En 2001 nació, casi espontáneamente, el “que se vayan todos”. Era el final del tercer año de recesión que venía sufriendo la Argentina y la ciudadanía exigía con esa consigna, la renuncia masiva de dirigentes políticos. Piquetes, cacerolazos, protestas y encuestas daban cuenta del hartazgo del pueblo respecto de la clase política, sin importar color o bandera partidaria. De hecho, según sondeos de aquel momento, el 70% acordaba con ello.
Imperaba por entonces la desestabilización en el manejo del Estado. Se había creado la idea de la “criminalización de las protestas” y ya no había forma de conformar a la gente de a pie. Aquellas personas que pedían algo tan sencillo como un cambio de rumbo en las políticas aplicadas. Tras saqueos, la imposición de un estado de sitio y muertes en movilizaciones, el 20 de diciembre renunció el ex presidente Fernando De La Rúa. Dos meses antes había perdido las elecciones legislativas frente al justicialismo.
El helicóptero se alejaba con el entonces renunciado presidente mientras el titular del Senado, Ramón Puerta, se erigía como nuevo mandatario de la Republica. De esta manera, en sólo 11 días, pasarían 5 jefes de Estado por el Sillón de Rivadavia. Llegó finalmente Eduardo Duhalde, quien se encargó de terminar el mandato del ex presidente radical y fue, asimismo, el artífice de la llegada del kirchnerismo a la Casa Rosada en 2003.
El “que se vayan todos” vuelve a tomar impulso. Nuevamente la población se muestra desencantada de toda la clase política. Mientras el oficialismo se empeña en interesarse en lo que no importa, la oposición a duras penas redacta catarsis por redes sociales.
En este contexto de crisis política y económica, con ineludible repercusión social, ¿puede volver a darse un acontecimiento similar al del 2001? Para responder a esa incógnita, Mendoza Today se comunicó con especialistas.
En términos económicos, el economista Miguel Boggiano indicó que “el estallido” podría darse de la siguiente manera: “si vos seguís teniendo una brecha tan grande que fuerce a detener muchos sectores de la producción, porque no hay precio, porque no saben a qué precio van a reponer mercadería, entonces no quieren vender; se te puede complicar. Se te puede complicar si en determinado momento la gente empieza a sacar los pesos de los plazos fijos y trata de ir al dólar. Ese sería un camino. ¿Puede suceder? No lo sé, eso va a depender de las ganas o de la intención de la gente a renovar plazos fijos, o no, o de terminar pagando el dólar al precio actual. Pero la inflación se está acelerando y es más pobreza y más inseguridad”.
En la misma línea, explicó que lo que pasó en el 2001 fue “el rompimiento de los contratos que estaban en dólares: la pesificación asimétrica. No estamos hoy en una situación así de dramática en ese sentido donde a la gente le sacaron el valor de sus ahorros y se lo confiscaron”.
No obstante, Boggiano resaltó que la actual es una “crisis de proporciones muy grandes”, haciendo referencia a la “crisis inflacionaria, crisis de gasto y de endeudamiento descomunales, donde ahora la receta que tienen es la del Salario Universal. Quieren apagar el fuego con nafta”, graficó en el sentido de que el Gobierno tiene un problema de inflación motivada por la inflación “y quieren imprimir más papel moneda para resolverlo”.
En ese sentido, aseguró que “las expectativas son malas y todo el mundo sabe que con cepo la única dirección es hacia afuera de los dólares, no hay ningún dólar que quiera entrar con cepo, entonces, esa situación se va a seguir agravando y la brecha ya está en niveles que lo que empieza a hacer es paralizar la producción de un montón de cosas y como no les van a dar dólares (a los sectores productivos) para importar, para cada vez menos cosas, fijate que ahora no quieren dejar comprar jugadores con dólares del (Banco) Central. Es un ejemplo, pero te vas a encontrar con que no hay heladeras porque hay un componente que es importado y no se trae y sin ese componente no te anda la heladera, o sin ese componente no te anda el tractor, o el auto, o una licuadora. Te van a empezar a pasar esas cosas. Como no hay tal droga te va a faltar tal remedio. Es incalculable las ramificaciones de todo eso”.
