Continuando con el tema pseudociencias, podemos atar
cabos, pues tenemos noticias desde la
teosfía, que hemos abordado en otro artículo, acerca del
significado de los sueños y también disponemos de la no del todo
despreciable teoría del citado antropólogo Edward Burnet Tylor (1)
"En los sueños trascendemos la realidad -dice Tylor-. Nos
remontamos a grandes alturas del logro del placer, experimentamos
horribles acontecimientos; revivimos el pasado y nos anticipamos al
futuro; visitamos lugares en los que estuvimos alguna vez...
conversamos con los muertos y desaparecidos o con los vivientes que estan lejos de nosotros. Ni el tiempo ni el espacio, ni género alguno
de limitaciones corporales ponen límite a nuestros sueños. Para los
hombres primitivos y para muchos hombres civilizados, la experiencia
de los sueños es realidad". (Según el antroplogo A. Adamson Hoebel:
El hombre en el mundo primitivo,
Omega, Barcelona, 1961 págs. l574 y 575).
Si bien sostengo que la idea acerca del espíritu es algo
genético, también acepto que puede ser reforzada por la teoría de los
sueños, de Tylor.
Por otra parte los teósofos que creen detentar una ciencia, nos
informan que "mientras dormimos, vivimos en nuestro cuerpo astral, ya
sea plenamente conscientes y activos, ya en duerme vela, según nuestro
grado de evolución". "La vida de los muertos en cuerpo astral, en el
mundo astral, es temporal,
puesto que después de algún tiempo pasan a vivir en el mundo
celestial". (C. Jinarajadasa,
Fundamentos de la Tesofía, Kier, Buenos Aires, 1982 pág 105).
Mientras que las ideas de Tylor son respetables, las fantasías de
los teósofos son sólo eso y no otra cosa.
La creencia de la vida más allá de la muerte, fue y es universal,
y es consecuencia de la idea de espíritu contrapuesto a la materia.
(Véase de Ladislao Vadas, El origen
de las creencias, Ed. Claridad, Buenos Aires, 1994).
También es uno de los temas eternos para el hombre desde que es
hombre. Es el terror a la muerte que experimenta hasta el insecto más
insignificante del mundo o el gusano más primitivo, el que en la etapa
consciente de la evolución plasmada en el
Homo sapiens ha "exigido"
imperiosamente, bajo "amenaza de suicidio", el surgimiento y la
aceptación de esta creencia.
También se cree que es posible a ciencia cierta que no todo
termina con la muerte. ¿Quién puede comprobarlo? ¡Nadie volvió de la
muerte para contarlo! ¿Nadie? Hay gente que cree que sí, incluso
médicos. Entre pilas de libros sobre el tema tuvimos al "sorprendente"
"best seller" que describe las experiencias
post mortem por parte de
personas declaradas clínicamente "muertas". Me refiero al libro del
doctor en medicina, psiquiatra y también graduado en filosofía en la
Universidad de Virginia, profesor Raymond A. Moody Jr., titulado
Vida después de la vida Edaf,
México, 1982; que, según tengo entendido, luego se desdijo de algunas
de sus aseveraciones).
Leamos esto: " Un hombre está
muriendo y, cuando llega al punto de mayor dolor físico, oye que su
doctor le declara muerto. Comienza a escuchar un ruido desagradable,
un zumbido chillón y al mismo tiempo siente que se mueve rápidamente
por un largo y oscuro túnel. A continuación se encuentra fuera del
cuerpo fìsico... Enseguida empieza a ocurrir algo. Otros vienen a
recibirlo y saludarlo. Ve los espíritus de parientes y amigos que ya
habían muerto y aparece ante él un espíritu amoroso y cordial que
nunca antes había visto: un `ser` luminoso". ( Véase: obra
citada, pág. 43).
Estos son los elementos comunes que Moody dice haber
hallado en los relatos de muchos pacientes que, según él "retornaron
de la muerte".
