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LAS DISTINTAS COSMOGONÍAS Y COSMOLOGÍAS

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...Y LAS PSEUDOCIENCIAS
...Y LAS PSEUDOCIENCIAS

    Sin duda, no todas las inquietudes del hombre atañen a su seguridad en el mundo. Curioso por excelencia, el Homo sapiens de todos los tiempos se ha planteado interrogantes metafísicos acerca de su razón de existir en el mundo, su origen y su destino.
     Infinidad de mortales contemplando extasiados el cielo nocturno estrellado donde a veces reina la Luna, se han preguntado acerca de la naturaleza de todo eso.
     No menos intrigados, se habrán formulado una y mil veces la pregunta sobre qué podía ser ese disco anaranjado, rey del día, que nace cotidianamente en determinado punto del horizonte para ponerse en el opuesto, como algo que surca el cielo igual que las estrellas y la Luna con sus fases.
     Pronto, algunos observadores supieron distinguir de las estrellas ciertos puntos brillantes que se comportaban distinto, a los que denominaron planetas (cuerpos errantes según el vocablo original griego).
     A ciertas personas, seguramente la mayoría de ellas sacerdotes de innúmeras religiones, se les ocurrió que los cuerpos celestes eran dioses: el Sol, Ra de los egipcios, Inti de los incas, Tonatiuh de los aztecas; la Luna, Selene de los griegos, Metzli de los aztecas, Mamaquilla de los antiguos peruanos, etc.
     A su vez los creadores de mitos y sus sostenedores veían en las constelaciones a personajes tales como el intrépido Perseo hijo de Zeus, que lleva en una mano una espada y en la otra la cabeza espantosa de Medusa rodeada de serpientes. Cerca veían a Andrómeda, hija del rey Cefeo, aquella que según el mito fue encadenada por él mismo a una roca de la costa para sacrificarla al dios de los mares, luego liberada por Perseo. También se hallan "dibujados" en el cielo el gigante cazador Orión con su perro (la estrella Sirio) arremetiendo contra el toro (Tauro). Más allá las siete hijas de Atlas (las Pléyades) huyen del mismo cazador intrépido.
     Igualmente "podemos ver" a Hércules empuñando una maza de guerra y estrangulando a la temible hidra de Lerna de las siete cabezas.
     Podemos apreciar aquí cómo el libro de la mitología con sus leyendas de dioses y héroes pasa a inscribirse en el cielo y ver dibujadas allí sus figuras con trazos imaginarios que van de estrella a estrella.
     Pero el colosal espectáculo de la noche estrellada no podía menos que mover a los espectadores inquietos a buscar orígenes, causas, razones de tanta maravilla. Nacen así las distintas cosmogonías (cosmogonía: ciencia que trata de la formación del universo y los cuerpos celestes) emparentadas con el mito y la religión.
     Los pobladores de los antiguos países nórdicos, los de lo gigantes bloques de hielo, de las formidables tormentas de nieve, de las espectaculares auroras boreales, del "extraño" Sol de medianoche, de los torrentosos deshielos de primavera, idearon sus fantásticas cosmogonías.
     En el mundo primitivo, proveniente del hielo surgió un magnífico e imponderable gigante. De este ser ciclópeo nacieron otros gigantes. Pero existían los dioses que, a raíz de una disputa con ese ser surgido de los hielos le dieron muerte y formaron el mundo con su cuerpo. Con su cráneo hicieron el cielo, con sus huesos construyeron las montañas, su carne sirvió para componer el suelo, su sangre fue mar y su cerebro se transformó en las nubes. Luego los dioses hicieron las estrellas con chispas extraídas del reino del fuego. Después transformaron a los bellos hijos del hombre en el Sol y la Luna.
     ¡Extraña cosmología! Pero la fantasía lo puede todo; la variedad de mundos surgidos de la mente es inagotable. Veamos sino esta leyenda:
     "Thor, el más fuerte de los dioses escandinavos, hijo de Odin dios supremo de la mitología nórdica, tras matar al gigante Thjazi lanzó los ojos al cielo como dos estrellas y de este modo dejar un recuerdo en el cielo para la hija del gigante". (Véase: Bruno Burgel, Los mundos lejanos, Labor, Barcelona, 1952, pags. 24 y 25.

     En distintos países hallamos una representación común del mundo: se trata del mundo-huevo sin duda inspirado por la estructura de esa postura aviar.
