Hace poco más de una semana se mencionó su nombre en esta misma columna: Beatriz Liliana Korenfeld. Bastó para que durante los últimos días se la mencionara en todos los medios de prensa.
Se trata de la mujer que ha propuesto Cristina Kirchner para comandar la Superintendencia de Servicios de Salud. A efectos de llevar adelante su ambicioso plan de “soberanía sanitaria”.
Korenfeld ya supo ocupar el mismo lugar hace una década, luego de que fuera eyectado Héctor Capaccioli de esa misma entidad, a raíz del escándalo que se configuró por la denominada mafia de los medicamentos.
Es una trama que está a punto de regresar, de la mano de puntuales gremialistas, referentes del kirchnerismo y un par de empresarios farmacéuticos inescrupulosos.
Entonces, cuando Capaccioli —hombre de Alberto Fernández— fue eyectado de la Superintendencia de Servicios de Salud, hubo ingentes intentos de tapar el escándalo, que involucraba también los aportes de campaña de Cristina y Cobos, y el tráfico de efedrina a México.
Ello se logró a medias, y ahora la trama está a punto de dar ingratas sorpresas a nivel judicial, por la inminente declaración de uno de los exfuncionarios que supo recaudar dinero para la hoy vicepresidenta. Su apellido es Gramajo y también es hombre de Alberto.
Volviendo a Korenfeld: un grupo de sindicalistas se reunió la semana pasada a efectos de planificar una estrategia conjunta ante el Tsunami que, según ellos, está a punto de desatarse. Por el mencionado regreso, a pedido de Cristina.
Ya lo vivieron en su momento: la mujer no solo les “pisó” los fondos a las obras sociales que por ley les correspondían, sino que fue un paso más allá: investigó presuntas cuentas en Suiza de Hugo Moyano. Se insiste: siempre a pedido de la entonces presidenta de la Nación.
“Esta vez no nos van a agarrar con la guardia baja. Tenemos una estrategia que nadie espera”, dijo a este cronista uno de esos gremialistas. No quiso dar más detalles, solo una palabra que podría resumir todo: “Contraataque”.
Avance K a todo trapo
El cristinismo más duro está dispuesto a avanzar “con todo” en el corto plazo. Llevándose puesto todo lo que encuentre a su paso, incluso al mismísimo Alberto Fernández.
Apremia a los K la llegada de las elecciones legislativas de este año, PASO de por medio. Por eso, el apuro por instalar a Máximo Kirchner como presidente del PJ bonaerense. Con la pertinente “lapicera”, que servirá para completar las listas de marras.
La mayoría de los intendentes peronistas lo resiste, pero lo toleran porque no quieren que les bloqueen los fondos que tanto necesitan, en un año que se prevé aún complicado por los coletazos de la pandemia del coronavirus.
A nivel legislativo, el gobierno intentará sacar “sí o sí” la reforma judicial, con algunos agregados que darán qué hablar. Refieren a la Corte Suprema de Justicia.
En sentido similar, Cristina ha instruido a los suyos para que insistan con el eventual indulto o amnistía a referentes K de la talla de Milagro Sala y Amado Boudou. Es una prueba piloto que intentará medir esa estrategia en el marco de su propio derrotero.
Es un experimento interesante, aunque la vicepresidenta debería estar mirando otra cuestión judicial: Boudou está a punto de sufrir un duro revés en torno al expediente que lo investiga por enriquecimiento ilícito. El mismo que ya lo llevó tras las rejas en 2017, iniciado oportunamente por quien escribe estas líneas.
El que está a punto de complicarlo es el juez Ariel Lijo, quien lo quiere sentar en el banquillo de los acusados en lo que se prevé será una dura declaración indagatoria.
Cristina está segura de que detrás de la movida está Alberto Fernández. ¿Cómo es posible que un expediente que estaba totalmente paralizado recobró vigorosidad de golpe? Es lo que se pregunta la vicepresidenta.
Con un dato adicional: Lijo es un juez que se “autopercibe” amigo del presidente de la Nación. Al menos, es lo que el magistrado sostiene ante sus íntimos.
Ello alimenta las peores sospechas de la vicepresidenta, quien no cree en casualidades. Sobre todo cuando el jefe de Estado se muestra tan insistente en decir que no indultará a nadie.
Dicho sea de paso: ¿Cumplirá Boudou con su promesa de revelar el papel que habría tenido Néstor Kirchner en la compra de Ciccone, en caso de no ser salvado por el oficialismo?
Se va armando el rompecabezas opositor
¿Quién será el nuevo líder de la oposición? Hoy en día, no hay un jefe y, aunque todos aseguran que es la situación ideal, los diferentes referentes van armando en secreto sus propios espacios partidarios.
Mauricio Macri, Horacio Rodríguez Larreta, Alfredo Cornejo... son algunos de los que intentan ser los que encabecen aquel espacio que enfrente al kirchnerismo. Cada uno ostentando su propio estilo.
Macri lo hace a través de las redes sociales, confiado en que le funcionará lo mismo que lo llevó a la presidencia de la Nación en 2015. Pero la fuerza de ese recurso ya no es el de antaño. Y el recuerdo de lo que fue su gobierno no lo ayuda.
Cornejo juega una faceta un poco más “periodística”. A través de columnas de opinión en grandes medios, analizando tópicos bien estudiados, que inquietan a la sociedad. Como la pandemia y la educación.
Por su parte, Larreta hace su mejor juego, aquel que siempre le funcionó y le funciona aún: el estratégico silencio. Solo dejado de lado en puntuales situaciones, que lo obligan a dejar su estilo conciliador de lado.
Los números lo favorecen, ya que encabeza todas las encuestas que miden a referentes de la política vernácula.
Con un adicional nada desdeñable: una tendencia creciente muestra que lo elegirían algunos votantes desencantados con el Frente de Todos. Se trata de preferencias que ha perdido el mismísimo Alberto Fernández.
La única trampa que debe sortear Juntos por el Cambio para poder llegar a 2023 sin sobresaltos es aquella que le preparan Máximo Kirchner y Sergio Massa en estas horas, intentando “colar” nombres en las listas legislativas en la provincia de Buenos Aires. Con la mira puesta en la tercera sección electoral. Quien obrará como “caballo de Troya”, acaso sin saberlo, será Miguel Ángel Pichetto.
Si logran su cometido, Máximo y Massa se consagrarán durante 2021 como dos de los principales operadores del Frente de Todos.
Entretanto, uno y otro deben enfrentar sus propios desafíos en el corto plazo: el hijo de la vicepresidenta, lograr “mojar” como titular del PJ bonaerense. Lo cual parece un hecho consumado (solo dos intendentes “bloquean” sus intenciones).
Massa, por su parte, debe surfear el escándalo que viene, referido al artículo 87 del Presupuesto Nacional, introducido por él subrepticiamente a efectos de beneficiar a Daniel Vila, José Luis Manzano y Mauricio Filiberti en la compra de Edenor.
Digresión al respecto: ¿Será verdad lo que dicen los que saben, que este último es testaferro del multimillonario sindicalista José Luis Lingeri, quien ostenta un rentable y cautivo negocio con la venta de cloro a la empresa estatal AYSA, comandada —no casualmente— por la esposa de Massa, Malena Galmarini?
Como sea, el referido artículo 87 permitiría a Vila, Manzano y Filiberti “licuar” la deuda que Edenor tiene hoy en día con Cammesa. Se trata de unos 225 millones de dólares.
El escándalo que viene será tal que ya mismo pueden ir alquilándose balcones.
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