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LA ENTRAÑABLE TRANSPARENCIA

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A 40 AÑOS DE LA MUERTE DEL CHE
A 40 AÑOS DE LA MUERTE DEL CHE

Un hombre vencido

 

    Un hombre vencido, con las manos atadas, aparece en medio de otros dos de espalda a una rústica pared. El de la izquierda lleva puesto un informe desprovisto de insignias, el del centro de la foto agacha la cabeza. A cuarenta años de la misma, los nombres aún siguen provocando sensaciones encontradas. Pues quien la firma, es el agente de la CIA Félix Rodríguez, enviado por dicha agencia a Bolivia con la misión de capturar a Ernesto Guevara Lynch de la Serna, más conocido por su apodo de CHE. Horas después, el mismo era ultimado por una ráfaga de disparos efectuada a corta distancia por el sargento Mario Terán, quien tuvo que hacerlo en estado de embriaguez porque no se animaba estando sobrio. Bromazos del destino, hace unas semanas este ex suboficial boliviano recobró la vista gracias a una exitosa intervención quirúrgica, llevada a cabo por médicos cubanos.
    Es el 9 de octubre de 1967, en un lugar perdido de la mano de Dios denominado "La Higuera".


El ejecutor

    “En 1960 fue reclutado por la CIA y asignado a las operaciones organizadas para derrocar al Comandante Fidel Castro. En 1961 fue enviado a Guatemala para preparar una brigada especial, la Brigada 2506, con más de 660 cubanos exiliados. Allí fue asignado a un grupo comando con la misión de infiltrarse en Cuba, organizar el movimiento terrorista anticastrista y apoyar una invasión que abriera la intervención abierta de Estados Unidos. La operación estaba en conocimiento del Presidente John F. Kennedy quien prestó su aprobación final, aunque limitada, motivo por el cual luego sería considerado como un traidor y agente del comunismo por la comunidad cubana exiliada en Miami. Rodríguez ingresó clandestinamente a Cuba 21 de febrero de 1961, en el marco de la Operación 40 de la CIA como líder de la Brigada 2506, descendiendo en paracaídas entre Varadero y La Habana, reuniéndose con el grupo terrorista anticastrista Movimiento de Recuperación Revolucionaria (MRR). Durante un mes organizó las fuerzas guerrilleras en Las Villas, tratando de repetir la estrategia utilizada por Ernesto Guevara y Camilo Cienfuegos durante la Revolución cubana de partir del país a la mitad y organizar actos de sabotaje. El 15 de abril de 1961 el Ejército de Liberación Cubano, integrado por 1.500 hombres, organizaron su partida en Nicaragua, con apoyo del dictador Anastasio Somoza, para desembarcar el 17 de abril en la Playa Girón de la Bahía de Cochinos, en la zona central de la costa oeste de Cuba. La Invasión de Bahía de Cochinos resultó un desastre. Las tropas rebeldes fueron rápidamente controladas por el ejército cubano y Kennedy se negó a enviar al ejército norteamericano en su apoyo, como estaba contemplado. Félix Rodríguez fue sorprendido en La Habana cuando comenzó la invasión sin que le hubieran avisado, ya que la CIA temía la posibilidad de una filtración. Intentó comunicarse sin resultado y permaneció en su refugio siguiendo los acontecimientos por televisión. El 26 de abril fue sacado de su escondite con el automóvil del embajador de la España franquista y llevado a la embajada de Venezuela. Cuatro meses después salió del país. .Después de la derrota de la invasión a Cuba fue enviado por la CIA a Nicaragua primero, y después, a trabajar en las oficinas de Miami hasta 1967.
    El 28 de abril de 1967 Bolivia y Estados Unidos firmaron un memorándum de entendimiento para crear, organizar y entrenar el Segundo Batallón Ranger, para ejecutar operaciones de contrainsurgencia en la selva, con asiento en Santa Cruz, la ciudad importante más cercana al río Ñancahuazú donde operaba la guerrilla que Ernesto Che Guevara había instalado a fines del año anterior. Rodríguez contó que la decisión de la CIA de mandarlo a Bolivia a cazar al Che Guevara surgió inmediatamente después de que Regis Debray, bajo severa tortura, confirmara la presencia de Guevara en el grupo guerrillero de Ñancahuazú. En junio se le ofreció la misión y el 1 de agosto ya estaba en La Paz bajo la identidad encubierta del empresario Félix Ramos, acompañado de otro agente terrorista cubano-estadounidense, Gustavo