Aníbal Fernández no necesita presentación, supo recalar en diversos Ministerios, como el del Interior y el de Justicia, llegó a ser Jefe de Gabinete y hoy ostenta el cargo de ministro de Seguridad de la nación.
Se autodefine un “incondicional de Alberto y Cristina” y es capaz de darlo todo para defender al oficialismo. Y cuando se dice todo, es todo.
Es conocido por ser temperamental, inflexible a la hora de hablar de “peronismo” y quizá algo impulsivo a la hora de actuar. Ello quedó expuesto luego de amenazar a Nik utilizando a los hijos de este último.
Aníbal dice que no quiso amedrentar a nadie, que nunca fue su intención y culpó a los medios por el “formidable ataque mediático”, Obviamente no sin saludar a Perón, como si ello le fuera a dar validez a sus dichos.
Es que fue él mismo quien en abril de 2020, con el fin de defender a la “exorcista de enanos de jardin” Graciana Peñafort, aseguró que difundir una dirección es una amenaza.
“Espero que un fiscal esté tomando cuenta de tu amenaza a la compañera Graciana, al difundir su dirección. Amenazame a mi si te da la nafta”, posteó en aquel momento. ¿Acaso no es una amenaza difundir el colegio al que van los hijos de una figura pública como NIK, sobre todo teniendo en cuenta las pasiones que se hallan de un lado y del otro?
¿Es posible que el ministro de Seguridad de la nación no entienda la gravedad de sus dichos? Si es así, no está preparado para ejercer el cargo que ocupa actualmente. Por el contrario, si lo entiende y decide justificarse, sin siquiera pedir un mínimo perdón, menos aún.
Pero no es algo que sorprenda, son las viejas y malas costumbres de Aníbal. Por caso, jugó un rol fundamental en el exilio del director de Tribuna de Periodistas, a la sazón padre de quien suscribe, acontecido en el 2009, momento en el que debió esconderse en Uruguay.
“Aníbal me hostigó a partir de mis notas sobre el Triple Crimen (de General Rodríguez). Me hizo un juicio por calumnias e injurias cuando aún no finalizaba el que me había hecho antes (por los vínculos del funcionario con el narcotráfico). De pronto le gano los dos y enfurece”, explicó Christian Sanz al ser consultado.
“Entonces, un día llego a mi casa y estaba todo destrozado, y no me faltaba nada, solo una carpeta donde tenía mis pruebas contra Aníbal. Y empezaron las amenazas, mucha de las cuales fueron al teléfono de línea de Uriburu (donde vivía entonces)”, mencionó, y agregó acaso el costado más mafioso: “una de ellas decía que me iban a matar como a (Sebastián) Forza. Ahí decidí irme del país un tiempo. Sabía que Aníbal no mentía”.
En fin, ese es el actual ministro de Seguridad de Alberto Fernández, un tipo oscuro, con antecedentes dignos de la mafia, un tipo que sin lugar a dudas debería estar preso. No por un hecho de corrupción, sino por cuestiones ya mucho más graves.
El tipo que se encarga de manejar la seguridad a nivel nacional, paradójicamente, pone en peligro a todo habitante argentino… y no se esfuerza por ocultarlo.
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