¡Recién Publicado!
cerrar [X]

Los dos mundos

0
EL REAL Y EL DE FANTASÍA
EL REAL Y EL DE FANTASÍA

1. El mundo físico real

    El hombre, por causa de su naturaleza psíquica, vive en dos mudos diferentes que se superponen: el mundo físico real, y el mundo creado por la mente.

 

    Por razones prácticas vamos a denominarlos mundo 1 y mundo 2 respectivamente.

    El mundo 1 es aquel con el que “chocamos” desde que nacemos. Es el que nos revelan nuestros sentidos, nuestras experiencias, es como el de los animales que viven en contacto con la naturaleza, una naturaleza muchas veces hostil, de la que sólo pueden escapar escondiéndose, mimetizándose, esquivando al enemigo con artimañas o atacándolo para defenderse ante una amenaza seria. El animal no vive de ilusiones, no puede evadirse del mundo real, cosa que sí puede lograr el hombre como veremos luego.

    El mundo 1 es el de los accidentes, de las enfermedades, de las pestes, de las contrariedades de todo orden. Es el mundo de los ataques alevosos, de las luchas, de las guerras territoriales entre los hombres de diversas culturas, razas o creencias, en una palabra, es el mundo de la lucha por la existencia y contra el avasallamiento.

    También es el mundo de la ciencia. El hombre, para conocer mejor su entorno, dedicó su tiempo a la investigación, a las experiencias buscadas, a la paciente observación, y de ahí nació el conocimiento científico, esto es, una mejor comprensión del mundo lejos de toda fantasía. Pero esto fue muy tardío. Durante muchos milenios el episodio Homo, suscitado sobre la faz de la Tierra como fenómeno reciente comparado con otros hechos como los astronómicos, geológicos y biológicos antiguos, tuvo que vivir enfrentado a un mundo real incomprensible. Mientras fue animal irracional se comportaba como los demás animales, instintivamente; esquivando los peligros como mejor podía, escondiéndose, agrediendo, luchando permanentemente para sobrevivir en un ambiente casi siempre hostil. El planeta que nos “da el ser” jamás ha sido un vergel, ni clase alguna de paraíso. Sus climas que van desde el más tórrido hasta el más gélido ambiente con sus variaciones bruscas acompañadas de periodos de intensas sequías con otros de intensas precipitaciones pluviales, plagas, y otras calamidades telúricas, acosaban constantemente a las primitivas familias humanas. Sobrevivir era sin duda una empresa heroica entre poblaciones que morían como moscas durante los cataclismos naturales, hambrunas, y pestes, sin que dios bueno alguno se apiadara de sus “amorosas” criaturas.
Se dirá que quizás exagero. “¿Quién lo ha visto?” se preguntarán algunos. “¿Hay acaso testimonios?”, interrogarán otros. “No son necesarios” contesto. Basta con observar lo que ocurre hoy en la naturaleza donde domina la cruel “ley de la selva” e imaginarse a la fauna contemporánea a los homínidos primitivos, cuyas formas vivientes nos revela hoy la paleontología.

    Mientras los hominoides fueron de pocas luces, este panorama ambiental era soportable, como también lo era para las otras especies vivientes. Pero el problema surgió cuando en la etapa evolutiva siguiente el homínido tomó conciencia del peligro en cierne. A éste se sumaron ciertas señales extrañas y eventos inexplicables que atemorizaban a un homo primitivo ya consciente y racional: el trueno, el rayo, las erupciones volcánicas, los terremotos, maremotos, tempestades huracanadas, eclipses de luna y de sol, apariciones de cometas, la toma de conciencia del terrible significado de la muerte como tránsito hacia la nada, etc. Todo esto tornaba insoportable la existencia del Homo cuyas zozobras podemos comparar al miedo de un niño en la oscuridad de un bosque.


2. El mundo creado por la mente

    La salida de la cuestión fue drástica, brutal, pues nadie planeó nada ya que ni lo dioses creadores así como ninguna otra divinidad inteligente existieron ni existen.

    ¿Qué sucedió durante la marcha evolutiva del género Homo?

