La Asamblea Nacional cubana ha nombrado Presidente
de Cuba al Ministro de Defensa, Raúl Castro, y más allá de la farsa montada en
torno a esta designación, y la “cara de sorpresa” que puso el nuevo dictador, ya
que inmediatamente pasó a leer un discurso redactado con varios días de
anterioridad, esto es, sencillamente, más de lo mismo, pero peor.
Raúl, un anciano homosexual con serios problemas de
cirrosis debido a su adicción al whisky —importado de algún país imperialista,
por supuesto— llega al poder por su rol de segundo en una dictadura de casi 50
años, y accede al cargo siendo directamente responsable de crímenes de lesa
humanidad perpetrados contra miles de personas en Cuba y alrededor del mundo.
Como miembro del Consejo de Estado, Raúl Castro firmó
centenares de sentencias de muerte contra opositores y disidentes.
Una dilatada carrera como asesino
Su carrera de asesino comienza en 1956, cuando mató a
un compañero durante su exilio en México. También, en esos tiempos durante la
lucha guerrillera en las montañas, ejecutó a desertores y delatores, y a
comienzos del gobierno revolucionario, estando a cargo de la provincia de
Oriente, hizo matar a cientos de hombres.
El 12 de enero de 1959, en un solo día, ordenó fusilar
sin juicio previo a 72 hombres en Santiago de Cuba. Al día siguiente, hizo
llevar a sucesivos grupos de hombres a Loma de San Juan, donde fueron fusilados
frente a trincheras recién cavadas.
Para terminar de describir la personalidad de este
asesino, debemos agregar que Raúl profirió varios tiros de gracia con regocijo.
Al concluir la masacre, un tractor echó tierra sobre las fosas comunes. Para
ocultar evidencias del crimen, Raúl hizo exhumar los cadáveres, forrarlos en
concreto y tirarlos a lo profundo del mar en la Fosa de Battle.
Estos hechos fueron sólo el comienzo, ya que existe
documentación sobre decenas de asesinatos, incluyendo de niños, en intentos de
salida de Cuba de los cuales Raúl es el principal responsable.
Su Fuerza Aérea llevó a cabo la Masacre del Río
Canímar del 6 de julio de 1980, que dejó al menos 56 muertos. Se estima que
muchos más civiles desarmados han sufrido igual suerte a manos de unidades
especiales de las Fuerzas Aéreas dedicadas a buscar balsas con refugiados para
hundirlas.
Un caso de público conocimiento fue el ocurrido el 19
de enero de 1994, cuando los jóvenes Iskander Maleras y Luis Ángel Valverde
fueron asesinados por tropas guardafronteras cubanas con órdenes directas de
Raúl Castro de disparar a matar al que intente asilarse en la Base Naval
Estadounidense de Guantánamo de los Estados Unidos. La hazaña fue premiada con
medallas y promociones.
También fuera de Cuba
En su cargo de Ministro de Defensa, Raúl Castro ha
sido responsable de crímenes de guerra dentro y fuera de Cuba. Durante el alzamiento campesino de los años sesenta,
sus fuerzas armadas incendiaron y ejecutaron sin juicio a cientos de
prisioneros.
Durante la invasión de Bahía de Cochinos, cinco
prisioneros fueron fusilados poco después de su captura y nueve fueron
asfixiados dentro de un camión sellado.
Durante todo su mandato, jóvenes en el servicio
militar obligatorio han sido fusilados o asesinados por disentir o querer
desertar, tal como Francisco Fernández Galván, fusilado el 20 de abril del 1979.
El saldo de víctimas se multiplica geográficamente y
en el tiempo con las incursiones militares de Cuba en la Latinoamérica, África y
el Medio Oriente. Los ataques intencionales a poblados de civiles en Angola
forman parte del legado.
Otro caso perfectamente documentado fue el ocurrido el
24 de febrero de 1996, cuando al mismo tiempo que se detenía a numerosos
opositores pacíficos en la isla, Raúl ordenó que aviones MIGs cubanos derribaran
en espacio aéreo internacional a dos avionetas civiles en misión humanitaria del
grupo “Hermanos al Rescate.” Murieron tres ciudadanos americanos y un joven que
había sido rescatado años atrás por el mismo grupo. La Organización de la
Aviación Civil en Montreal condenó el sanguinario acto y una Corte Superior de
los Estados Unidos encontró al gobierno cubano culpable de un crimen
premeditado.
Concluyendo
Creo, en lo personal, que la renuncia de Fidel no es
para ponerse contento, sino todo lo contrario, ya que el tirano, quien ostenta
el record de ser el dictador que más tiempo estuvo en el poder, hizo lo que
quiso, y renunció al cargo de presidente sólo para “legalizar” o blanquear, de
alguna manera, la entrega del poder a su hermano, al mejor estilo monárquico.
El pueblo cubano, lamentablemente, deberá seguir
esperando para poder expresarse libremente, poder salir con total libertad de la
isla, poder elegir democráticamente a sus gobernantes a través de elecciones
libres o, sencillamente, atreverse a pensar distinto y no ser encarcelado.
Como hemos visto, según lo arriba expuesto, que no son
pensamientos subjetivos sino hechos reales y concretos, perfectamente
documentados, podemos decir que de aquí en adelante en Cuba veremos más de lo
mismo, pero peor.
Pablo Dócimo