     Los indios, por ejemplo, dicen que en un principio existían las aguas negras y la oscuridad. En esas aguas flotaba un huevo de oro; de la cáscara superior se formó el cielo de la inferior la Tierra; de la clara el mar.
     En cambio para los chinos la clara es el cielo, la yema la Tierra y en medio de esta, el agua.
     También en la mitología griega podemos hallar la idea del "mundo-huevo". El orfismo, por ejemplo (una mitología que descendió de las montañas de Tracia, cuyo nombre proviene de Orfeo, cantor y taumaturgo tracio y también sacerdote), nos habla de ello. Según esta cosmogonía de la doctrina órfica, al principio existían el caos y la noche. En este caso el caos significa el vacío o el abismo. La noche produjo el huevo del mundo del cual emergió un Eros alado, el que unido con el abismo dio origen en el Tártaro (infierno para los que habían ofendido a Júpiter), a la raza de los mortales. Antes de que Eros uniera entre sí todas las cosas, no existía la raza de los inmortales. Mas al unirlas surgieron el cielo, el océano, la tierra y los dioses.
     Hay una versión previa del mundo-huevo aún más fabulosa que la anterior y dice: "El principio del cosmos fue un dragón con dos cabezas, una de toro y otra de león. Un rostro de un dios se veía en el medio y además poseía alas en los hombros. Representaba el dios el tiempo inmune al envejecimiento. Este dragón despidió cierta sustancia seminal compuesta de un éter húmedo, un abismo sin fin y la oscuridad brumosa. A continuación expulsó el huevo del mundo". (Véase: Johannes Hirschberger: Historia de la filosofía, Herder, Baracelona, 1968, tomo I, pág. 44).
     La idea del mundo huevo obedece a la lógica, pues el hombre primitivo pudo observar que con el huevo comienza la existencia.
     El "yin-yang" de los chinos, que hasta el día de hoy se arrastra, y podemos ver en revistas y libros de los
 charlatanes, es otra idea que nace como fórmula explicativa de los fenómenos y la creación de las cosas en el mundo. Yin es la Tierra, la Luna, la oscuridad, el frío, el principio femenino. Yang es el sol, el cielo, el calor, la luz, el principio masculino. Ambos principios, en lugar de ser contrarios como se suele interpretar, son mas bien complementarios, como dos fuerzas alternantes de todos los contrastes posibles del universo. Está claro, ¿qué otra cosa podían interpretar como realidades aquellas mentalidades primitivas "plenas" de ignorancia acérrima? Lo ridículo es ver que aún hoy día perviven esas creencias.
     Entre las cosmogonías brahmánicas tenemos la que se puede denominar panteísmo descendente o doctrina de la emanación. Según ésta, Brahma, el dios supremo procrea de su propia sustancia a todos los seres animados, los que luego de un período de separación retornan a su creador para confundirse con él. Así todo espíritu, aun el de los animales, desciende de Brahma.
     Según una cosmogonía indiana, "Brahma, por su meditación hizo nacer de las aguas la tierra y la atmósfera preexistentes a los animales, y sacó al hombre de su propio cuerpo: de su boca al Brahmán (individuo de la primera de las cuatro castas en que se divide la población de la India y que por proceder de la boca de Brahma, no debe dedicarse más que al sacerdocio y al estudio y la meditación de los libros sagrados); de sus hombros al Chartria, de sus piernas al Vaisya y de sus pies al Sudra. Sucesivos integrantes de las castas en orden descendente).
     Según otra versión, procreó los dioses de los que vienen los genios, los demonios, los hombres y los animales.
     Conforme otra cosmogonía Brahma formó el mundo, creó los dioses, y luego hizo nacer de su propia carne a su hija Sarasvati, se desposó con ella y engendró así la raza humana y después a todos los animales. Durante la noche de Brahma, sólo perece el mundo intermedio; los superiores e inferiores subsisten con sus dioses y sus demonios. La duración del mundo comprende cuatro edades. El alma es siempre una parte de las sustancias de Brahma o de Visnú". (Según R. de la Grasserie y R. Kreglinger: Psicología de las religiones, Pavlov, México, sin fecha, pág. 68.)
     Por el contrario el panteísmo ascendente hace emerger la divinidad de la materia. La materia es así en cierto modo la quintaesencia.
     Es en el budismo donde hace su aparición este panteísmo. La materia inanimada en virtud de su atracción hacia el principio animado forma los mundos. Estos mundos pasan por cuatro periodos que son: formación, desarrollo, decadencia y destrucción. Luego sigue un reposo en el caos de la misma duración. La nada no existe y en cada destrucción todo vuelve al caos salvo los seres privilegiados que han alcanzado el nirvana.