En su libro se hallan relatados muchos casos, de los cuales el
autor trata de rescatar lo común a todos, quizás con la finalidad de
demostrar alguna especie de ley de la muerte con etapas sucesivas que
algún demiurgo habría
establecido, así como existen las etapa fetal, del nacimiento, de las
primera y segunda infancia, la pubertad, juventud, madurez y
ancianidad.
Con respecto al primer paso hacia el óbito,
el ruido, relata lo siguiente:
"Un hombre que permaneció
'muerto' durante veinte minutos en una operación abdominal habla de un
'terrible' zumbido que venía del interior de su cabeza".
"A su vez una mujer habla de que al perder la conciencia sintió
'una aguda vibración, como un zumbido'". (Obra citada, pág. 50).
Otros lo han descrito como un fuerte chasquido, fragor, estallido
o sonido sibilante como el viento.
En otros casos los fenómenos auditivos se asemejaban a una música
agradable. Cierto hombre que revivió tras haber sido considerado
muerto, una vez "resucitado" dice que le pareció oir como un tintineo
de campanas lejanas. Otro, al comenzar a perder la conciencia oyó una
"hermosísima música".
El túnel
En el siguiente paso, el del
túnel oscuro, un sujeto relata que cuando tenía 9 años estuvo
muy enfermo y lo transportaron al hospital, lo durmieron con éter y se
le detuvo el corazón. En ese preciso momento - prosigue- fue cuado
comenzó a moverse a través de un largo espacio oscuro semejante a una
alcantarilla al mismo tiempo que oía un ruido zumbante. Otro
informante -según Moody- dijo que después de una reacción alérgica a
una anestesia local dejó de respirar y en ese preciso momento pasó
velozmente por un vacío oscuro comparable a un túnel.
El otro fenómeno que se repite en la etapa siguiente, es el
hallarse fuera del cuerpo y
contemplarlo desde un punto exterior y no sólo eso, también a las
personas y acontecimientos que lo rodean.
Un "resucitado" relata que cuando contaba 17 años había ido a
nadar a un lago y se hundió cuando estaba en la mitad. De pronto
experimentó la sensación de hallarse flotando pero no en el agua, sino
en el espacio fuera de su cuerpo al que pudo ver subiendo y bajando en
la superficie del lago. (Véase ob. cit. pág. 54).
¿Estuvo muerto? ¿Se ahogó en el lago y después "resucitó"? Moody
se olvida de decirlo pero "se supone". Un hombre cuyo corazón
se detuvo a raíz de una caída que destrozó su cuerpo relata que
estando tumbado en la cama vio su propio cuerpo en el lecho y se
sintió muy mal porque estaba deshecho. Pudo ver también al doctor que
se ocupaba de sus "restos mortales" yacentes.
Luego viene el encuentro con
otros, también muertos que incluso le ayudan en la transición a
la muerte. Un hombre recuerda:
"Varias semanas antes de mi experiencia de proximidad a la
muerte, Bob, un buen amigo mío, había sido asesinado. Cuando salí de
mi cuerpo tuve la sensación de que Bob estaba allí, a mi lado. Podía
verlo en mi mente y sentir su presencia, pero era algo extraño. No le
vi con su cuerpo físico... Era una especie de cuerpo transparente
(acotación mía: ¿vestido o desnudo? No lo aclara), y aunque podía
sentir todas sus partes -piernas, brazos, etc.- no los veía
físicamente. En aquellos momentos no pensé que era extraño, pues no
necesitaba verlo con mis ojos. Además no tenía ojos" (véase ob. cit.
pág. 70).
"En unos cuantos casos -dice Moody- los interrogados han llegado a
creer que los seres con los que se encontraban eran sus 'ángeles
guardianes'. A un hombre el espìritu le dijo: 'Te he ayudado en este
estadio de la existencia, ahora te haré pasar a otros' ".
