El sábado 15 de septiembre, en el Colegio
San Cayetano de Liniers, tuvo lugar la 10° Jornada de Pastoral Social de la
Arquidiócesis de Buenos Aires, bajo el lema “Hacia una cultura del encuentro: la
política, mediadora del bien común. Democracia-Desarrollo-Justicia Social”. A
pesar de la intensa lluvia imperante, las instalaciones del instituto aledaño a
la iglesia homónima casi rebalsaban de una entusiasta concurrencia. Pues el
mismo no sólo se circunscribía a los laicos católicos, sino que se hizo
extensivo a militantes sindicales, políticos y sociales, incluyendo a aquellos
abiertamente ateos o agnósticos. Este criterio aperturista coincide ampliamente
con la línea pastoral que lleva adelante el arzobispo Jorge Bergoglio, prelado
dotado de una inteligencia sagaz y un criterio diametralmente opuesto al
evidenciado por la camarilla gobernante.
Para el desarrollo del mismo, integrantes de la citada
pastoral elaboraron un documento de trabajo en el cual resumieron su intensa
labor de una década: “Hemos afrontado en los pasados momentos duros y difíciles,
particularmente para los sectores populares. Vimos agotarse en la Nación y en
nuestra Ciudad Autónoma de Buenos Aires, políticas públicas y estratégicas de
gobierno, en medio de una creciente anomia social, tensiones y conflictos.
Hemos sido testigos, también, de la incertidumbre y la desesperanza de nuestro
pueblo, el descrédito de la clase dirigente y las acciones de gobierno.
Hemos fallado como sociedad, a la hora de encontrar respuestas colectivas a los
desafíos que se nos han presentados. La crisis de 2000-2002 fue una crisis
sistémica e inédita, “sea por la profundidad de la pobreza generalizada, por
afectar al unísono a todos los subsistemas de la relación Estado-sociedad
(legitimidad, acumulación, integración, identidad), o porque no reconocía
garantes internos, partidos, movimientos, dirigentes ni relatos a los cuales
recurrir. Nos mostró una dirigencia que no estuvo a la altura de las
circunstancias y a una sociedad indiferente y distante, incapaz de hacerse cargo
de su responsabilidad ante la crisis. Significó la ruptura de un modelo de
inserción internacional que, en nombre de la modernización, “provocó exclusión,
endeudamiento y mayor corrupción, desintegración social, política y cultural en
nuestros países” (Grupo Gerardo Farell, Crisis y reconstrucción, aportes
desde el pensamiento social de la Iglesia. Dimensión político-económica.) (..)
“Nos mostró una dirigencia que no estuvo a la altura de las circunstancias y una
sociedad indiferente y distante, incapaz de hacerse cargo de su responsabilidad
ante la crisis. Significó la ruptura de un modelo de inserción internacional
que, en nombre de la modernización, “provocó exclusión, endeudamiento y mayor
corrupción, desintegración social, política y cultural en nuestros países”. (….)
“Hoy, transcurridos cinco años desde aquel diciembre de 2001, epicentro de la
crisis socio-económica y cultural más grave de las últimas décadas del siglo XX,
hemos hecho avances positivos. Sin embargo, el crecimiento económico y la
disminución de la desocupación no pueden desentendernos de la realidad de muchos
de nuestros hermanos que viven en la pobreza, la exclusión y la desigualdad. No
queremos una sociedad dual. Más allá de los esfuerzos que se realizan, debemos
reconocer que somos una sociedad injusta e insolidaria que ha permitido, o al
menos consentido, que un pueblo otrora con altos índices de equidad, sea hoy uno
de los más desiguales e injustos de la región”. (…) “La mezquina concepción de
la política como mero gerenciamiento cortoplacista que sólo rinde cuentas a las
encuestas, se corresponde y complementa con la queja pasiva de quien sólo se
preocupa por su pequeño problema inmediato. Ambas revelan la carencia de un
proyecto de Nación que guíe, comprometa y responsabilice activamente a todos en
la creación y construcción de un destino común. Hay que restituir a la política
su sentido profundo, ya que lo político surge y es expresión de la forma
específica que tenemos para relacionarnos en sociedad. Lo político nos
compromete a todos y es responsabilidad de todos, aunque no estemos directamente
involucrados en actividades políticas. Especialmente, es responsabilidad de
aquellos que han seguido la política por vocación: Juan Pablo II planteaba que
la política es una actividad noble y necesaria, porque tiende al bien común.
