No, el de la foto con la campera de la Bonaerense no era policía, pero alguna vez se le pareció bastante. No porque hubiera querido hacer el bien sino porque, con tal de seguir en lo suyo, aportó mucha información a la Justicia. Para que se entienda: «entregó» a jefes, socios y amigos de la infancia. Con tal de no pisar la cárcel por traficar 1.443.030 dólares y 1.524.715 euros, Diego Xavier Guastini se mostró «arrepentido» de sus negocios con el lavador peruano Carlos Sein «Iván» Atachahua Espinoza, el narco colombiano Alberto «Papo» Mejía y hasta el policía bonaerense Adrián Gonzalo «Palermo» Baeta. Pero nada dijo de cómo llegó a quedarse con el predio en donde el traficante español Bernardo Esteban Muncharaz preparó los 839 kilos de cocaína que pretendió enviar a su país de origen. De eso no dijo nada porque quería quedarse con lo que consideraba propio. Cuando lo mataron el 28 de octubre de 2019 en Quilmes, Guastini se llevó ese secreto a la tumba. Hasta hoy. Encriptada pudo reconstruirlo con base a documentos oficiales. Porque el lavado de activos deja rastros en todas partes.
A finales de 2008, Muncharaz estuvo a punto de «coronar» casi una tonelada de cocaína en España. Para eso pagó 440 mil dólares por un terreno de 34.994 metros cuadrados ubicado en la avenida Antártida Argentina 3001, Zárate. Allí instaló la filial de Itatí Industrias Madereras SA. Ese depósito lo usó para acondicionar la cocaína en medio de un embarque de doce toneladas de madera hacia su casa matriz. Después «enfrió» la carga en Avellaneda.
Sin embargo, la caída de Manuel Kleiman, que se autodefinía como un «experto en logística» al servicio de cárteles colombianos, haría fracasar su empresa. Kleiman, a cambio de recibir una morigeración de la futura pena por el caso «Merluza Blanca», le avisó al juez Marcelo Aguinsky de los planes de Muncharaz. A sus órdenes, los policías federales secuestraron 315 kilos el 2 de diciembre de 2008 en un depósito de Avellaneda, otros 114 kilos el 4 muy cerca de allí y 410 kilos más el 9 en el puerto de Buenos Aires.
Muncharaz pudo escapar justo a tiempo a Colombia porque el jefe de la célula, el colombiano Marco Acosta Acevedo, le advirtió que los uniformados lo estaban «caminando», pero sus cómplices argentinos no tuvieron tanta suerte: el militar retirado Horacio Aníbal Bérgamo y su esposa Liliana Trinidad Falcón cayeron enseguida. Tiempo después fue el turno del español Manuel Tejero Cordón.
Ya en Pereira, Muncharaz cometió un error de principiantes: aunque sabía que sus planes habían fracaso en Zárate, él quiso tener en regla los papeles de residencia temporal en Colombia. Cuando fue hacer el trámite, saltó la alerta roja de la Interpol. En ese país llegó a crear una empresa. No fue muy creativo: era una maderera. Para limpiar su nombre, envió a El Espectador, uno de los diarios más importantes de ese país, un certificado del Registro Nacional de Reicidencia (RNR) para mostrar que no tenía antecedentes en la Argentina. No fue suficiente: Bogotá lo entregó a Buenos Aires.
A Muncharaz, el Tribunal Oral Penal Económico (TOPE) 3 lo sentenció a 5 años y 11 meses de prisión. A Bérgamo y Falcón, a 7 años de prisión. Y a Tejero Cordón, a 5 años y 9 meses de prisión. Todos por esas operaciones de narcotráfico. Kleiman, el que los hizo caer, falleció de cáncer mientras cumplía la condena de 10 años de prisión.
Kleiman y Bérgamo eran dos hombres con buenos contactos en el submundo del narcotráfico. Tanto que algunos participaron de la «ruta de la efedrina». De hecho, Bérgamo le ofreció a un policía bonaerense, que hacía tareas de inteligencia sobre el tráfico de ese precursor químico a México, que se hiciera cargo de la garita policial que quería instalar frente a su casa de Moreno. Pero todo eso es otra historia.
Como sea, el tribunal luego abrió otro expediente por el lavado de activos provenientes del tráfico de cocaína. Así, el fiscal Emilio Guerberoff descubrió que el colombiano Acosta Acevedo y el español Muncharaz pusieron a nombre de Bérgamo varios bienes: un BMW 320, un Volkswagen Bora, un semirremolque y el depósito usado para acondicionar la droga en el cargamento de maderas. Pero la Justicia nunca pudo decomisar esos bienes. Primero porque Bérgamo y Falcón fallecieron durante ese proceso y después porque, cuando el tribunal ordenó que esos activos pasaran a manos del Estado, el apoderado de Bio Renovable SA, dedicada a la producción agrícola, al menos en los papeles, presentó un recurso alegando que era el dueño legítimo del predio en Zárate.
Y así fue como, después de todas esas vueltas, apareció en escena Guastini. No directamente él sino a través de un familiar, a la que registró como socia de esa empresa, con la que adquirió el 26 de septiembre de 2013 el inmueble en cuestión por solo 900 mil pesos. Lo cierto era que la compañía había dejado de operar en 2011. Desde entonces no registraba ventas ni pagos de impuestos. En definitiva, no tenía capacidad económica para comprar la propiedad.
Bio Renovable SA estaba muy floja de papeles. No solo porque su domicilio legal era la calle Florida 520, base de operaciones del propio Guastini, sino porque, durante las renovaciones de las asambleas, el financista hizo figurar a una de sus «mulas» en el tráfico de divisas, una mujer extranjera que compartía dirección con esa «mula» y una enfermera con 22 cheques rechazados por 909 mil pesos.
Desde Florida 520, Guastini lideró una «cueva» financiera con terminales sorprendentes: por allí pasaron el ex espía Pedro Tomás Viale, alias «Lauchón», asesinado por la Bonaerense en un confuso episodio, los hijos Luciano y Alan Viale, personal de la Dirección de Inteligencia del Servicio Penitenciario Federal (SPF) y el policía bonaerense Adrián Gonzalo Baeta, que hacían que su red al interior de las fuerzas de seguridad fuera interminable. También funcionarios de la Auditoría General de la Nación (AGN) y el puerto de Buenos Aires. Y, como decía ante quien quisiera escucharlo, hasta de la Drug Enforcement Administration (DEA de los Estados Unidos).
Baeta, por ejemplo, lo dejó posar con su campera de la Delegación Drogas Ilícitas de Lomas de Zamora, como muestra la foto a la que tuvo acceso Encripdata.
El tribunal, entonces, en vez del decomiso, ordenó investigar a Guastini por intentar quedarse con el predio que hizo caer a Muncharaz, Bérgamo, Falcón y Tejero Cordón. A Guastini no lo condenaron por eso, alguien lo mató antes en un ajuste de cuentas seguramente por otros negocios sucios, pero al familiar prestanombre le dejó como «herencia» esa causa por lavado de activos.