La decisión fue tomada por Cristina, días previos al acto de La Plata y con aquella carta de funcionarios que no funcionan. El lugar, su departamento de la calle Juncal, reunida con la mesa más que chica, a la que se aferra fuertemente para que el ventarrón no la eyecte definitivamente de la política y de la vida de todos los argentinos.
Su hijo Máximo Kirchner, Horacio Verbitsky, Oscar Parrilli y algún otro acólito que ocasionalmente andaba por allí, estaban presentes.
La avanzada judicial en la que se encuentra inmersa no dio los resultados esperados y la vicepresidenta comunicaba al grupo selecto que sería candidata en la Provincia de Buenos Aires en 2021. Los ojos libidinosos de los concurrentes se encendían en negro, propio de aquellos que están prendados del mal y con una mueca de sorna en la sonrisa, la observaban como poseídos por la figura siniestra de su líder.
La idea es ir por los fueros nuevamente, último y atormentado recurso para enfrentar las condenas por venir. Lo imagina aún gobernador a Axel Kicillof, a estas alturas entre los peores del país; y a su primogénito como Presidente del Partido Justicialista bonaerense, devenido en un sello de goma del que los peronistas tradicionales han salido espantados.
Está claro que abandonó a su suerte al presidente Alberto Fernández hace tiempo y solo aguarda la transición que está a punto de suceder. De igual manera, si ello no ocurriera, ya está decidía a dejar el Senado y "bajar" a la Provincia de Buenos Aires.
Aguarda para hacer el anuncio; todavía tiene tiempo (cree ella), los fanáticos hablarán de la genialidad de Cristina, esta vez teñida de la desesperación de un ser que ya dejó el alma en una partida con el demonio.
Mientras tanto, enfilará todos sus cañones a anular las PASO y adelantar la final para una fecha cercana a la primera vuelta. De resultar favorecida, matará varios pájaros con el mismo balín. Evitará las cruentas internas dentro del frente, que prometen ser devastadoras puertas adentro.
De la misma forma que regresará el apellido Kirchner a la boleta azul —y todos sabemos cómo repercute eso en el Conurbano— disciplinará definitivamente a los intendentes; tarea que viene llevando adelante Máximo Kirchner con suerte dispar. El premio mayor será para su descendiente, ya que este pase magistral dejará el terreno fértil para el armado Camporista 2023 y su chance presidenciable.
Si Alberto no cae en los próximos meses (cosa casi juzgada), tomará desde la Provincia las riendas de los últimos dos años y con ello el protagonismo del primer mandatario.
Así quedara abierto de par en par el panorama de ser la opción a su propio gobierno, asegurando el bastión de los votos que le da el conglomerado bonaerense, para luego ir por la polarización con el macrismo, gastada de tanto uso.
Tuve un sueño… ahora lo puedo contar?
© Tribuna de Periodistas, todos los derechos reservados