El 21 de diciembre de 2001, después de que Fernando de
la Rúa renunciara a la Presidencia de la Nación, la frase que estaba en boca de
todos los argentinos era “que se vayan todos”, que más que una frase, era un
sentimiento real después de haber sufrido una decepción tras otra y haber
llegado al hartazgo.
Luego de esas primeras semanas turbulentas, donde se
sucedieron meteóricamente tres presidentes, llegó Eduardo Duhalde, pero tampoco tuvimos
respiro, ya que se despachó con la consabida devaluación de una manera
descontrolada, sin ser consiente de lo que se estaba haciendo, y no hubo un sólo
argentino que no haya sido castigado con su experimento, que realmente era
necesario, pero no de esa manera.
Lo demás, es prácticamente actual... y del “que se
vayan todos” pasamos al “y... se quedaron todos”, y de aquel hartazgo, hoy
pasamos a otro tipo de hartazgos... algunos nuevos, algunos peores, algunos
agravados.
Si bien, indiscutiblemente la economía mejoró
sensiblemente, y la desocupación descendió, gracias a esa desastrosa
devaluación, hoy son otros los problemas que nos hartan a la inmensa mayoría de
los argentinos.
Estamos hartos de la inseguridad, que crece día a día
y nadie, en seis años fue capaz de frenar; estamos hartos de los piqueteros, que
hoy ya no deberían existir, pero claro, eso que nació como un movimiento social
hoy se convirtió en una herramienta política, que utilizan los pseudodirigentes
para su propio beneficio, y cada vez que se les ocurre algo se adueñan de las
calles, de nuestro tiempo y, por qué no, de nuestros derechos.
Estamos hartos de las huelgas, que más que reclamos
justos parecen ser aprietes extorsivos de los dirigentes sindicales.
Estamos hartos de una inhumana política de derechos
humanos, que no sólo se ocupa de defender a los delincuentes, sino que además
se ha convertido en la única política de Estado de esta administración, pero
para reivindicar a delincuentes y asesinos.
Estamos hartos que la educación, el sistema sanitario y
la justicia funcionen cada vez peor, mientras que los funcionarios responsables
de mejorarlos sigan cobrando puntualmente sus sueldos sin hacer nada.
Estamos hartos de que nos mientan, queriéndonos hacer
creer que no existe inflación, y manteniendo con nuestros aportes a una
institución como el INDEC, que en estas condiciones no sirve absolutamente para
nada.
Estamos hartos de mezclarnos con locos mesiánicos como
Hugo Chávez, y tener que prestarle nuestro país para que insulte al “imperio”, y
acusar a los EEUU de entrometerse en las políticas de los demás países cuando
es él, el único dictadorzuelo que pretende, en su infantil cerebro, crear un
imperio, y es él quien se entromete permanentemente en la vida institucional de
los demás países, diciendo que los ayuda, cobrando intereses usurarios cuando
nos compra bonos de deuda, o entrando dinero de los venezolanos en una valija
para financiar grupos terroristas de izquierda, mientras su pueblo está cada vez
peor.
Pero el máximo hartazgo es el de tener que soportar la
hipocresía de un ex presidente, que en realidad sigue siendo presidente,
vociferando con aire de compadrito, y desafiando a la primera potencia del mundo
gritando ridiculeces y pidiendo “que manden al fugitivo” para que rinda cuentas
acá, cuando él mismo lo ayudó a fugarse.
Estamos hartos de vivir en el único país del mundo
donde en vez de mejorar empeoramos, y estamos hartos de que aquellos que aquel
21 de diciembre de 2001 se deberían haber ido por que precisamente ellos eran el
problema, hoy sigan estando en el mismo lugar, y sigan siendo ellos el problema.
Lamentablemente, el 21 de diciembre de 2001 y las casi
treinta personas que dejaron su vida no sirvieron para nada.
Pablo Dócimo