Por momentos, la economía se administra con la misma improvisación que la pandemia. Todo anuncio es provisorio y reversible. Cada vez que el GPS parece marcar un rumbo, de repente nos encontramos girando en círculos.
Los compromisos fiscales asumidos en la negociación con el FMI, por ejemplo, se fueron deshilachando en el camino.
No analizamos ahora –ya lo hemos hecho– si las prioridades o el modo en que Martín Guzmán encaró el ajuste fueron los más apropiados. Se discuten los volantazos políticos que sembraron dudas sobre su concreción.
La primera promesa fue apagar la maquinita, o darle al descanso, en el último tramo del año. Hoy sabemos que el Banco Central ya le transfirió este mes 200.000 millones de pesos al Tesoro. Emisión para tapar el bache fiscal.
Guzmán juntó coraje para aplicar una poda al gasto social que sorprendió por lo enérgica. Suprimió el IFE, pero luego se ampliaron otras partidas por el equivalente a un tercio de lo ahorrado.
Eliminó el ATP del presupuesto 2021. Pero en el Gobierno se discute ampliar el viejo programa Repro u otros paliativos para empresas en crisis.
El ministro acordó con los funcionarios del FMI una quita adicional a las jubilaciones –controvertida, por cierto–. Cristina la borró. Dio vuelta el proyecto como una media y el Presidente acató.
La política no sólo desbarató los números de Guzmán. Los senadores de Cristina atacaron con virulencia al Fondo mientras el ministro dialogaba con sus enviados. Y el canciller se habló encima al decir en público que Argentina reclamaba a Biden el relevo del director de Estados Unidos en el FMI.
El presupuesto aprobado no empezó a aplicarse todavía y ya es un mapa inútil. Nadie explica cómo se compensarán las medidas anuladas para lograr la reducción del déficit que se anunció.
La última novedad es que Cristina asumió el control de la política tarifaria. La reducción de los subsidios es un componente clave del ajuste fiscal planeado por Guzmán.
Ya se postergó por tres meses. Y ahora se conoce que no será el Ministerio de Economía quien diseñe los alcances y los tiempos del descongelamiento. Intervendrán los titulares de los entes reguladores de la electricidad y el gas, técnicos militantes del Instituto Patria. O sea, decidirá la vice.
Superado el susto de octubre –cuando el dólar blue se acercó a 200 pesos– la kirchnerismo volvió a un sendero más afin a su ADN populista. Su prioridad es mejorar las chances de ganar las elecciones de medio término. El objetivo final es lograr mayoría propia en Diputados.
Esta corrección del rumbo subestima la precariedad de la tregua cambiaria. Las reservas siguen siendo escasas. La apuesta al acuerdo con el Fondo para comprar credibilidad se complica. La baja de la emisión es de cumplimiento incierto. Y los diques de contención a los precios se fisuran, a medida que la economía tiende a normalizarse.
Hasta ahora el único reflejo que mostró el Presidente fue insistir en el error de intentar una respuesta policial a la inflación. Acaba de colocarles la estrella de sheriffs de los precios a los intendentes del conurbano bonaerense.
La represión inflacionaria no dura para siempre. Y los intentos de mantenerla por la fuerza terminan mal. Con desabastecimiento y, al final, con estampida de precios y devaluación.
Otra vez estamos girando en círculos.