(Interrogante al márgen: ¿cómo habló? ¿Hizo vibrar el aire con ondas
sonoras o mediante 'palabras espirituales'? este detalle no nos lo
explica el doctor). (Obra cit. pág. 71).
Finalmente el ser luminoso,
sospechoso de ser Jesucristo, personaje conocido en el seno del mundo
cristiano, "es el elemento más común e increíble de los relatos que he
estudiado", nos explica Moody.
Un informe dice: "Oí a los doctores cuando dijeron que estaba
muerto y comencé a sentir que estaba cayendo por aquella oscuridad,
que era una especie de cápsula... Todo era muy negro salvo, a gran
distancia, esa luz. Era muy brillante, aunque no muy grande al
principio. Crecía conforme me iba acercando a ella.
"Trataba de llegar a esa luz, pues sentía como que era Cristo...
quien dijo: 'Yo soy la luz del mundo'. Me dije a mi misma: 'Si es así,
si voy a morir ya sé lo que me espera al morir: esa luz". (Obra cit.
pág. 74).
Basta de macaneo
Bueno, hasta aquí algunos fragmentos el libro de Moody que podemos
considerar esenciales como muestras de los argumentos a favor de la
vida en el "más allá" tan creída.
Vamos a desmenuzar ahora esas pruebas, más bien "pseudopruebas"
aportadas por los hombres y mujeres que se dice "regresaron de la
muerte".
En primer lugar, y de un plumazo podemos rebatir todos los
argumentos aportados tanto por el médico Moody como por la legión de
otros sus colegas que han escrito antes y después de él.
Mi argumento es simple y consiste lisa y llanamente en que
ni uno solo de los consultados por el
Dr. Moody y compañía, ha estado realmente muerto, y por ende,
absolutamente nadie regresó de la muerte.
De acuerdo con la ciencia médica la fisiología y la psicología, en
todos los casos se ha tratado de muerte aparente.
En otros tiempos, cuando había menos conocimientos, se tomaba a
los catalépticos por muertos durante sus ataques. Incluso algunos han
sido enterrados con vida, cuyo testimonio ha sido revelado por los
hallazgos de esqueletos retorcidos como de quien desesperadamente
quiso salir de su ataúd antes de morir asfixiado. Soberano susto se
han llevado los familiares y allegados de catalépticos en trance de
muerte aparente que "resucitaban" en pleno velatorio. Y no es para
menos, pues durante ese accidente repentino de índole histérica, se
suspenden las sensaciones y se inmoviliza el cuerpo en cualquier
posición en que se lo coloque. Hay, por lo tanto, suspensión total del
movimiento voluntario y de la sensibilidad. Los miembros quedan
rígidos y conservan la posición que tenían al comenzar el ataque. La
respiración y el pulso se hacen más lentos y el cuerpo palidece y se
enfría. Lo tremebundo es que los ataque pueden durar desde algunos
minutos hasta varios días y aún años.
En los tiempos en que se tomaban por muertos a los catalépticos no
estaba tan avanzada la medicina como hoy, por supuesto, pero existen
casos de aparentes paros cardíacos por causas diversas como
traumatismos graves, reacciones a las anestesias, etc. que pueden
confundir a los médicos, sobre todo si no disponen en el momento de
las técnicas sutiles de detección de la actividad cardíaca mínima, la
suficiente para irrigar el cerebro, ya que la muerte se produce allí.
(Hoy en día, gracias a las modernas técnicas, en los países
adelantados ya es difícil que se cometan estos errores de considerar
difunto a un cataléptico).
Un cerebro debilitado por la escasa afluencia sanguínea se hace
propenso a las fantasías, algo semejante a lo fenómenos alucinatorios
por debilidad a causa de enfermedades graves como la tuberculosis.