Agregaba también que la política es el uso del poder legítimo para la
consecución del bien común de la sociedad”. (….) “La Argentina no va a cambiar
de manera milagrosa, no va a cambiar por un solo hombre, ni por un partido, ni
por una cosecha, ni aunque abrazáramos una misma ideología, ni siquiera si se
fueran todos los que suponemos deberían irse”. Más claro, echarle un chorro de
soda. dfist duewtnados.la hora de encontrar respuestas colectivas a los desaf
Acariciando lo áspero
Pero lo interesante, luego de las ponencias de rigor, fue el
trabajo en comisiones con la temática evidenciada más arriba. A este escriba le
tocó en suerte la tercera, la cual estaba subdividida en tres subcomisiones más.
Veinticinco voluntades reflexionando juntas en un aula, pueden producir
conclusiones interesantes. Sobre todo cuando el tema a tratar es la democracia,
donde es muy fácil no ponerse de acuerdo. Una de las cuestiones que levantó
polvareda fue si en Argentina, realmente existe una democracia real y no formal.
Sólo un individuo, que se identificó como sociólogo, intentó un ensayo de
respuesta al considerar que sí. El resto, casi al borde de la vociferación,
manifestó su desacuerdo alegando que no sólo esta no se ejercía, sino que ni
siquiera el vigente era un sistema republicano de gobierno. Por eso, abogaron
por el establecimiento urgente de un sistema de foros y de comunas, unidades más
chicas que implican un mayor control de la cosa pública. Esto es el ejercicio de
una democracia real, basada en el modelo de Cristo quien no tuvo pudor al lavar
los pies de sus apóstoles.
Por eso mismo, participar en política es meterse en el fango,
más allá del no te metás. Cuando hay voluntad desde la libertad, se dijo, todo
es posible. También se identificó que uno de los males actuales es la falta de
un proyecto de Nación, y que el autismo de la dirigencia corporativa fue el
caldo de cultivo del marasmo de diciembre de 2001; que amenaza por repetirse si
no se pone de ejemplo preciso el enunciado arriba. “Si los políticos están por
sí mismos, que se pongan una empresa privada”, alegó alguien y se llevó todos
los aplausos.
Ya promediaba la tarde cuando los asistentes se juntaron en
el salón de actos principal para tratar las conclusiones finales, elaboradas en
conjunto en las distintas comisiones. Todas coincidieron en la imperiosa
creación de un Foro de Diálogo Político, integrado por dirigentes de distintos
partidos y movimientos sociales, así como por militantes de distintas
comunidades religiosas de diversos cultos, que impulse la reflexión, el debate,
y la elaboración de las políticas públicas tendientes a disminuir la injusticia
y la inequidad social en nuestro país. Además, propusieron promover la
participación de la ciudadanía, que se avance en la formación de comunas y en el
proceso de descentralización de la Ciudad, y que se capacite en Doctrina Social
de la Iglesia. También reclamaron una reforma impositiva que permita una
distribución más equitativa, fortalecer políticas públicas que respeten la
dignidad del hombre, establecer mecanismos institucionales para atender a los
grupos vulnerables y asegurar el trabajo decente.
Como cierre, el cardenal Bergoglio dirigió una alocución
esclarecedora: “Contra esta patología del desencuentro no tengamos miedo de
avanzar, no para defender nuestra postura, sino con mansedumbre saber qué
verdad, qué bondad, qué belleza nos aporta el otro, la otra institución. El
prejuicio crea un muro que se va consolidando y no un puente, por eso no hay
encuentro con el hombre, con la institución a la que prejuzgamos. La mediación,
y no la intermediación que busca sacar ganancia, es buen antídoto para lograr
espacios de encuentro”.
Bergoglio sostuvo que la patología del desencuentro tiene en su proceso tres
pilares –desinformación, difamación y calumnia– y, que “aunque parezca el menos
grave, la desinformación provoca más desencuentro porque presupone prejuicio”.
También criticó la “psicología del chisme de conventillo”,
porque “el chisme es lindo pero hace mal a la barriga, porque como toda
desinformación crece, se contagia y autojustifica”.
Bergoglio, por el contrario, exhortó a dialogar “con respeto y cercanía para que
se afiance la concordia, porque el encuentro amasa la concordia y el
desencuentro lleva a la discordia”.
Fernando Paolella