     Dentro de esta panteísmo búdico existe cierto dualismo, pues coexiste eternamente la materia con el espíritu. Por lo tanto no hay monismo pero sí emanación. La creación es automática y consiste mas bien en una procreación que nace de la unión del espíritu con la materia. Pero en esta unión, el espíritu, elemento supremo, se degrada como resultado de una mala alianza cuyo producto es algo impuro. Mas el alma logra separarse finalmente de la materia para retornar a su origen espiritual, mientras que el cuerpo regresa al caos. (Cf. obra cit. más arriba, pág. 69).
     Entre los navajos de norteamérica una de las cosmologías comienza con la presencia del hombre, pero curiosamente no existen el Sol, la Luna ni las estrellas. Estas son todas creaciones posteriores y son sus antepasados los artífices de todo eso. (Ob cit. pág. 70).
     Para los mayas, el creador del mundo fue un dios llamado Hunab, padre de Itzmaná (el Júpiter maya). Creían que antes del actual, habían existido varios mundos y cada uno había sido destruido por un diluvio. (Véase de Sylvanus G. Morley: La civilización maya, Fondo de Cultura Económica, México, 1972, pág. 203 y sigs.)
     Los medos, rama irania vinculada a los caspios y los bactrianos, que se habían establecido a fines del tercer milenio en las mesetas al este del golfo Pérsico y del Tigris, practicaban una religión en la que se hallaban mezclados elementos arios y asiáticos: el mazdeísmo que en siglo VIII presentaba los caracteres de un culto nacional. Su cosmogonía contenía al dios supremo Ahuramazda, que era simbolizado por la bóveda celeste. Una pareja de dioses fue la que creó el mundo. Se trataba de la diosa de la fecundidad Anahita y el dios fecundante Mitra. Estos dos dioses logran separar el caos primigenio en cuatro elementos representados por cuatro dioses, a saber, la tierra, el agua, el aire y el fuego. (Véase Jacques Pirenne, Historia del Antiguo Egipto, Océano, Barcelona, 1980, tomo III pags. 135 y 136).
     En Egipto la cosmogonía hermopolita formada en Hermópolis que tenía por centro al dios Thot, un dios primordial, igual que la cosmología heliopolita elaborada en Heliópolis se orientó hacia un sistema solar.
     Thot, identificado con el Mercurio de los grecorromanos, está rodeado de cuatro parejas de divinidades. Los elementos masculinos de ellas están simbolizados por ranas y los femeninos por serpientes (¡Claro! en Egipto abundaban estos batracios y la serpiente cobra) que, luego tendrán el significado de "el agua primitiva", "las tinieblas", "el espacio ilimitado y la inmovilidad".
     A partir de aquí el origen del mundo es expicado tanto con la cosmogonía de Ra, el Sol, como la de Thot.
     Mientras que la cosmogonía Heliopolita daba una explicación espiritualista, el sistema de Hermópolis lo daba en el sentido físico, pues en este caso el caos estaba compuesto de una materia líquida, germen de la vida. De las tinieblas en que está envuelto el universo surge del agua la "colina primordial" y se separan unos de los otros los elementos. Encima de esta colina es donde surge la vida en forma de huevo (otra vez la idea del huevo como en otras cosmologías ya mencionadas) pues el Sol que saldrá de allí súbitamente, es una potencia creadora. Ra, que surge de las tinieblas es el primer elemento de la creación, luz del mundo. Luego Ra mediante la vista y la palabra crea al hombre salido del ojo creador como una lágrima, mientras la boca lanza los dioses del mundo, una creación esta última espiritual ya que Ra con sólo nombrarlos les dio existencia. En cambio la creación del hombre, cual lágrima es material.
     Un himno de la XVIII dinastía egipcia reza: "Los hombres han salido de los ojos de Ra, mientras que los dioses han surgido de su boca" (Ob. cit. págs. 112 y 113).
     ¡Pura imaginación! Nada más que fantasías de individuos ignorantes de las ciencias dados al pensamiento especulativo, seguramente sacerdotes de turno, pues éste tipo de personalidades místicas es el indicado para elaborar, a falta de instrucción, semejantes explicaciones fabulosas del origen del mudo y de los hombres.
     Luego estas cosas conforman a las gentes y perduran.
     Los pensadores griegos no se quedaron atrás y también elaboraron sus cosmogonías como mejor les pareció echando al vuelo su fantasía.