Todas esas sensaciones de deslizamiento por un túnel oscuro, de
hallarse flotando fuera del cuerpo, verlo yacer, el encuentro con
otros y el ser luminoso, son semejantes a los casos comunes, conocidos
por los médicos, de ancianos en su faz terminal cuyo cerebro se
encuentra dañado a causa de una circulación sanguínea deficiente, que
nombran a sus amigos y familiares desaparecidos. Esto para un
supersticioso que desconoce la medicina, puede ser interpretado como
una visita de los espíritus de los muertos al moribundo. Es lo que
más o menos nos trasmite Moody de un paciente: "Mientras estuve muerto
en aquel vacío hablé con gente... Tenía la sensación de que había
gente que me rodeaba". (Obra cit. ág. 71).
Mientras el corazón en fibrilación a veces indetectable envía
sangre al cerebro, el individuo continúa vivo aunque su apariencia
engañe a todo el mundo, y es entonces cuando igual que los sueños, se
inducen esas fantasías y sensaciones de huida del cuerpo, flotación,
encuentro con otros seres y la famosa "luz" que habla, que no es otro
que Jesús cuya "imagen" le ha sido inculcada al individuo desde niño
dentro de la cultura judeocristiana. Por supuesto que, si el doctor Moody hubiese actuado en un medio budista, brahmánico, shintoísta o
islámico, no hubiese hallado la mención de esa luz en sus informantes
relacionadas con el bíblico Jesús. Quizás se trataría entonces de algo
parecido, en forma de Buda sentado, de estatuilla del dios Visnú o
alguna presencia indescriptible, o tal vez en forma de vaca o elefante
sagrado.
Además, algunos pasajes del libro de Moody se quedan cortos o
delatan ingenuidad por parte del propio autor. Por ejemplo, cuando un
informante le dice que "vio el
cuerpo medio transparente" de un amigo fallecido, no aclara cómo pudo
verlo sin ojos, puesto que él era un espíritu, ni deja en claro si
estaba vestido o desnudo, y Moody tampoco se lo pregunta (véase más
atrás). Sabemos que en la mayoría de los relatos de aparecidos estos
se presentan vestidos, es como si las prendas de vestir que usaban en
vida se transformaran por arte y magia en sustancia espiritual. Así
también se presentan vestidos los fantasmas. Estas son señales
inequívocas de que se trata de puras fantasías, pues, ¿cómo iba a
aparecer un hombre desnudo con su miembro viril y testículos a la
vista o una mujer con sus senos y partes pudendas sin cubrir?, pues
esto es lo que les ha enseñado la cultura en que nacieron y se
desarrollaron, es algo "foclórico". Muy distinto hubiese sido si el
doctor Moody hubiese trabajado entre ciertas tribus amazónicas donde
las mujeres lucen sus pechos al aire o en el Africa negra donde se
tapan sus partes pudendas apenas con un taparrabo. Los aparecidos de
estas regiones seguramente lucirían desnudos, o casi desnudos.
Nos siguen pegando abajo
Otra ingenuidad la hallamos en los pasajes mencionados cuando nos
quieren convencer (autor y pacientes muertos-resucitados), que estos
oyen hablar a los espíritus que vienen a socorrerlos en su último
trance o escuchan música agradable. En primer lugar, el cuerpo muerto
ya no puede oir y el espìritu saliente se entiende que no posee oídos
y en segundo término no podemos comprender cómo se las ingenian los
aparecidos, espíritus errantes (¿bajados del purgatorio? ¿Quizás del
cielo? ¡Misterio!) para articular palabras sin boca, dientes, lengua,
cuerdas vocales, ni pulmones para respirar el aire y hacerlo vibrar,
ya que todos sabemos que la palabra hablada y todos los sonidos son
vibraciones del aire, ondas acústicas; lo enseña la física y lo
confirman la anatomía y la fisiología animal. ¡Y no hablemos de formas
telepáticas de comunicación de espíritu a espíritu, porque la
telepatía es un invento mental más, que nunca existió ni existe en el
mundo real. Es una invención de la que se han hecho eco los
parapsicólogos "estudiosos" de lo inexistente igual que la hipnosis en
su aspecto de "cierta fuerza mental" del hipnotizador, que penetra en
la mente del hipnotizado para ejecutar sus órdenes, y la cacería de
fantasmas, brujas o duendes traviesos "habitantes" del mundo de
ficción recluido en la bóveda craneal.