En otro orden de cosas, Hernán Pablo, politólogo especializado en administración pública y política económica de la Fundación para el Desarrollo Urbano Sustentable (FUNDUS), aclaró que primero hay que hacer un diagnóstico: “Hoy hay varias Argentinas en disputa, si me permitís la figura, varios ejes de análisis que difieren entre sí. El de la falta de unidad política que atraviesa la coalición de Gobierno, que incluye la mirada federal; el de la inflación, el del salario freezado, o los ingresos en general; el de la construcción y la actividad que crecen o se mantienen en valores altos, como se puede ver en la producción automotriz o los récords en Vaca Muerta; el del turismo que se recupera, y el de la city financiera porteña descontrolada o el horizonte de los compromisos de deuda. Cada eje merece un análisis en particular, que a todas luces tienen como principal problema focal integrarse en una sola cuestión”, señaló.
Sin embargó, indicó que no considera posible que se dé un esquema similar al de 2001, ya que entonces “la actividad era mínima y el salario incluso menor que ahora. El desempleo en 2001 tocaba 18%, hoy es 7%. El salario formal que llegaba a menos gente era incluso menor al de hoy, que se encuentra en términos de poder adquisitivo 30% arriba que en 2001 (similar a 2010). Entonces entre esta mayor actividad, y una clase media urbana, profesional, o por arriba de la media, que no debería hallarse con una situación abrupta de un día para el otro (como lo fue el corralito), sumado esto a que la vicepresidenta Cristina Kirchner tiene un respeto institucional indiscutible, más allá de sus posiciones públicas, el escenario es diametralmente distinto”.
Además, Pablo hizo hincapié en que en ese momento la izquierda, los sectores populares, el peronismo y gran parte de la clase media le había quitado apoyo al Gobierno de Fernando de la Rúa. “Hoy no está claro que la sociedad apoye una situación” como la mencionada. “En definitiva, me parece improbable una salida. Sobre todo con el cambio de Ministra de Economía, que tiene un apoyo ampliado dentro del Frente de Todos y los gobernadores”, explicó Pablo.
Asimismo, opinó que “quienes presentan la situación como similar a 2001, son los que nunca les gustó este gobierno, y pretenden ventajas de distinto tipo frente a la provocación de la debilidad del Estado. Con lo cual, no va a ocurrir un 2001. Sí hay desafíos que deben ser encarados como te comentaba en el diagnóstico”.
No obstante, agregó que “si estos días no hay precio y tenemos un shutdown de la actividad, es un problema, que se suma a las presiones devaluatorias de los sectores exportadores netos. El conflicto se hace sentir. Esta situación en este momento de altos precios de commodities (aunque estén bajando) debería ser manejable, y negociable”. En la misma línea advirtió: “El Gobierno igual debería permanecer en control de la situación”.
El especialista en ciencias políticas Gustavo Marangoni señaló algún parentesco entre la crisis del 2001 y la actual “en el sentido de la insatisfacción de la sociedad respecto de sus dirigentes, con la disconformidad por las medidas vigentes del Gobierno y sobre todo hay un hartazgo por las internas y las disputas que quizá tengan un emparentamiento con algunos aspectos del 2001″.
Sin embargo, aseveró que existen diferencias tales como que en ese momento “no había una enorme red de inversión social, independientemente de la eficacia con que estos estén implementados. Lo cierto es que ahora hay más abundancia de recursos en lo que refiere a la situación de los conurbanos”.
“En lo que es sectores medios si es cierto que están más desprotegidos y se sienten más destratados o abandonados por las facciones oficiales, sobre todo como consecuencia de la inestabilidad de los precios y la incertidumbre”, analizó.
Consideró también que los meses de julio y agosto van a ser determinantes para ver si la actual situación se dirige “hacia un nivel de otro tipo de protestas o se canaliza y se atempera”. Por ello, señaló que resulta fundamental “llegar al nivel de febrero o marzo, donde las elecciones empiezan a generar un horizonte de expectativas y eventualmente de renovación de autoridades o de otro marco”.
Asimismo, indicó que sin dudas los próximos meses “van a ser muy desafiantes”, aunque mencionó que ello también va a depender de los gestos de los otros responsables como la oposición, los sectores empresarios y las cámaras. “Lo que hagan los propios representantes de los sectores sociales en cuanto a estas iniciativas que se están barajando, ya sea el salario universal o el traspaso de programas (sociales) a los Municipios” será determinante, añadió.
Finalmente aconsejó “estar atentos” ya que, si bien nunca los fenómenos se repiten de forma calcada, “evidentemente hay un grado de malestar que se refleja en los distintos estudios de opinión, donde el pesimismo cruza trasversalmente a toda la sociedad y tiene niveles de 70% y que, no solo se extiende en el corto plazo, sino que cuando le preguntás a los distintos segmentos de la sociedad tienen una posición pesimista respecto del futuro de Argentina para los próximos años, por eso creo que hay que estar atento a ello”.
© Tribuna de Periodistas, todos los derechos reservados