     Entre los presocráticos, Anaxágoras nos habla de la formación del mundo y explica que al principio el espíritu crea súbitamente el movimiento de rotación y así provoca la separación de las cosas. Es decir, hace que se escindan unas de otras y de ese modo establece el orden cósmico. No se trata de un creador del mundo sino de su arquitecto. En virtud del movimiento rotatorio se separa lo caliente, seco, luminoso y tenue, de lo frío húmedo, oscuro y denso. Esta separación se continúa por tiempo indefinido hasta que se logra la diferenciación del mundo de los cuerpos del presente. Mas todo necesita de un impulso del exterior para lograr el movimiento.
     Para Empédocles las sustancias primitivas se ponen en movimiento con la intervención de dos fuerzas elementales que son el amor y el odio . A partir de la rotación del círculo surgen cuatro grandes períodos del mundo. En el primero domina únicamente el amor en el segundo interviene la contienda, la unidad se rompe, se disocian los elementos y aumenta la pluralidad. En ese instante brotan los mundos y es el momento en que nos hallamos en la actualidad. Finalmente vence la contienda y queda sólo la diversidad y en este tercer período desaparece la unidad. Pero en el cuarto período retorna el amor y una vez lograda su plenitud vuelve la armonía y la primigenia unidad. A partir de este punto, todo comienza de nuevo.
     Abandonando ahora el mito, que ocupaba el lugar de la ciencia en el pasado remoto, incursionaremos en las visiones del mundo "más serias", denominadas cosmologías. Se trata de búsquedas más racionales y naturales de la explicación del mundo.
      Los pitagóricos fueron los que en este sentido tuvieron más acierto, pues concibieron el universo como un cosmos, es decir ordenado explicable en términos matemáticos, no míticos. Filolao primer discípulo de Pitágoras, enseñó públicamente el movimiento de la Tierra, rechazaba la concepción de que ocupara el centro del mundo y explicaba que la Tierra y otros cuerpos celestes se mueven en torno de un fuego central.
     En cambio la cosmología de Aristóteles acepta el geocentrismo. El mundo, necesariamente infinito por ser perfecto estaba dividido en dos partes cualitativamente diferentes: el cielo compuesto de un fluido sutil, invisible imponderable, ingenerable e incorruptible denominado eter, que se mueve solo, circularmente, y los cuerpos sublunares formados de los cuatro elementos: tierra, agua, aire y fuego, que se mueven hacia el centro de la Tierra.
     Al final de la Edad Media la concepción clásica aristotélica fue puesta en duda por el filósofo inglés Guillermo de Occam (u Ockam) quien señaló la posibilidad de un mundo infinito además de la pluralidad de mundos, negando tabién que haya diferencia entre la sustancia celeste y la sustancia sublunar.
     Luego la astronomía de Copérnico y Kepler que situaba al Sol en el centro del mundo y era defendida por Galileo Galilei, desplazó definitivamente a la concepción geocéntrica. La física de Newton es la que más coincide con esta nueva imagen del mundo apoyada en las matemáticas y esto fue lo que inspiró a Kant a elaborar una cosmología que proponía la formación de la totalidad del Universo a partir de una nebulosa primitiva. Esta hipótesis fue más tarde afianzada por Laplace quien creyó haber demostrado que el mundo es una gigantesca máquina regida por rigurosas leyes matemáticas.
     En la segunda década de este siglo hace su aparición una cosmología verdaderamente revolucionaria. Gracias a los adelantos técnicos de la astronomía que comenzó a disponer de los grandes telescopios y la teoría de la relatividad "einsteniana", se ha podido elaborar la teoría de un universo curvo y finito ¡y al mismo tiempo limitado!
     Einstein basado en un espacio curvo propuso esta versión inédita de concepción el mundo desafiando todas las cosmologías anteriores. Fue una reforma radical de la concepción del mundo que se venía aceptando a partir del Renacimiento.
     Pero después de la Segunda Guerra Mundial la cosmología sufrió una nueva transformación. Los matemáticos ingleses Herman Bondi y Thomas Gold, propusieron en 1949 un nuevo modelo de universo, un universo estacionario en que, para compensar la pérdida de masa de las galaxia por irradiación de energía, se crea eternamente nueva materia en el espacio, esto es un universo donde nacen nuevas galaxias permanentemente. Estas ideas fueron consideradas por el astrónomo inglés Fred Hoyle que modificó las ecuaciones de Einstein para obtener un universo en creación continua.
