El periódico inglés The Economist, liberal y capitalista como pocos, llamó a los argentinos a no engañarse con las promesas falsas del candidato presidencial Javier Milei y lo calificó como “autoritario” y un “riesgo para la democracia”. No es extraño. Dicho medio es efectivamente liberal y el postulante local es un cocoliche que mixtura ideas libertarias (no liberales), con un fuerte sesgo de conservadurismo autocrático y un personalismo patológico, que se pone en juego ni bien alguien lo contradice. Es el momento en que insulta, ataca, grita, muestra niveles de violencia alarmantes y agrede a quien se le cruce. Si es mujer, mejor.
Vacío de propuesta económica, lo que destaca hoy es la inclinación de su candidata a vicepresidenta, Victoria Villarruel, a justificar la desaparición forzada de personas, tal vez las torturas, los grupos de tareas y otras nimiedades de nuestro lamentable pasado. Algo que, en definitiva, ya le importa a muy pocos.
Incluso aquellos que vivimos los años de plomo y que despreciamos la forma en que el kirchnerismo se adueñó del discurso de los derechos humanos sin haber hecho nada por ellos jamás ya no queremos al país envuelto en esa discusión inconducente. Necesitamos mirar hacia adelante, porque el futuro parece bastante dramático y amenaza con devorarse a nuestra gente. Ya hubo un juicio, ya hubo condenas, ya hubo una CONADEP, lo demás es manipulación y un pasado que cada uno interpretará del modo que desee.
Su “equipo económico” es, a su vez, una dispersión de personajes entre siniestros, pasados de moda y sospechosos. Roque Fernández y Carlos Rodríguez fueron el equipo económico de la última parte del gobierno de Carlos Menem. Luego de la salida de aquella gestión de Domingo Cavallo, en plena primavera de la convertibilidad, ambos economistas quedaron al frente de la cartera de Hacienda y no consiguieron mantener los éxitos previos; al contrario, la política económica se desbarrancó, la desocupación subió a niveles en los que jamás había estado en la historia y se transformaron en la cara de la pobreza y la frustración social. Como antecedente de lo que nos depara el futuro si Milei es presidente, la palabra “aterrador” podría ser lo suficientemente descriptiva.
En el mismo “equipo” parece estar Emilio Ocampo, otro economista que en la semana posterior a las PASO se paseó por los canales televisivos explicando su plan de dolarización.
En su libro sobre dolarización, define un mecanismo para llevar adelante el titánico proyecto, en el que juega un rol sustancial un fideicomiso con sede en el exterior. Ocampo lo explica en una nota en el portal Infobae del 24 de abril pasado: “Creamos un vehículo fuera de la Argentina al que le transferiríamos activos y pasivos del Banco Central, el FGS de la Anses, canjeados por bonos emitidos con ley de Nueva York. Quedarían capturados como activos y la única tarea del fideicomiso sería pagar la deuda del Banco Central, cosa que podría hacer en cuatro o cinco años. Sería un fideicomiso con USD 110.000 millones de valor nominal. Hay quienes dicen que eso no vale nada, otros que dicen que vale 20 centavos por dólar. Pero es para pagar un pasivo de USD 30.000 millones, que es el déficit cuasifiscal del Banco Central al tipo de cambio blue. Y se pueden agregar otros recursos: por ejemplo, el 20% de las retenciones, que habría que ir reduciendo hasta eliminar en 4 o 5 años, más acciones de YPF y lo que resulte de la licitación del espectro de 5G”.
Es decir, la totalidad de los limitados activos de los argentinos pasarían a estar a disposición de un fideicomiso en el exterior manejado por quién sabe quién. Alguien podría pensar que el negocio del canje del 2010 es un maxikiosko al lado del que haría la consultora que maneje ese fideicomiso. Por otro lado, si la cosa no resultase bien, podría la Argentina ser el primer país en ir la quiebra o directamente desaparecer, porque todo su mísero capital, habría desaparecido.
Saliendo de este engendro y yendo a otra de las grandes preocupaciones de la gente, el gobierno del novio tántrico de Fátima Florez debería encarar el problema gravísimo de la inseguridad, el crimen organizado y el narcotráfico. Y cada vez que alguien le pregunta por ese tema a Milei, el postulante deriva la consulta a su vice que, según ha dicho, se encargará de la seguridad y la defensa.
El problema es que Villarruel no habla de su plan de seguridad, simplemente porque no lo tiene, no cuenta con un equipo que lo esté trabajando y carece de ninguna peregrina idea en la materia. Defender militares acusados de genocidio no habilita conocimientos en materia de seguridad ciudadana.
Este es parte del entorno de Milei, sin contar a su principal donante de campaña, Fernando Cerimedo, quien además ha declarado que maneja a los trolls del candidato en redes sociales y que es su vínculo con la familia Bolsonaro.
Además, no es excesivo considerar que el mismo Juan Grabois ha dicho sin tapujos que las listas de Milei las armó Sergio Massa, es decir, sus candidatos son hombres del partido de gobierno.
En síntesis, el postulante a la presidencia que despreciablemente acusa de “mogólico” a quien lo contradice, está rodeado de casta, es casta y, probablemente, la peor de las castas, la que simula no serlo para conquistar votos y no tiene ningún problema en defraudar a la gente al minuto de haber llegado al gobierno.