Villoldo. Rodríguez se instaló en la zona de combate, torturó e interrogó a los prisioneros y fue quien envió al Batallón Ranger a la zona de La Higuera donde finalmente capturaron a Guevara. La muerte de Ernesto Guevara y la participación de los Estados Unidos en la misma ha sido muy discutida. Originalmente Estados Unidos y el gobierno boliviano declararon públicamente que había muerto en combate el 8 de octubre de 1967. Sin embargo esas declaraciones han devenido indudablemente falsas, y todos los protagonistas han confirmado que fue fusilado clandestinamente e ilegalmente el 9 de octubre después del mediodía. Debido a que en Estados Unidos comenzó a cuestionarse en 1975 el papel de la CIA en asesinatos de diversos líderes políticos, ese organismo comenzó a difundir documentos que sugieren que en el caso de Guevara, la CIA se habría opuesto a que se lo asesinara. Más allá de eso el papel de Félix Rodríguez en las últimas horas de vida de Guevara y el posterior tratamiento del cadáver han sido decisivas. El mismo escribió un informe para la CIA al respecto en 1975 y ha realizado numerosos reportajes al respecto. Luego de que se confirmara que el Che Guevara había sido herido y capturado en Quebrada del Yuro, y enviado a La Higuera donde fue encarcelado en la escuela, Félix Rodríguez se dirigió allí junto con el Coronel Joaquín Zenteno Anaya, llegando en las primeras horas de la mañana. Allí interrogó y fotografió los documentos que tenía en su poder el guerrillero argentino-cubano, incluyendo su Diario de Bolivia. Al mediodía, según su propia declaración, Rodríguez recibió personalmente la orden del presidente René Barrientos de asesinar al Che Guevara, transmitiéndola a los oficiales bolivianos con la indicación de que los disparos no fueran dirigidos al rostro para simular una muerte en combate. Luego le comunicó al Che Guevara que sería fusilado. Antes del fusilamiento lo interrogó nuevamente y lo sacó del aula para sacarle varias fotografías, las últimas en las que aparece con vida. A las 13:10 fue asesinado por el sargento Mario Terán, luego de que corrieran la misma suerte otros dos prisioneros. Luego del asesinato, Rodríguez ordenó que el cuerpo de Guevara fuera atado al helicóptero llevándolo él mismo a la cercana población de Vallegrande, donde fue expuesto al público durante dos días, antes de ser enterrado clandestinamente en una fosa común que fue descubierta en 1997. Rodríguez tomó para sí, como trofeo, varios relojes Rolex del Che Guevara, un resto de tabaco sin fumar que sacó de la pipa que pondría en la culata de su revólver para colocarla en una burbuja de cristal. En 1992 realizó el siguiente relato sobre el efecto emocional que sobre él tuvo la muerte del Che Guevara: 'Al caminar en el aire fresco de la montaña, me di cuenta que jadeaba y se me hacía difícil respirar. El Che estaba muerto pero su asma un mal que nunca había padecido en mi vida, se me había transmitido. Aún hoy mi crónica falta de aliento es un recuerdo constante del Che y de sus últimas horas de vida en la aldea de La Higuera'”. Así relata la enciclopedia digital Wikipedia la perfomance del sujeto que ilustra la izquierda de la imagen de arriba. Alguien que no dudó en sonsacar información bajo severa tortura a los prisioneros para averiguar el paradero del argentino Guevara, y luego, cuando lo tiene en sus manos, lo interroga para seguidamente fusilarlo de manera clandestina y enterrarlo en una fosa común. Y después, no vacila en quedarse con algunos trofeos del asesinado.
    Más allá de cualquier valoración ideológica de la cuestión, la distancia temporal de lo narrado permite reflexionar acerca del paralelo que existe entre el valor de una vida entregada por idealismo (haciendo el distingo de que se puede o no compartir, pero si comprender), y una existencia consagrada como engranaje de un sistema perverso.
    El primero cayó ese día de octubre asesinado, mientras que el otro aún camina por el mundo de los vivos. Pero de seguro, que no puede escapar no sólo del asma, sino también del mito agigantado por la distancia del recuerdo, de aquel médico argentino-cubano devenido guerrillero, a quien dijo admirar en el comienzo de la tarde de ese lunes de hace cuatro décadas.

Fernando Paolella

 

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