El eslogan publicitario de la campaña de la Sra. Cristina Fernández de Kirchner proponía “profundizar el cambio”, frase un tanto ambigua ya que, depende del punto de vista, el cambio no es para nada fructífero, especialmente si tomamos en cuenta varios puntos que no sólo no se han podido solucionar, sino que además se profundizaron, entre los que sobresalen la crisis energética, la inseguridad, la inflación, todo tipo de conflictos sociales y gremiales, el mamarracho del Indek y los variados casos de corrupción, sin olvidarnos de que todavía no se sabe ni cuantos son ni donde están los ya emblemáticos fondos de Santa Cruz.
Como podemos apreciar, el balance de los “cambios” del gobierno de Néstor Kirchner es de, por lo menos un dudoso resultado positivo. Pero para “profundizar ese cambio” la ¿Dra.? de Kirchner (*) propuso su nuevo gabinete.
Y aquí comienzan las primeras incógnitas. En primer lugar, si desde el punto de vista “K” el cambio fue tan bueno, hubiesen dejado el mismo gabinete... ¿no le parece?
La segunda reflexión es la siguiente: ¿Qué función cumplen los Ministros dentro de la administración K? Es de público conocimiento que ninguno de ellos toma decisiones por motu proprio, y todo pasa por acatar las órdenes del dictad... perdón, del señor Presidente.
Esperemos que por lo menos, la nueva presidente realice, aunque sea cada tanto, alguna reunión de Gabinete.
Pero analizando concretamente el nuevo cuerpo ministerial, encontramos designaciones que son realmente llamativas, como por ejemplo, la permanencia del ministro de Obras Públicas, Julio de Vido, quien es el más sospechado funcionario por manejar infinidad de coimas, contar en su haber numerosos problemas judiciales y ser el principal responsable de contrataciones irregulares por parte del Estado Nacional.
Otro caso llamativo es la permanencia de la Sra. Nilda Garré, quien seguirá ocupando la Cartera de Defensa después de haber declarado públicamente no saber lo que es un FAL (fusil automático liviano, arma esta que seguramente habrá empuñado en su época de terrorista) en el marco de otro de los casos de corrupción de este gobierno, “la venta de rezagos militares” a los EE UU y después de protagonizar varios papelones como la radarización de Ezeiza.
Una mención especial merece el premio otorgado a Aníbal Fernández, que presidirá el ahora Ministerio de Justicia, Seguridad y Derechos Humanos. Esta adjudicación parece ser más una recompensa a la obsecuencia que a su desempeño en el Ministerio del Interior, ya que su gestión es una de las más paupérrimas, especialmente –los índices de delincuencia hablan por sí solos, y si no que le pregunten a Jorge Rivas cuando se recupere- en lo que a seguridad respecta.
Y dejamos para el final a la gran sorpresa, un joven economista al frente del que, históricamente, fue el ministerio más importante, hasta que llegó Kirchner, por supuesto, y decidió manejar él mismo la economía.
No es ninguna novedad que su primer ministro en esta Cartera, el Dr. Roberto Lavagna, fue dejado a regañadientes después del Gobierno de Eduardo Duhalde, ya que era lo único que le garantizaría conseguir algunos votos; pero una vez afianzado Kirchner en el poder, tuvo que dejar su lugar a Felisa Micelli, donde quedó evidenciado quién sería el encargado de manejar los destinos económicos del país.
Martín Lousteau, un joven de 36 años, quien enarbola la bandera del consumo inyectado con emisión monetaria, será el delegado de Néstor Kirchner en el Ministerio de Economía.
Poseedor de una maestría en Londres, hasta ahora titular del quebrado Banco de la Provincia de Buenos Aires desde la gobernación Cafiero en 1987, recibido en la Universidad de San Andrés (Argentina), mantiene las premisas industrialistas: dólar alto, superávit fiscal e inyección monetaria para favorecer el consumo.
Estos son los puntos más sobresalientes del “nuevo gabinete”, donde persiste la duda de "seguir" o "profundizar" con el cambio; pero más que analizar estas cuestiones que parecen responder a pensamientos metafísicos, estas designaciones se podrían interpretar, lisa y llanamente, como “gatopardismo” donde es necesario cambiar algo para no cambiar nada.
Pablo Dócimo
(*) En tanto que la Sra. Cristina F. De kirchner no acredite públicamente o en la justicia su título de abogada, el autor seguirá escribiendo el término Dra. entre signos de interrogación, otorgándole el beneficio de la duda.