Algunos parapsicólogos, espiritistas y otros extravagantes creen
escuchar voces de ultratumba y reconocer, incluso en casetes grabados,
voces de sus seres queridos desaparecidos, como es el caso de un tal
Friedrich Jurgensen quien describe en su "sensacional" libro
Radiofonía con los difuntos
publicado en Alemania en 1967
los sensacionales mensajes auditivos realizados mediante un
magnetófono. (Véase: Alain Sotto y Varinia Oberto:
Más allá de la muerte, Edaf,
Madrid, 1983, capítulo 6. Véase también la descripción de casos y su
refutación en: El mundo ficticio,
de Ladislao Vadas, Reflexión, Buenos Aires 1996, pág. 218 y sigs.).
Allan Kardec (Hipólito León Rivail, 1803-1869) afamado
espiritista francés, se interesó vivamente por la vida del más allá
después de que familiares y amigos muertos le hablaran por boca de los
médiums. Este tipo de comunicación sería más aceptable de no tratarse
de una fantasía más, pues una cosa es que hable el propio espectro sin
cuerdas vocales, pulmones etc., y otra que éste inspire el mensaje a
un vivo (médium) para que hable en su nombre. Pero Kardec fue un
alucinado o un fantaseador (pues era además escritor de temas
esotéricos) y tanto él como sus discípulos (no menos alucinados)
creían que el alma humana tiende a un perfeccionamiento absoluto. Esa
ascensión progresiva la podían realizar mediante sucesivas
reencarnaciones en cuerpos
materiales. Según Kardec, entre cada reencarnación, el alma flota en
los espacios interplanetarios y desde allí se comunica con los vivos
que la evocan.
Estos espíritus pueden ejercer influencias en los vivos ya sea
aconsejándolos o actuando en forma directa sobre los acontecimientos y
los objetos materiales por medio de un fluido energético que
constituye el principio elemental de todas las cosas existentes (dicen
los "pseudosabios").
Sabemos que la reencarnación es una creencia muy extendida desde
la antigüedad y no obedece a otra cosa que al deseo de supervivencia y
a la tendencia a vivir mejor siendo mejor. Es algo parecido al anhelo
de todo asceta que atravesando por una serie de mortificaciones y
penitencias se fija como meta final la unión su dios trascendiendo la
vida terrena.
La reencarnación no sólo queda limitada al hombre. Dentro del
mundo de ficción inventado por la rica fantasía humana, también los
dioses se encarnan. La divinidad obra como el hombre, se
encarna y
desencarna por sus numerosos
avatares.
Mientras algunos pueblos se conforman con la supervivencia del
alma, en otros se apetece la carne. No hay conformidad con el
pensamiento de ser para siempre sólo espíritu y se prefiere adherir a
la idea de la resurrección de la carne como lo vemos en los
judeocristianos aunque no se acepta un cuerpo como el que tenemos en la
vida terrena, sino un cuerpo
glorificado. "El cuerpo de los resucitados será espiritual, no
en cuanto se convierta en espíritu, como algunos mal entendieron, o en
el sentido que se transforme él mismo en una sustancia espiritual, o
en aire o viento, sino en cuanto estará totalmente sujeto al
espíritu". (Tomás de Aquino, Suma
contra los gentiles, libro IV cap. LXXXVI).
