Según esta creencia difundida por los
fantasiosos autores de ciencia ficción y “platillistas” que pretenden dominar
una auténtica ciencia acerca de supuestos habitantes inteligentes de otros
planetas, sino de nuestro sistema solar, de más allá, en otras galaxias, (con lo
cual estuvo de acuerdo incluso el gran Carl Sagan), estos alienígenas habrían
crecido también moralmente, incapaces de causar daños al casi “salvaje” Homo
sapiens, sino por el contrario, dispuestos siempre a ayudarle, aunque
respetando su libertad sin sojuzgarlo jamás, ni política ni biológicamente. De
lo contrario ¿cómo se explicarían los hechos del pasado en que florecieron las
civilizaciones en diversos puntos distantes del globo, inspirados por los
extraterrestres que, dado su poderío superior, bien pudieron haber esclavizado a
toda la humanidad?
Si esto no ha ocurrido y continuamos siendo vigilados en la
actualidad, ello hace presuponer a muchos que algún día volverán a nuestro
planeta esas inteligencias que nos visitaron en el pasado, quizás para impedir
esta vez una tercera conflagración mundial, que sería de fatales consecuencias,
no sólo para el hombre, sino para la estructura del sistema solar, que se vería
afectada por una reacción nuclear en cadena destructiva del globo terráqueo.
Esta idea sobre la vigilancia desde el espacio por parte de
superinteligencias, infunde seguridad con proyecciones hacia el futuro y puede
muy bien transformarse en una pancreencia que, incluso, podrá reemplazar, aunque
sólo sea en el plano subconsciente, a la creencia de un dios universal protector
Todos los casos registrados por la crónica durante las
famosas “oleadas” de avistamientos de décadas atrás, sin la puesta en evidencia
ante todo el público de los seres de otros mundos a partir del año 1947 cuando
un piloto civil estadounidense creyó divisar desde su avión en pleno vuelo,
nueve discos sobrevolando el monte Rainier de 4.394 m en el estado de
Washington, hicieron historia para la ufología. A partir de entonces se
multiplicaron las observaciones por todo el mundo. Esa ha sido la chispa que
encendió las luces de una nueva pseudociencia que tuvo su auge durante varias
décadas. A los escépticos, nos parece ser que esa batahola sólo obedecía al
negocio de la venta de libros sobre el tema con seguro éxito de best sellers,
pues las ediciones platillistas inundaron el orbe y hubo tiradas que se agotaron
y obligaron a hacer reediciones.
Por de pronto, en aquellos tiempos pareció ser que esos
alienígenas de vaya a saber que planeta o sistema solar, no tenían interés
alguno en entrometerse en los asuntos humanos, respetando así nuestro libre
albedrío, hasta tanto no se produjera un motivo suficientemente serio para tal
intervención con el fin de salvar al género humano de su propia iniquidad y
garantizar la continuidad de la estructura y proceso planetario del sistema
solar, considerado en peligro por el descubrimiento y afirmación en aquellas
décadas coincidentes con los avistamientos por parte de la traviesa criatura que
es el hombre: la energía nuclear.
De esta manera, los supuestos seres extraterrestres se
constituyeron en los verdaderos dioses naturales para la humanidad, que velan
por ella y quizás ¡los mismos sembradores de vida sobre nuestro planeta, o, por
lo menos los que han puesto los rimeros hombres sobre su faz. (¡La imaginación
no tiene límites, es evidente!).
Para esta neocreencia no existen barreras. De nada valen las
objeciones de la ciencia astronómica, de la biología, de la genética, de la
paleontología, de la evolución de las especies confirmada, porque la imaginación
humana puede lograr siempre alguna escapatoria a la cuestión, al margen de la
ciencia, claro está, pero esto no obsta para que el crédulo continúe aceptando
cosas no evidentes para lo investigadores, que no se pueden demostrar mediante
pruebas contundentes, pero cuya vigencia se explica por la necesidad imperiosa
del ser consciente de obtener seguridad en la existencia.
De este modo se desplaza también el enigmático problema del
origen de la vida.
En lugar de ser nuestro planeta, con sus elementos y
condiciones físicas que reinaron hace nada menos que millones de años, el
formador del primer plasma viviente, éste habría sido traído de otro cuerpo
planetario para desarrollarse aquí, en nuestro globo terráqueo.
Así, el origen de la vida se perdería en el pasado remoto,
dando esto a su vez motivos para especular extensamente, imaginando mil
explicaciones distintas.
No importa (para el caso) el lugar del Cosmos habitado por
esas inteligencias, que se interesaron por lo que hace el hombre sobre su
planeta que denomina Tierra, cuando casi toda su superficie es agua.
Pueden hallarse asentadas sobre alguno de los restantes
planetas de nuestro sistema solar o en alguna luna perteneciente a ellos, o
poblar otros sistemas solares de nuestra galaxia o de otros conglomerados
estelares.
