El populismo peronista y parte de la chauvinista mentalidad argentina se combinaron para que el país estuviera siempre del lado equivocado del tablero internacional.
Aun en las épocas de gloria de la Argentina el país adoptó posturas que lo asociaron, no con la defensa de los valores que parecían surgir de su propia Constitución, sino con intereses que nada tenían que ver con ese conjunto axiológico.
En momentos claves del mundo, cuando la paz y la libertad estuvieron en peligro, el país asumió posiciones poco claras cuando no directamente aliadas con el lado equivocado, si por equivocado entendemos estar del lado de fuerzas que procuran la servidumbre del individuo.
Esa incoherencia valorativa entre lo que dicen los cimientos fundantes del país -escritos en abril de 1853 y jurados el 1 de mayo de ese año en Santa Fe- y las posiciones internacionales que sostuvo, hicieron que se ganara un concepto de sospecha por parte de las naciones que sí aparecían comprometidas con la defensa de la libertad.
No vale la pena recordar aquí la vergüenza que significó haber ayudado al nazismo durante la presidencia de Perón, haber asilado a sus jerarcas y ser neutral frente a un régimen horroroso.
Pero aun luego de eso, en muchísimas oportunidades en las que el país tuvo la chance de redimirse, una vez más, ese resentimiento hueco y completamente inexplicable frente a los EEUU, lo llevaron a caer en las mismas malas lecturas y -lo que es peor- a entrar en asociación directa con dictaduras, estados terroristas u otros que persiguen sistemáticamente la reducción del ser humano a la esclavitud.
Recientemente, en una presentación frente a la Comisión de Defensa de la Cámara de Representantes, la General que ejerce la Jefatura del Comando Sur de las Fuerzas Armadas de los EEUU y estuvo en la Argentina la semana pasada, Laura Richardson, identificó, con nombre y apellido, a dos de esos países como “evil forces” (fuerzas malignas). Esos países son Rusia y China, dos de los principales aliados de la Argentina durante la gestión kirchnerista que comenzó en 2003.
Al matrimonio Kirchner siempre lo embelesó (para aplicarlo a la política interna del país) el modelo ruso postsoviético que, hace tiempo ya, encarna el carnicero nazi Vladimir Putin. Por otro lado, en materia internacional, y al solo efecto de joder la relación con los EEUU, buscó una arrastrada alineación con China a la que, como frutilla de un postre que ya contaba con innumerables ejemplos de “entrega”, le concedió la soberanía territorial sobre un área de 200 hectáreas en la provincia de Neuquén, en un oscuro procedimiento que incluyó el robo de parte de su propiedad a la familia Guevara (digo robo porque el gobierno técnicamente expropió el campo pero nunca le pagó un peso a sus dueños en concepto de indemnización, por lo que la figura que cabe al caso es la del robo, puro y simple).
En ese lugar China construyó una base que nadie a ciencia cierta sabe para qué puede usarse. El gobierno argentino no tiene jurisdicción ni potestad para pedir esas explicaciones y solo la jefatura del Ejército Popular de Liberación chino podría autorizar un acceso siempre limitado a lo que ellos permitan mostrar.
Solamente para proponer un ejercicio de visualización me gustaría invitar al lector a tratar de generar en su mente las imágenes que crea podrían haberse materializado si semejantes actos de “venta de la Patria” se hubieran comprometido con otras naciones.
La llegada al gobierno de Javier Milei también significó, en este orden, un golpe disruptivo sobre el tablero que regía hasta el 10 de diciembre de 2023. Ya en campaña, el presidente había advertido que su administración no iba a tener preferencias por países comunistas, terroristas, socialistas o que de alguna manera estuvieran identificados con la persecución de la servidumbre. Al contrario, dijo que su gobierno tendría dos aliados principales: los EEUU y el Estado de Israel.
En el campo de las “efectividades conducentes”, sin embargo, el kirchnerismo se encargó de atar la alianza con China a una rastrera dependencia económica que incluyó un swap de monedas para engrosar las inexistentes reservas del BCRA aunque mas no fuera para dibujar un número que disimule el desastre y para utilizar en compras de bienes y servicios (únicamente) a China.
El razonamiento actual es que si el presidente decidiera cambiar su alianza internacional China le exigiría la devolución del swap. No es un mal razonamiento.
A su vez el Presidente dio a entender claramente que el proyecto kirchnerista de entregarle a China una nueva base (disimulada bajo la construcción de un puerto de aguas profundas en Ushuaia) quedaba completamente anulada y que ese puerto sería construido por los Estados Unidos en asociación con la Argentina.
Los análisis geopolíticos indican que, quizás, en un futuro conflicto bélico, el pasaje del Atlántico al Pacífico por el Canal de Beagle podría resultar estratégicamente clave, por lo que el que controle el puerto de Ushuaia tendrá un valioso as en la manga. El kirchnerismo pretendía entregarle ese as a China creyendo que aun regía en la mente argentina el resentimiento antinorteamericano y que nunca nadie le enrostraría el haber “entregado la Patria” por eso.
Pero parecería que ese estado mental nacional ha comenzado a cambiar. Son millones los jóvenes que ya “no se comen una” y que quieren vivir como muestran las películas norteamericanas y usufructuar a buenos precios los artefactos que la ingeniosidad norteamericana inventa. Además el cuento de “la venta de las Patria” ha descendido a un escalón tan grosero con lo que el peronismo kirchnerista hizo con China, Rusia e Irán que quienes esgriman ese argumento (por el caso de la alianza con los EEUU) se exponen a recibir una estertórea carcajada por respuesta, como la recibió recientemente el inútil de Alberto Fernández cuando ensayó un tuit de crítica al Presidente por su encuentro con Richardson, después de que el sinvergüenza se arrastrara humillantemente frente a Putin y Xi Jinping en más de una ocasión.
Queda entonces el tema “metálico” y la extorsión china de “enojarse” y exigir la devolución del swap. El tema no debería ser de difícil solución si los EEUU consideran realmente estratégica su alianza con la Argentina en el Atlántico Sur. Quizás una sugerencia de Richardson utilizando los canales adecuados sirva para lubricar el fin del intríngulis. Un tango bailado de a dos.