En cuanto a la reencarnación
hay una variante, que es la transmigración. La resurrección se
funda en la reencarnación en el mismo cuerpo, en cambio la
transmigración de las almas, doctrina admitida por la filosofía
pitagórica, el platonismo y el neoplatonismo, enseña que las almas
se reencarnan en el cuerpo de otro hombre o el de un animal. Las almas
ligeras van a habitar los cuerpos de los pájaros, las ignorantes el de
las ostras de los fondos marinos. Pitágoras, por ejemplo, "se acuerda"
de sus existencias anteriores y conoce incluso el lugar preciso donde
estaba suspendido en el templo de Hera y el escudo que llevaba, cuando
en una de sus vidas anteriores era Euforbio, que fue asesinado por
Menelao en circunstancias del sitio de Troya. Los cabalistas judíos
hablaban de la "rotación de las almas" de modo que estas pueden ir a
habitar tanto el cuerpo de los pájaros como de los insectos y otros
animales. Los miembros de la secta cristiano-budista de los maniqueos
también aceptaban la transmigración con toda seguridad inspirados en
el sistema indio y neoplatónico en ese entonces divulgado. Según Manés,
el alma de los malos va a avivar el cuerpo de animales, tanto más
viles cuanto mayores eran sus crímenes.
Pero esa transmigración maniquea no se limita al reino animal, las
almas también pueden "impregnar" el cuerpo de las plantas y estas
llegan entonces a poseer sentimientos. Como ejemplo tenemos a las
almas de los segadores que pasan a las habas y la cebada que serán
cortadas y esto tiene el significado de un castigo. (Véase: R. de la
Grasserie y R. Kreglinger, Psicología
de las religiones, ed. Pavlov, México, 1a. parte, cap.
tercero).
Estas creencias se reparten por el mundo. Las encontramos en los
esquimales, en los indios pawnies, los hurones y los iroqueses.
"En México los hascalones limitan esta reencarnación en los
cuerpos de las ardillas, los escarabajos y de los insectos a las almas
de los pobres, mientras que la de los nobles goza de un paraíso... Los
abisinios veneran a ciertos patos pequeños que vuelan lazando un grito
muy triste, creyendo que en ellos residen las almas de los muertos.
También en Africa los aravís piensan que el alma de los buenos va a
animar a los chacales y la de lo malos a las serpientes. Los zulúes
creen que la mayor parte de los muertos van a animar a las serpientes
que, a causa de sus cambios de piel personifican la inmortalidad. En
Guinea, los monos que frecuentan lo cementerios
estan animados por los espíritus de los muertos, y se cree que los
monos, los cocodrilos y las serpientes son hombres transformados. En
las islas Hawai, el alma puede transmigrar también y se dan hombres a
los tiburones para que los devoren, y entonces el alma de las víctimas
se incorpora al animal. En las islas de los Ladrones, el espíritu de
los muertos transmigra al cuerpo de los peces. Se ve en casos aislados
de metempsicosis la transición de la fuerza mecánica a la moral".
(Todo según describe Edward Tylor en su libro
De la Civilisation Primitive,
pág. 41).
Como vemos, si el mundo real es inmenso y consta de trillones de
estrellas y millones de galaxias hasta el último quasar avistado hasta
el presente, el mundo ideal creado por la fantasía también lo es, pues
abarca todo el planeta y estuvo y está en todos los pueblos del pasado
y del presente respectivamente. Si en el pasado existían curiosas
creencias ligadas a la naturaleza, recopiladas por aquellos
antropólogos que tuvieron la oportunidad de estudiar los estados
primitivos de los grupos humanos, hoy día en los bosques de cemento de
las ciudades, entre el aturdimiento de la vida ciudadana, también las
hay como restos del pasado conservados por tradición además de las neocreencias como la de los OVNI. Pero quizás la que más sobrevive es
la creencia en el alma y su supervivencia, y si se tienen dudas,
entonces se devoran libros como el de Moody para reafirmar la
esperanza de que después de la muerte hay más vida. Luego esto nos
reafirma que el mundo ideal ha sido un factor de supervivencia para el
ser nesciente e inteligente primitivo que de otro modo no podría
soportar el mundo real como lo descubre hoy la ciencia, pero que al
mismo tiempo ofrece los medios para afrontar y superar los embates de
la naturaleza, físicos y biológicos.