    Ocurrió que por mutación genética la especie autoclasificada luego como “sapiens”, que también se podría denominar fantasioso, adquirió la facultad de fantasear.

    Pero esto no constituyó un paso suave, “indoloro” hacia el mundo 2. Esto no significó que de pronto todos los individuos del planeta hayan adquirido dicho prodigio por alguna especie de mutación colectiva milagrosa, en tal sentido.

    Esta cualidad tuvo que aparecer forzosamente de modo primordial, en un solo individuo mutante que dejó descendencia El gen responsable de la facultad de la fantasía debió tener carácter dominante, y su resultado: el nuevo Homo fantasioso predominó sobre los cerebros toscos desprovistos de esa cualidad.

    Al principio, esta facultad debió ser rudimentaria, pero puesto que en la ciega naturaleza en bruto no existe piedad para nadie, se han ido extinguiendo todos lo individuos temerosos que no poseían ese mecanismo de escape de la realidad insoportable o que la presentaban débilmente, y fueron quedando
como reproductores sólo los más fantasiosos que supieron evadirse de la cruel realidad.. De este modo la cualidad fue en incremento y gracias a la fantasía nace entonces el que denomino mundo 2, que permite evadirse mentalmente del insoportable mundo 1, pues en aquel se ubican toda suerte de seres protectores (puro invento, sí, pero útiles) que nos liberan de todo mal.

    La evasión es por lo visto ficticia, no hay duda, es sólo una ilusión, pero no por ello ineficaz para la marcha de la evolución de la especie sapiens que ahora podemos denominar como subespecie “fantasiosa”. Por el contrario, significó la salvación de dicha especie, pues de no haber aparecido ese ilusorio mundo protector, entonces la desesperación, el terror enfermante, el suicidio, hubiesen dado buena cuenta de la humanidad en gestación.

    Esto no ha sido necesario, pues según mi óptica jamás existió plan divino alguno, ni finalidad en la supuesta “creación” del mundo.

    No fuimos necesarios. No somos necesarios. Pudimos no haber aparecido nunca, ni siquiera nuestro planeta, ni el sol, y el universo hubiese continuado adelante, pero estamos aquí con todo eso ¡por exclusiva casualidad! Y el recurso de la fantasía nos salvó de la extinción, fue un evento más que nos hizo posibles en esta breve chispita que nos toca vivir dentro de la eternidad.

    Somos y basta. Brevemente, pero existimos. Al resto del universo no le interesamos porque es inconsciente y pronto no quedarán ni rastros de nuestra existencia como humanidad, por más que ilusoriamente se hable de la eternidad de ciertas cosas.

    Todo esto es ilusión, y no lo es menos la creencia en infinitos dioses que nos protegen, o “nos prometen” más vida después de la muerte. Al menos esta es mi opinión basada en las Ciencias Naturales en las que he abrevado, enfrentadas con distintas corrientes teológicas.

    ¿Cuáles cosas han sido creadas por la fantasía y por lo tanto pertenecen al mundo de ficción? ¡Son legión! Veamos sólo algunas:

    El espíritu, el mundo espiritual, las almas, los dioses, ángeles buenos o malos (demonios), fuerzas ocultas y toda suerte de poderes o seres espirituales imaginados como residentes en la Tierra y en el cielo (tanto en el cielo de arriba, como en el cielo de abajo, pues, lo que de día vemos arriba, de noche está abajo), las supersticiones, los milagros de toda especie, los poderes mentales, las curas milagrosas, los poseídos por un dios o demonio o por legiones de diablos, la creencia en dos poderes: maligno uno, bueno el otro (el dios único de los auténticos monoteístas), el dios trinitario, el dios de los panteístas que lo ocupa todo desde la última galaxia hasta el parásito terráqueo más repugnante, el determinismo fatal (destino fatal) o la predestinación, el paraíso, el infierno el libre albedrío, las profecías, los profetas iluminados, las adivinaciones (mancias), los mesías “verdaderos” y los falsos, las encarnaciones y reencarnaciones, la magia negra, la brujería, la hechicería… y todos los vagones que siguen a este interminable tren de fantasías habidas y por haber.

