras se piense en él. Luego, se esfuma no bien deja de existir el informado que posee grabado en sus neuronas ese mundo o mas bien una fracción del mismo. Digo fracción, porque cada ser humano que aparece en el planeta Tierra recoge un mundo artificial particular según el ámbito de su nacimiento y desarrollo (budista, confuciano, judaico, cristiano, etc.) y según el folclore y cosmogonía del lugar. Además en estos tiempos del auge de la información, es fácil que cualquier ciudadano del mundo obtenga un libro o noticias de otros lejanos lares con sus creencias, filosofías y cosmogonías, para adherirse a ellas. Me refiero al occidental, por ejemplo, que adquiere noticias acerca del budismo y se adhiere a esta religión o viceversa, un oriental que, Biblia en mano, se convierte al cristianismo.
Realmente, si nos propusiéramos recopilar y almacenar en computadoras todas las fantasías humanas escritas y transmitidas oralmente, quizás no nos alcanzarían los días para conocerlas todas. El mundo de ficción a la par del real, es inmenso, fruto de este, recluido en un punto de la Vía Láctea, a su vez un punto del Cosmos, pero inmenso en su variedad. Los átomos lo han formado.
Los átomos componentes de nuestras neuronas han inventado este mundo inabarcable como fenómeno de escape del mundo real por razones puramente biológicas, más precisamente de supervivencia, de una especie animal consciente, inteligente que, sola, enfrentada con el mundo real, no podría soportarlo hasta tanto no lo conociera, lo dominara y mejorara. Sólo entonces podría abandonar el mundo ilusorio, sin necesitarlo más.
En esto, justamente, anda la ciencia.
Ladislao Vadas