     Hoy se habla del big bang (gran explosión), un acontecimiento catastrófico único a partir del cual nace este universo de galaxias que habitamos.
     Según esta moderna cosmología, el universo se originó hace unos 15 mil millones de años a causa de un cataclismo que se relata así: " Al principio del tiempo el universo abarcaba una mezcla de diversas partículas subatómicas entre ellas electrones, positrones neutrones y antineutrinos, además de fotones de radiación. La temperatura calculada era de 100.000 millones de grados centígrados y la densidad 4.000 millones de veces superior a la del agua. Un segundo después, la temperatura se había reducido a 10.000 millones de grados centígrados. Los positrones de carga opuesta se alineaban mutuamente liberando energía. Empezaban a formarse núcleos estables de helio consistentes en dos protones y dos neutrones.
     A los tres minutos de la creación del Universo la temperatura se había reducido a 900 millones de grados centígrados. Ya quedaban pocas partículas primigenias, puesto que la mayor parte de los electrones y protones han sido destruidos por sus antipartículas positrones y antiprotones. Muchos de los protones y neutrones restantes se han combinado para formar núcleos e hidrógeno y helio y la densidad del universo es aproximadamente una décima parte del agua. Sigue la expansión y el hidrógeno y el helio empiezan a unirse en estrellas y galaxias que forman nuestro actual universo".
(Fuente: Encoclopedia temática Guinnes, Ediciones Folio, Barcelona, 1994, pág. 4).
     Esta es una de las distintas versiones de big bang.
     Comparemos ahora esta actual cosmología, una creación matemático-observacional, con las cosmogonías de Brahma, la hermopolita, la de los pueblos nórdicos, de los navajos, del mundo-huevo, la órfica, etc.
     ¡Qué notable diferencia! ¿No es cierto?
     Es que las primitivas pertenecen al mundo creado por la mente, en cambio las cosmologías basadas en la observación tecnológica y la ciencia corresponden al mundo real.
     En esta breve reseña o escueto muestrario cosmogónico-cosmológico pudimos apreciar nítidamente la barrera existente entre el mundo de ficción de las pseudociencias y el real, y obtener una idea de lo que puede la fantasía puesta al vuelo.
     No podemos aceptar como definitiva la cosmología del moderno big bang y sus variantes, es cierto, porque se trata de una teoría matemática, pero es indudable que hoy en vez de inventar fábulas cual cuentos para niños como se ha hecho precientíficamente en todos los pueblos de la Tierra, el hombre de ciencia está apuntando al mundo real para extraer de él sus conclusiones.
     Unas teorías serán reemplazadas por otras mejores (o quizás peores), pero en los extremos: la pequeñez y la inmensidad, esto es, tanto en el terreno de las partículas subnucleares, como en el de las galaxias y cuásares más remotos ambos límites provisorios del conocimiento donde la ciencia parece vacilar, ello no quita que en el futuro mediante nuevos medios de observación, las barreras de lo desconocido vayan cediendo como ha venido ocurriendo desde que comenzaron las experiencias sobre la realidad del mundo.
     Auguste Comte el filósofo del positivismo, afirmó cierta vez que lo que nunca iba a conocer el hombre con certeza era la composición química de las estrellas, dadas las tremendas distancias a que se encuentran de nosotros. Sin embargo, bastó que se inventara el simple espectroscopio basado en un prisma, para que fuese posible leer en el espectro de cada estrella la clase de elementos de que está compuesta su superficie radiante.
     Entre el combate ciencia versus pseudociencia, evidentemente siempre gana la primera. Lo inaudito, lo inaceptable es comprobar en libritos y revistas sensacionalistas que circulan por el mundo, que aún hoy día se trata por parte de los charlatanes, de reflotar antiguas cosmogonías y supersticiones del pasado como la popular astrología reflejada en los horóscopos, aparte de ciertos orientalismos como el famoso I Ching (libro de los cambios) con sus hexagramas, trigramas y otras sandeces, de hace más de 3.000 años de antigüedad, que ha influido en Lao Tse, Confucio y en algunos pensadores de Occidente como Leibniz y el psicoanalista Jung. Se trata de un libro de práctica adivinatoria y oráculos que nada tienen que ver con la ciencia moderna.
     Creo que a esta altura del conocimiento científico, ya es hora de abandonar viejas creencias y neocreencias que confunden a la gente en lugar de aleccionar sobre la realidad del mundo, para afrontar sabiamente los embates de la traicionera naturaleza de la mano de la sana ciencia experimental.

 

Ladislao Vadas

 

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