"Tenemos que reflexionar sobre quiénes son
los titulares de los derechos de la información y la libertad de prensa, si son
los grandes medios de comunicación o los ciudadanos, que merecen que todos los
relatos que una sociedad tiene acerca de sus acontecimientos sean difundidos con
la misma intensidad, de la misma manera, es importante que todos tengamos la
libertad de poder escuchar a todas las voces, a todos los relatos, y que además
lo hagamos en un marco de democratización profunda y de rechazo a toda forma
discriminatoria. Esto es de hablar de calidad institucional. Quienes más
la reclaman o la editorializan son los que menos la practican. Espero que todos
podamos gozar de la libertad de prensa y de la libertad de información, de toda
la información, también la que tiene un relato diferente al que quiere
instalarse de que a los argentinos nos va todo mal. Nos deben la calidad
institucional y democrática que han reclamado por siempre, por supuesto, a los
otros", manifestó Cristina Kirchner en el comienzo de la tarde del viernes 4 al
dejar inaugurado un observatorio de medios contra la discriminación.
Muy interesante, sobre todo cuando estos conceptos son
vertidos luego de iniciada la tregua de 30 días resuelta por las entidades
agropecuarias, falsamente travestida la misma como una victoria del oficialismo.
Si se desgrana puntillosamente la palabra presidencial, se
cae en la cuenta que parece que le vienen a sí misma como anillo al dedo.
Primeramente, Cristina alega que se debe reflexionar sobre los titulares de la
libertad de prensa, los ciudadanos indudablemente, los cuales fueron y son
marginados del conocimiento de la realidad a causa de los pactos entre los K y
los aludidos dueños de los multimedios informativos. Claro ejemplo de
esto, lo constituyó la ausencia de imágenes de la protesta de la noche del
martes 25, que mientras esta tenía lugar la tele mostraba cualquier verdura.
Además, su gobierno y el de su esposo, nunca escucharon “a todas las voces, a
todos los relatos”, sino que primordialmente intentaron embretar a la ciudadanía
en la trampa del pensamiento único. También está como ejemplo esa noche, puesto
que como no aceptaron a la gente movilizada en su contra, les tiraron encima a
Luis D’Elía y sus muchachos. Y eso precisamente, no se parece en nada a “un
marco de democratización profunda y de rechazo a toda forma discriminatoria”.
Respetar el disenso, y no dar discursos confrontativos ante oyentes alquilados,
es realmente respetar la calidad institucional. Lo contrario, que se está
haciendo desde hace casi 5 años, es una burla a la inteligencia de todos.
El verso fatal
“Quienes más la reclaman o la editorializan son los que
menos la practican. Espero que todos podamos gozar de la libertad de prensa y de
la libertad de información, de toda la información, también la que tiene un
relato diferente al que quiere instalarse de que a los argentinos nos va todo
mal. Nos deben la calidad institucional y democrática que han reclamado por
siempre, por supuesto, a los otros", finalizó su nuevo discurso para delicia del
Menchi Sábat —autor del dibujo que puede verse bajo este párrafo— y de
muchos que recuerdan la ya famosa exhortación del rey Juan Carlos de Borbón al
verborrágico Hugo Chávez a que haga silencio. Lo malo, como se demostró hace
unos días, es que tanto la señora presidente como su marido, carecen del mismo
sentido del humor e inmediatamente ven golpistas debajo de cada maceta.
Por eso, resulta altamente risible que
desde el atril (¡otra vez!) se demande al conjunto de la población que observe
por la calidad institucional cuando ellos son los primeros que la vulneran. Y lo
que es peor, jamás lo reconocen en público persiguiendo a quienes se atreven a
disentir o simplemente a pensar distinto.
Hace una semana, cuando se llamó por fin a los representantes
del agro a dialogar, un llamado de Cristina tiró abajo el principio de acuerdo
al que habían arribado estos con el jefe de Gabinete Alberto Fernández.
Previamente, la señora consultó con su marido y este bajó irremediablemente el
pulgar.
No puede pedirse a los gobernados que observen la democracia
y la institucionalidad, cuando esta desde el poder no se practica ni por asomo.
Por eso, los Kirchner tienen menos de un mes para reflexionar sobre los próximos
pasos a seguir si realmente desean construir un país donde impere la
conciliación, el diálogo y la mentada calidad institucional. De lo contrario, la
gasolina de verdad correrá por doquier, y nunca falta algún idiota con un
fósforo en la mano.
Fernando Paolella