    La mente humana es una eterna creadora de seres y mundos fantásticos. Las gorgonas, la hidra de las siete cabezas (monstruo del lago de Lerna), las sirenas, los navíos fantasmas, los espectros, el unicornio, el leviatán hebreo, los gnomos habitantes subterráneos, los silfos del aire, la leyenda de los cíclopes, y más modernamente las historias de los “platillos volantes” y de los “humanoides extraterrestres”, las fábulas del yeti “el abominable hombre de las nieves” del Himalaya y del monstruo Nessie del lago Ness de Escocia, y del “nahuelito” argentino habitante misterioso del lago Nahuel Huapi; el triángulo mortal de las Bermudas (supuesta base submarina de los extraterrestres en su incursión en nuestro planeta hace ya algunas décadas) y … ¡todo lo que la fantasía quiera… y pueda!

    Puede surgir una duda referente a ciertas creaciones mentales del mundo 2 que se desvían de los motivos prácticos, pues he hablado de fines protectores frente al medio hostil e incomprensible en tiempos precientíficos. Es que la fantasía rebasa lo puramente práctico y envuelve a la mente creadora en un mundo fantástico de entretenimiento (mitos inofensivos) en un universo de temores imaginarios propios de la superstición “frente” a seres monstruosos, dragones horripilantes y criaturas alevosas. Temores que se suman a los originados frente a la enigmática naturaleza, pero he aquí que en el mundo de ficción siempre existe un escape que no se da en el mundo real: los monstruos pueden ser dominados por medio de ciertas artes mágicas; los imaginarios dioses alevosos, malos y terribles, son aplacados mediante oraciones, ritos y sacrificios; el destino es rehuido, burlado por medio de los oráculos; las posesiones demoníacas son conjuradas por los espíritus buenos.

    No existe nada imposible en el mundo de ficción y esto es lo que salva al hombre de la angustia, la desesperación, la enfermedad psicosomática y la muerte. El mundo se torna así ilusoriamente dominable y el mecanismo psíquico al verse rodeado de seguridad funciona mejor en beneficio del cuerpo. Esta explicación biológica del porqué de la existencia de los dioses, de lo espiritual y la esperanza de vida eterna de la mente humana, la considero única posible. Toda otra explicación enfocada inversamente, desde el ámbito espiritual se me figura extemporánea, falsa, porque parte precisamente de una elaboración mental, de la ficción del mundo 2 que es un añadido mental al mundo 1. Y más aún, es un producto relativo no único posible, pues si yo imagino a su vez a otros hipotéticos seres conscientes inteligentes de otras galaxias totalmente apartados de la forma humana o humanoide, queda borrado todo nuestro mundo 2, reemplazado quizás por un mundo 3, 4, 5, etc.

    Basta para ello con cambiar nuestros órganos de la percepción del mundo real para extraer de él distintas versiones de mundo ficticio y hallarnos inmersos en otro tipo de relaciones con el medio ambiental físico y “social”.

    Si “oliéramos” los sonidos, “escucháramos” los olores o percibiéramos las ondas de radio directamente sin receptores artificiales, si viéramos con otra gama de ondas electromagnéticas distintas de la “luz”, si perteneciéramos a una sociedad solidaria en términos absolutos, donde ni siquiera fueran necesarias las leyes penales, ¿qué imagen obtendríamos del mundo?

    Todo nuestro mundo biológico, socio, político, económico, es tan sólo una versión de mundo, por necesidad. Otros seres ni siquiera necesitarían comer para sobrevivir. En el supuesto de que captaran energía solar como los vegetales y tomaran minerales del suelo por succión, ¿qué panorama económico alimentario presentaría una sociedad así? Y así con todo lo demás, podemos pensar en una sociedad apolítica, o anárquica, sin leyes por ser innecesarias. Nosotros pensamos “en humano” y nada más, luego extrapolamos nuestro antropomorfismo e imaginamos ángeles en el cielo con figura humana, como niños alados o un demonio con cuernos, cola en punta, provisto de un tridente. Concebimos a un dios “Padre” porque nosotros tenemos padre; una Virgen madre para un dios Hijo, porque nosotros somos hijos y tenemos madre; ejércitos de espíritus en el cielo que entran en lucha, espada en mano, porque los terráqueos poseemos ejércitos y se nos da de vez en cuando por la lucha armada; caída en el pecado porque somos proclives hacia la maldad; necesidad de salvación porque en la vida a veces nos vemos perdidos, y así con todo.