Así, si la astronáutica llegara a descubrir que ninguno de
los ocho restantes globos planetarios que se trasladan alrededor del Sol posee
vida inteligente alguna, la imaginación trasladaría de inmediato el habitáculo
hacia otros soles; si esto la astronomía lo niega con pruebas basadas en el
cálculo de probabilidades, entonces la fecunda imaginación humana trasladaría a
la supercivilización a otras galaxias lejanas, para ponerse a tono con la
posición que acepta la astronomía, pero el choque, esta vez, será con la ciencia
física, que no admite una velocidad superior a la de la luz, poniendo en serias
dificultades la idea de que ciertos seres de otras galaxias puedan visitarnos
yendo y viniendo a lo largo de los milenios, desafiando los millones de años luz
que separan estos cuerpos.
El argumento desafiante a la física, surge de inmediato: si
se trata de inteligencias superiores con muchos milenios de adelante con
respecto a la humanidad, deben haber superado la velocidad de la luz con sus
naves y nuestros conocimientos de física son aún incipientes y también
equivocados en muchos aspectos con respecto a los de ellos.
La escapatoria especulativa siempre es posible en materia de
creencias, por cuanto ni siquiera la Ciencia Experimental resulta ser un
obstáculo para que una creencia razonada sin datos serios continúe vigente.
De esta manera, todos los dioses de la antigüedad, fueron
extraterrestres, todos los personajes sobresalientes divinizados fueron
benefactores provenientes de otros mundos que desearon ayudar a los seres
humanos. Todas las construcciones antiguas de todos los continentes, desde esta
óptica, fueron al menos inspiradas si no hechas por visitantes extraterrestres,
y ante la encrucijada en que se encontraba la sociedad humana, años atrás, por
razones ideológicas (tensión este oeste), circunstancia en que la mitad de la
humanidad se hallaba potencialmente preparada para embestir a la otra mitad y
viceversa, muchos creyentes depositaron sus esperanzas en el regreso de los
“dioses” del espacio. Seres como nosotros de carne y hueso, pero de
inteligencias formidables y técnicas asombrosas, que hicieron que en la remota
antigüedad el hombre creyera estar en presencia de divinidades encarnadas que
luego volvieron a su estado espiritual, sin poder comprender cómo del cielo
podían descender “humanos” o “humanoides”, cuando no se poseía noción alguna
sobre planetas, soles y galaxias.
El regreso de esos “dioses”, significaría para muchos la
puesta del punto final a la carrera armamentista del hombre que marchaba hacia
su autodestrucción, habida cuenta de la supuesta experiencia que habrían tenido
estas inteligencias extraterrestres cuando la destrucción por una explosión
nuclear, del supuesto planeta que falta entre las órbitas de Marte y Júpiter,
convertido hoy en un enjambre de asteroides, como evento ejecutado por cierta
civilización semejante a la del hombre, que habría llegado a la misma
encrucijada que éste.
Para impedir otro evento parecido estaríamos siendo
vigilados por escrutadores ojos de extraterrestres, por seres listos para
rescatar a la humanidad de otra hecatombe cósmica provocada.
Incluso en el terreno científico, eminentes astrónomos
como Carl Sagan, y Fred Hoyle creían que la vida era un fenómeno común en el
universo.
Sagan, por ejemplo, —si bien no hablaba de humanoides— creía
que las civilizaciones extraterrestres se cuentan por millones tan sólo en
nuestra galaxia Vía Láctea.
Esta es una prueba de cómo se enciende la imaginación del hombre ante el deseo
de hallarse acompañado en el Cosmos.
Ladislao Vadas
Ya es hora de entender de que nosotros somos decendients de otros planetas de sistemas solares muy lejanas del sistema solar que actualmente en vida nos es muy dificil viajar a travez del tiempo y espacio, pero ellos volverán a seguir orientandonos para con la fé.hacia el todo poderoso, y también nos pedirá cuentas, donde debemos estar preparados con la purificación de nuestras energías.(el alma del ser humano).para viajar a travez del tiempo y espacio.
sera que los ovnis podria legar al mundo los tendria como esclovo
Ladislao Vadas es un hablador de estupideces. Le duela a usted creerlo o no, la ciencia no es el unico paradigma de entendimiento de la realidad que existe. Y en cuanto a la vida extraterrestre, es matemàtico que la tiene que haber. toda la mierda que usted ha escrito està destinada a quedar ridiculizada, por cuanto solo un bruto adoctrinado a la usanza cientificista actual podrìa no considerar la plausibilidad de un universo lleno de vida. Lo que pasa es que usted sigue atrapado en la cosmovisiòn aristotèlica, creyendo que la tierra es el centro del universo en terminos biologicos. Siga durmiendo de ese lado.