    Esto se denomina proyección mental de la índole humana desde lo ilusorio, fantástico; una exteriorización de nuestra forma de ser programada naturalmente en el plan genético (ADN), una forma de ser no única posible en el universo.
Proyectamos nuestro ser sobredimensionado sin caer en la cuenta de que “antropomorfisamos” (valga el neologismo) el mundo y reducimos el universo entero a algo así como un entorno que se debe únicamente a nosotros. No diferimos en nuestros conceptos, entonces, del mundo geocéntrico de los antiguos, de Eudoxo, Calipo Pitágoras, Aristóteles y Claudio Ptolomeo.

    La realidad es muy otra.


3. Regreso al mundo real

    Sentadas las bases de la existencia del mundo de ficción en que vive la mayor parte de la humanidad, reconocemos su necesidad. Sin este mundo hubiese sido problemática la supervivencia del hombre tal como es ahora con su inteligencia, conciencia y razón. De no haber hecho su aparición aleatoria la capacidad de fantasear para evadirse el hombre del proceloso y enigmático mundo real, quizás hubiesen quedado sólo unos homínidos de mentalidad oscura, tosca, con alguno que otro asomo de lucidez, pero más próximos a los simios actuales como el chimpancé, el gorila y el orangután. Seríamos solo un poco superiores a los chimpancés, sin ideas de lo espiritual, sin dioses ni religión alguna, pues los más lúcidos al verse ante las cosas tremebundas de este mundo sin explicación alguna, quizás se hubiesen suicidado.

    También he explicado en mi libro exobiológico Naves extraterrestres y humanoides, donde rebato la existencia del humanoide extraterrestre, que una supuesta “civilización” de otra galaxia no tendría por qué creer en algún dios por razones de supervivencia como en nuestro caso. En aquella obra escrita hace muchos años he planteado cosas como ésta:

    “¿Habrían llegado (esas civilizaciones) al concepto de alma contrapuesto al de cuerpo? ¿Tendrían necesidad de religión, de creencia en algo superior?”

    A estos interrogantes he respondido y sigo respondiendo que: “todo depende de sus relaciones yo-naturaleza”. Si estas son armónicas y satisfacen plenamente el motivo existencial, entonces pueden carecer de toda idea de divinidad, máxime si sus existencias se halla garantizadas para sobrevivir y encuentran justificativos existenciales, es decir libres de achaques como los que aquejan a la humanidad, la que se ve obligada a buscar apoyo aunque más no sea en alguna ilusión, y que sus motivos existenciales (¿ciencia?) se vean realizados en plenitud, sin frustraciones que obliguen a buscar amparo en las divinidades.

    “Frente a nosotros, los humanos, ellos serían (sin advertirlo) solidarios, desinteresados, poseedores de libertad, justicia, etc., porque aquí en la Tierra siempre faltan estas cosas en plenitud; mas para ellos no existirían tales conceptos por no tener con qué confrontar sus virtudes poseídas de suyo, por cuanto esos seres exquisitos jamás entenderían nuestro mundo, nuestra forma de ser. (Véase al respecto: de Ladislao Vadas, Naves extraterrestres y humanoides. (Alegato contra su existencia), Imprima Editores, págs. 138 y 139).

    Pero aquí, en nuestro planeta, las cosas se dieron tal como las conoceos y somos; nuestros ancestros necesitaron rodearse imperiosamente de un mundo fantástico, repleto de dioses que explicaran los fenómenos naturales de otro modo incomprensibles, pletórico de espíritus capaces de torcer el destino a nuestro favor una vez invocados, repleto también de imaginarios seres alevosos, que no obstante podían ser dominados, aplacados en su sed de maldad, apaciguados mediante danzas rituales, oraciones y sacrificios. De este modo el hombre pudo dominar (solo ilusoriamente) la naturaleza, ese mundo 1, y de paso también sus propias creaciones mentales demoníacas, a saber: los espíritus maléficos del mundo 2, añadidos a los inexplicables y nefastos embates de la naturaleza ciega.

    Pero he aquí que ahora, con el velocísimo avance científico que explica y desmitifica el mundo 1, el mundo 2 se torna superfluo y hasta peligroso, además de constituir un permanente escollo para muchos que se ven impedidos de ver esclarecida la realidad. Y esto no es de ahora. Las religiones y toda clase de supersticiónes siempre se han constituido en obstáculos para el avance del conocimiento desde que el hombre se ha dedicado a la causa de la Ciencia.

    Es por ello que hoy, a esta altura de la civilización, se hace imperioso regresar al mundo real, ya no es necesario el mundo 2 para sobrevivir mejor. La ciencia y la tecnología sanas están creando un mundo más seguro, salvo las amenazas bélicas que hay que superar. Se están venciendo las enfermedades, el promedio de vida ha aumentado. Pensemos en las vidas útiles. Hay mayor comodidad, disfrutamos de transportes veloces y sólo hay que perfeccionarlos para que sean más seguros, la sociedad se halla intercomunicada, las máquinas nos ahorran esfuerzos, la ecología es defendida gracias al alerta científico, y aunque todavía falta muchísimo, no será en el mundo de ficción y de las pseudociencias creado por la mente fantasiosa donde hallaremos soluciones y nuevos avances. Por el contrario, mientras la ciencia que nació del conocimiento del mundo real se ha distanciado años luz del mundo 2, éste se halla estancado. Está como al principio. No ha progresado un ápice, ni es aliciente de progreso alguno porque simplemente ¡no existe fuera de la fantasía mental! Es solo un espejismo, una ilusión. No hay ángeles, ni santos, ni dioses, ni vida más allá de la muerte que justifique el padecimiento en esta vida; no existe lo espiritual, existe nuestra psique que fue tomada en otros tiempos de superstición por algo espiritual, ajeno a las neuronas, moléculas, átomos quarks.

    Podemos representar gráficamente el fenómeno antrópico mediante una onda, el punto de partida de esta línea es la oscura ignorancia del autoclasificado Homo sapiens (adviértase la paradoja entre: la ignorancia plena de muchísimos hombres y el nombre específico de sapiens), quien en los tiempos primitivos se vio obligado a abandonar el mundo 1 para refugiarse en su fantástico mundo 2 por él inventado. Una vez en plena era científica esclarecedora, la onda asciende y va hacia el mundo 1 que ahora es más conocido y menos peligroso. Ya no es necesario el mundo 2. Esto a grandes rasgos. Pero aún quedan resabios del mundo 2 que molestan, que entorpecen. Miríadas de adivinos, tarotistas, magos, astrólogos, profetas, iluminados, curanderos, esoteristas se lanzan a la pesca de incautos con fines de lucro y los religiosos fanáticos y peligrosos no se cansan de despotricar contra la ciencia que es lo mejor que pudo crear el hombre para sentar las bases de un mundo más seguro, desprovisto de falsas ilusiones.

Ladislao Vadas

 

0 comentarios Dejá tu comentario

Dejá tu comentario

El comentario no se pudo enviar:
Haga click aquí para intentar nuevamente
El comentario se ha enviado con éxito
Tu Comentario
(*) Nombre:

Seguinos también en

Facebook
Twitter
Youtube
Instagram
LinkedIn
Pinterest
Whatsapp
Telegram
Tik-Tok
Cómo funciona el servicio de RSS en Tribuna

Recibí diariamente un resumen de noticias en tu email. Lo más destacado de TDP, aquello que tenés que saber sí o sí

Suscribirme Desuscribirme

¿Valorás el periodismo independiente?
Municipio de Moron. Corazón del Oeste
Mokka Coffee Store
Cynthia Gentilezza. Analista en seguros